Es 29 de enero de 2017 y el AVE llega puntualmente a las 21:13 a Atocha. El que no espero que llegue tan puntualmente es Javi, que tendrá muchas virtudes pero la puntualidad no es una de ellas. Pero oye, te vienen a recoger a la estación, te llevan al hotel y encima te vas a quejar.
La empresa me ha reservado durante esta primera semana el Hotel Dome, que me viene fatal en la búsqueda de piso, pero genial para ir a la formación de bienvenida. Tras hacer el check-in, Javi y yo buscamos un bar por los alrededores mientras charlamos de qué tal el viaje, la nueva etapa en la capital y asuntos varios. Nos hacemos la primera foto, que dadas las circunstancias lo merece. Primera de muchas. Y por supuesto, pedimos 2 cañas que nos apetecen bastante. Nos ponen 2 tapas bien abundantes: bienvenido a Madriz, que esto en Sevilla no pasa. De eso hace ya 2 años, y lo que ha venido después ha sido una vorágine: esas 2 cañas eran las primeras de muchas.
En 2 años ha pasado de todo, y en lo que respecta a mí en particular, todo bueno. No es que me sienta «gato», pero por lo pronto estoy empadronado aquí, voy al médico aquí y sí, voy a votar a Carmena aquí. De momento sigo sin tener fecha de vuelta: no la tenía al principio, y sigo sin marcarme un plazo final, así que quién sabe. No sé si será verdad eso que de Madrid al cielo (aunque en mi caso, tengo esperándome un chalet adosado vecino con Lucifer), pero sé que para mí Madrid encierra muchos nombres. Y como todas las buenas series de televisión, que terminan haciendo un capítulo recopilatorio, yo no podía ser menos.
Madrid tiene nombre de trabajo: es por lo que vine básicamente. He vivido en hoteles, he pasado alguna que otra noche en vela revisando contratos, he viajado a Dubai, Sevilla (a mi anterior oficina irónicamente), Chile y México. He tenido formación de todo tipo y compañeros (y amigos), unos cuantos. He estado en torneos de pádel y en unas pocas cenas navideñas de empresa, pasando por compañeros a cuyas au pairs italianas de 19 años llevo a fiestas llamadas «Tanga!» como bienvenida a la ciudad (con dramáticos resultados).
Madrid también tiene para mí nombre de barrios: Alcobendas (que más que barrio es ciudad), donde trabajo. Aluche y San Sebastián de los Reyes, donde viví temporalmente al principio de todo. Cuatro Caminos/Tetuán-zona-noble/Bernabéu/a-15-minutos-de-Ponzano, esa amalgama de barrio que nunca supe definir, pero que me ha acogido 2 años maravillosos. El Viso, donde vi mi primer piso para alquilar, apuntando alto cómo no aunque tuve que volverme más humilde. Malasaña, donde quedé con Carmela, mi querida hermana que incluso mala vino a ayudarme a buscar piso la primera semana y donde más de una y dos veces he acabado tomándome algo. Chueca, con su envidiable multiculturalidad, donde incauto de mí me dio por salir en el Orgullo la noche de antes de irme a Pamplona de farra. Lavapiés y su chulísimo Matadero, donde he comenzado alguna que otra «terapia» de varios kilómetros. Salamanca y sus innumerables discotecas, donde en algunas he tenido más éxito para entrar que en otras. Chamberí, donde vivo desde hace poquito en un ático-dúplex que es la envidia de todo el barrio. La Latina, Pozuelo, el Barrio de las Letras, Retiro, Huertas…tampoco están nada mal.
Madrid no es sólo la ciudad donde vivo sino también la ciudad desde la que comienzo muchos viajes. No me quejo en ese sentido, porque en 2 años he pisado Dubai con sus camellos sonrientes, Abu Dhabi, Sevilla, Segovia, Rota, Ámsterdam de despedida de soltero, Huelva, Córdoba y Arahal de boda, Mallorca con yo que sé cuantas playas y conciertos, Pedraza con la noche de las Velas, Dinamarca y su Barrio Independiente, Suecia, Coruña, Santiago, las Islas Cíes, Tui, Oporto, Zahara de los Atunes, Utrera y su Feria, Alicante que me va a hacer un monumento en Castaños, Pavía donde volví a vivir 4 días intensos de Erasmus, Alcalá de Henares, Pajares, León, Málaga, Villaluenga de la Sagra, Chile y su buena onda, Granada y sus playas, México lindo, Tarifa, Bolonia, Vejer de la Frontera, Londres y su puta lluvia, Aroche con 80 Lobos…y a saber qué se me olvida.
Con tanto viaje debería haber salido poco en Madrid para ahorrar algo…pero entonces no sería yo. Y es que tengo un problema serio, muy serio: no sé decir que no. O al menos me cuesta horrores hacerlo. Así que bares, restaurantes y discotecas, tan sólo una pincelada de Madrid, aunque algunos nombres se me repiten más que otros: Ruta 20 nos podría haber hecho ya carnet VIP, Makandé que visité 7 veces la primera semana, Ponzano que me tiene ahora absorbido, el Shikku, el Naomi (restaurante japonés más antiguo de Madrid). Metro Bistró, Makkila, el Goiko Grill que me ha hecho ahora ponerme a dieta, el Xtremo y sus pipas por el suelo, el Volapié, el Taproom con sus infinitas cervezas artesanales, Ribera Navarra y su cocidísimo, A Conchiña con tardes de 5 horas pagando 10 euros, El Doncel y mi vicio a los dardos, La Factoría, La Máquina, Mymo y sus copas a 12 euros, Liberty, Callejón de Serrano, La Flaca y que el fin del mundo nos pille bailando, Barceló, Fortuny, Pointer, Bienmesabe, el Enfriador, Doña Tecla, Irish Rover, Lamucca de no sé cuántos sitios, el Mercado San Antón, el Círculo de Bellas Artes y su terraza chulísima, La Malcriada, el Inclun, el Tablafina y sus quesos baratísimos…
Con tanto sitio que visitar, también había mucho que celebrar, y tiempo he tenido también para muchas fiestas: que si la Semana Santa de Sevilla y la de Málaga, que si Ferias de 9 días y otras donde me hago corresponsal de Europa FM, que si el Orgullo Gay, que si bodas de tó kiski (Ara y Troy, Ale y Celia, María y Joseba, Miguelito y Rosario), que si los Sanfermines sin cuernos, que si festivales de Mallorca en Magaluf sin balconing y el DCODE, que si los afterworks…cualquier día de la semana.
Pero ojo que además de fiestero soy un tío culto, de estos que se ponen cuello vuelto y gafas de John Lennon, que le gustan los eventos culturales y deportivos. Madrid será la ciudad que me permitió cumplir uno de mis sueños: ver a Nadal por primera vez en directo en el Mutua Open. También me ha permitido reírme a carcajadas con Alex O’Doherty, Goyo Jiménez, Tricicle y Les Luthiers (bueno, estos estrictamente fueron en Sevilla, pero en el periodo madrileño). De musicales también me he llevado alguno, como el de «El Guardaespaldas» (mira que verlo antes que la película) y el de Westside Story (que me da igual lo que penséis, pero dice «yo tengo un tío en América»). Hasta un voluntariado internacional me he hecho en Oaxaca linda. Y cómo no, conciertos. Mi hermano y yo, con la aparición estelar de Taburete (Willy, sé fuerte, tu padre es inocente), la italiana Levante, Elefantes y Sidecars, Sobrinus y The Wheels, conciertazo espectacular de U2, y por supuesto Vetusta Morla 27 veces que ya me podrían regalar un abono VIP que hasta les he hecho una entrada.
Por último, todo lo anterior sería una putísima mierda si no estuviera rodeado de personas. Y es que Madrid tendrá nombre de barrios, viajes, bares, fiestas y conciertos. Pero sobre todo tiene nombre de Javi, Josema, Elena, Piiidro, Patri, Noelia, Vasallo, Pablinho, Velasco, Solano, Julio, Garve, Tagua, Juanpe, Stefano, Reyes, Tony, Evita, Carlitos, Pito Paldo, los Álvaros, Dito, Pelayo, Patxi, Patiño, Ruano, Bea, Irene, Chema, Helena, Teresa, Javier, Josete, Escandel, Zao, Ramos, Luiso, Gianluca, Paolo, Marta, Teresa, Rosa, Antonio, Coke, Ceci, Alessio, Vicky, Luis, Carmen, Adriana, los vecinos de Juan de Olías, María, Ana, Natalia, David, Sara, Edu, Xosé, Carmen, Carmela…y muchos más que han estado, están y estarán espero.
Brindo por ti Madrid y porque me sigas trayendo de lo bueno, lo mejor.
Vida intensa, Santiago. Y bien aprovechada. Observo que Ponzano te ha «absorvido», lo cual me congratula, aunque espero que no te absorba excesivamente (un fallo lo tiene cualquiera, por lo que yo te absuelvo). Mi pasado docente sigue presente, como observarás.
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Gracias por tus master class, padre. Escribir desde el móvil es lo que tiene, pero como dice La Vecina Rubia, «equivocarse es de guapas, rectificar es de misses».
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