Siena

Dándolo todo: parte de Siena I

Buona sera a tutti!

Sé que el correo es largo de cojones pero creo que lo he hecho ameno, ya que me hallo delante del portátil el domingo noche después de haber visto por Internet en casa con unos amigos la paliza que le han dao al Depor, y con el bajón como que lo que más me apetecía era enfocar el enfado en algo, y descargaré la ira sobre «belle parole» de cómo me ha ido el primer finde en Siena.
Lo primero es lo primero. La despedida de Sevilla no pudo ser mejor. Me ahorraré los comentarios sobre el concierto de U2. Esa noche, dormir lo que se dice dormir no lo hice mucho. Acostarte a las 3 de la mañana, despertarte a las 6 y pico y en medio pensar en lo que me depararían las tierras italianas como que no ayudaba. El caso es que me llevaron al aeropuerto mis padres, hice la facturación más rápida de mi vida (a pesar de que mi madre insistió 3 veces a la chica que me atendió en pesarme y medirme la maleta de mano AUNQUE NO HACÍA FALTA…), desayuné por última vez en España y me despedí de mis padres (mi hermana se quedó acostadita en casa, hizo bien). Por cierto, mi madre lloró cuando se despidió de mí, cosa que no hizo con mi hermana (JÁ, eso es que me quiere más a mí, chúpate esa Carmela!).
El caso es que el avión salió con media hora de retraso. En la cola de embarque había 3 italianos jóvenes que eran el prototipo y que no paraban de gritar y cantar canciones. Cuando entré en el avión iba como que tan sobao que me senté al lado de una pareja y sin darme cuenta que detrás mía iban los 3 que os he dicho. Pensé «ea, po ya dormí en el avión». Pero afortunadamente la fiesta que se habrían pegado la noche anterior hizo efecto en ellos y cayeron como marmotas. Aterrizado en Bolonia, la primera alternativa que tenía para viajar a Siena que era el autobús quedaba descartada, así que me sablaron 5 € por el Aerobus hasta la estación de tren y me puse a hablar por el camino con 3 españoles que también habían llegado de Erasmus e iba cada uno a un sitio diferente. Pero cómo no, ninguno a Siena. Vaaale, no pasa nada. Afortunadamente como nos oyeron hablar en español, una chica mejicana sentada enfrente mía nos habló un poco de lo que teníamos que hacer con los billetes, porque dominaba el tema al tener familia aquí o no se qué historia.
Y empezó lo bueno.
13:24
El autobús aparca en la estación de Bolonia. El día está regular, pero sin llover y con buena temperatura, lo cual no era nada bueno porque llevaba un polo, una chaqueta vaquera, una bandera de España como bufanda y un jersey gordísimo de 5 kilos echado sobre los hombros, aparte de ir arrastrando, subiendo y bajando 20 kilos de maleta por un lado y 10 por otro. A eso sumadle que en Bolonia parece ser que es costumbre eso de que los viernes toda la ciudad vaya en masa a la estación de tren a formar colas. Vaaaaale, no pasa nada, sabía que salían trenes cada hora para Siena y que ya el siguiente como mínimo lo tendría que coger a las 14:23, así que no me preocupaba que delante mía hubiera 18.723 personas para sacar billete. Plantado en medio de la estación, sin hablar con nadie y mirando alrededor durante 5 minutos para averiguar cómo leches se compraba allí un billete y por qué había unas taquillas atestadas de gente y unas máquinas expendedoras más atestadas aún debía parecer un poco capullo, pero me daba igual. De improviso me puse en una de las colas de las máquinas, por aquello de que de repente de vino la inspiración divina y entendí que «Bigglietto veloce» quería decir «Billete rápido». Pero ya se sabe que las inspiraciones divinas son jodidas para un agnóstico como yo, y «veloce» debe ser un adjetivo que en italiano significa «vas a esperar como un cabrón».
13:40
Esperando en la cola de repente la mejicana simpática se acerca a preguntarme que si quería irme a su cola porque me veía un poco perdido y tal, y yo tiré de mi orgullo sevillano y le dije «no mujé gracias, si yo me manejo mu bien»…ji, de puta madre. Cuando llevaba 5 minutos en la cola apenas sin avanzar, un italiano me pidió que si se podía colar porque tenía prisa y que si no me importaba y tal, y yo tiré de mi buen hacer sevillano y dije «si si» (que es una afirmación italiana que en español significa «adelante, cógeme de primo»). Desesperado porque de lejos veía que aquello de sacar el billete por las máquinas era más complicao que que el Depor gane 3 partidos seguidos este año, tomé una decisión salomónica y me salí de la cola. Opté por intentarlo por las taquillas, por aquello de que al hacer escala en Florencia igual me podían explicar mejor y sería más sencillo. 5 minutos después de estar en esa cola volví a tomar otra decisión salomónica y busqué en su cola a la mejicana. Le eché cara y tiré de mi sex appeal natural para pedirle que si me podía ayudar con los billetes, lo que implicaba además colarme con ella en su turno, y rendida a mis encantos no se pudo negar. Cuando le ví sacar su billete me di cuenta de que estaba quedando como un poco gilipollas pero sin el como porque se podían elegir miles de idiomas para hacer las gestiones en la máquina, entre ellos el español, y la mejicana debía estar pensando «el chamaquito este es un poco menso». Encima le puse en un aprieto a la pobre porque su tren salía 5 minutos después de haberlo comprado y aunque le pedí que se fuera no consintió (lo dicho, estaba prendida). Para ponerle más tensión al asunto a la increíble máquina debíamos de caerle mal los hispanos porque no quería darme el puñetero billete. Cuando parecía que ya iba a poder comprar el que salía a las 15:23 porque en el anterior no había plazas, la chica se fue corriendo y yo me quedé para pagar. Pero en estas la máquina se había jugado un farol y me la había metido doblada, porque de nuevo salió un mensaje de que no podía hacer la operación o no se qué y ahora estaba sin billete y sin mejicana.
14:05
El nerviosismo de saber que tenía una gigantesca cola de italianos furiosos detrás mía que habían visto como medio me colaba y ahora encima les hacía perder minutos y minutos por culpa de mi dichoso billete me hizo salirme de la cola e intentarlo con otra máquina, a ver si esta era menos hijaputa. Después de 10 minutos de otra cola en la que veía como todas las personas eran capaces de comprar su billete menos yo, volví a enfrentarme a mi destino. Probé varias veces con diferentes horas, diferentes botones e incluso con diferente idioma por ver si es que al poner «español» automáticamente las máquinas entraban en una especie de guerra particular contra ti, pero nada, me terminó saliendo un mensaje de que «QUE NO, QUE NO TE VAMOS A DAR TU MALDITO BILLETE. VETE A LA TAQUILLA, WEBÓN».
14:20
Vaaaaaale, me salgo de las colas de las máquinas y me voy a la de las taquillas, que para entonces se habían triplicado. Después de estar 5 minutos en una me doy cuenta de que hay dos clases de taquillas, y mi amiga mejicana me había dicho algo de que mi tren a Florencia era de alta velocidad, y mi instinto me dijo que debía ponerme en las taquillas que ponían «alta velocitá». Cambiado NUEVAMENTE de cola me tocó esperar algo así como que 20 minutos hasta que me atendió una ragazza muy aparente, pero mi necesidad imperiante de llegar a Siena me dijo «no ligues, sólo compra». Dicho mi destino, la chica se puso a buscar la combinación y después de poner caras raras varias veces que no auguraban nada bueno me dijo que todos por ahora iban llenos y que tenía que coger el de las 19:23. Mi cara debió ser un poema a pesar de que no me puse a contar en ese momento las horas que implicaba el tener que estar en esa estación sin hacer nada, pero como no quedaba otra, compré lo dichosos billetes no sin antes preguntar si el carnet joven europeo servía. Aunque me constaba que sí, la respuesta, aunque dicha más educadamente, fue «sí menos si eres español». Vaaaaaaaaaale, no pasa nada. Hora estimada de llegada a Siena: 21:38
14:50
¿Qué carajo hago yo ahora? Lo primero era lo primero: tanto ir y venir me había movido mucho la vejiga y tenía que evacuar. Con maletones en mano busqué un servicio en la estación. Di con uno. Cerrado, vaya al que está en la otra punta. En este punto de la historia mi mente me dijo «tío, después de todo esto estás aguantando como un campeón, cualquier otro se hubiera tirado ya a la vía, en el buen sentido de la palabra tirar». Llegué a un baño de hombres que tenía 2 puertas electrónicas, una de entrada y otra de salida, que se abrían sólo en el caso de que se introdujeran 80 céntimos. SÍ, 80 CÉNTIMOS. Opción A: pagar 80 céntimos y entrar con los maletones a mear tranquilamente. Opción B: hacerme el guay, destrozar las puertas, dejar al de seguridad KO y mear tranquilamente. Opción C: no mear y buscar otro sitio gratuito. La opción B fue descartada porque me di cuenta de que no estaba en una película de Quentin Tarantino. La C también porque aunque mi necesidad no era muy grande, tenía ganas de estar tranquilamente en un sitio sin tener que vigilar constantemente las maletas y poder descansar un rato, así que elegí la opción A. Como no tenía 80 céntimos sueltos, acudí a la máquina de cambio que estaba al lado a meter una moneda de 1 €, que según el cartelito PONÍA QUE ACEPTABA. Pero seguramente en letra pequeña debía de poner «hoy no es tu día, chico», así que como pasaba de darle 80 céntimos al gobierno de Berlusconi y más aún 1 €, opté por salir cagándome en los servicios italianos.
15:10
Al lado de los servicios había una sala de consigna donde decidí dejar las maletas. Mi planteamiento se construyó en plural y acabó en singular, porque cuando ví que me iban a cobrar 4 € por maleta mi usurería pudo conmigo y dejé sólo la grande. El resto de la tarde y todolo que en ella ocurrió podría haber sido mucho más cómodo si hubiera decidido tirar de taco y dejar las 2. Con una mano ya libre y menos cargado, ahora tenía dos necesidades, mear y comer, o al revés. Pero antes tenía que llamar a Simonetta (mi casera) para avisara de la hora de llegada y explicarle el percaz de por qué llegaba tan tarde. El espectáculo de mi intento de italiano por teléfono fue motivo de risa para más de uno que pasaba, y yo me alegré de que al menos alguien se riese en ese nefasto lugar. Total, que salí de la estación porque lo que vi en ella para comer me pareció un poco abusivo de precio y dado que me quedaban más de 4 horas por delante quería que me diese el aire de la calle (mira, como la canción de los delincuentes). Se ve que el capitalismo es ya un invento global y di gracias por ello, porque justo al lado de la estación había un McDonalds de 2 plantas. Cuando había decidido que menú comerme, la boca se me estaba haciendo agua y lo que tenía en la vejiga ni te cuento, así que fui a buscar un sitio libre en la planta baja. Antes de haber hecho eso debería haber recordado que era mi día de suerte y que no iba a encontrar ninguno, como de hecho así ocurrió. La posibilidad de verme rodando escaleras abajo con un bandeja en una mano y la maleta de mano en otra mientras intentaba subir a comer arriba me quitó las ganas de comer allí, así que opté por usar el McDonalds sólo como mengitorio. Pero como algunos os estaréis imaginando tampoco esta vez pude porque había un encargado que sólo dejaba subir a clientes, y como era macho no podía seducirlo para que me dejase (ya se sabe que no hay italianos gays, y aunque lo hubiera sido no estaba yo mú por la labor).
15:35
Como más vale malo conocido que bueno por conocer o eso dicen, antes de buscar un lugar de los alrededores de la estación donde hacer las 2 cosas que llevaba 1 hora intentando opté por tirar del mapa que llevaba de Bolonia y buscar la calle donde estaba la pizzería donde este verano había estado con mi familia comiendo porciones de Pizza bastante baratas. Afortunadamente estaba cerca y me apetecía además dar un paseillo, por si no había dado ya suficientes vueltas. Me llegué al sitio en cuestión y en cuanto lo hice cayó sobre mí una realidad aplastante: el sitio era un local de mierda donde se comía bien y barato pero no tenía baños. Como el daño estaba hecho, me comí y bebí (joder, más líquido…) lo que había pedido, afronté la dura realidad de que tendría que pagarle 80 céntimos a Silvio (él y yo nos tuteamos, somos ya así de amigos) y cambié monedas para el baño de sibaritas de la estación.
16:00
De camino de vuelta me doy cuenta de que la necesidad antes no tan imperiosa ahora sí lo es, y como no tengo ganas de ganarme mi primera multa en Italia por escándalo público acelero el paso de tal manera que con la maleta rodando casi me cargo a un caniche, mato a dos monjas y me gano la primera paliza de los tiffosi italianos. Por fin consigo cerrar el círculo y a las 4 y algo de la tarde ya he comido y evacuado. Y me vuelvo a enfrentar a la verdad de que me siguen quedando horas en la estación. Para adelantar trabajo, intento mirar en mi billete en qué vía tengo que coger el tren, pero allí hay de todo, incluso unas cláusulas del seguro del tren en caso de que muera en él, menos la vía. Total, que me acerco a un punto de información en el que por fin no tengo que esperar colas a preguntarlo, y un simpatiquísimo italiano (espero que la ironía se note cuando se escribe) me dice casi gritando que con la hora a la que sale el tren todavía no se puede saber. Claro, naturá, si es que quedan horas, muchas horas, gracias por recordármelo, tío. Totá, me voy a una sala de espera repleta de gente a intentar divertirme un rato. Saco el libro que llevo en la maleta de mano («El 8», de Katherin Neville) y me pongo a leerlo. A los 5 minutos me entra tal sueño que decido tomarme un café, y esta vez me la suda y me da igual gastarme 20 € en 3 centilitros de café en la estación, pero yo de allí no me muevo. Afortunadamente se ve que el café Capuccino en Italia sale de los grifos y sólo me cuesta 1,5 € (a estas alturas el «sólo» no sé si es muy exagerao, pero a mí me pareció barato). Cuando lo termino le pido un vaso de agua al camarero, me lo da y el primer sorbo me mata: agua con gas. Vaaaaaaaaaaaaaaale, no pasa nada, tengo tanta sed y el vaso es tan ridículo que me lo bebo igualmente. Vuelvo a la sala de espera. Me pongo U2 en el mp3. Me vengo arriba acordándome del día de antes.
18:20
Después de hora y algo escuchando música y siendo consciente que toda la sala me tiene miedo porque no paro de mover la cabeza, abrir la boca como si gritase, y hacer como que toco la batería y la guitarra, toca levantarse y mirar donde carajo tengo que coger el tren. Sigue siendo demasiado temprano. Vuelvo a la sala. Se aparta todo el mundo de mi lado pero para su fortuna sólo escucho dos canciones: en las pantallas de la sala de espera me pone que tengo que coger la vía 3. Me muevo tranquilamente hacia la consigna, sabiendo que como quedaba casi una hora tenía tiempo de sobra. Incluso antes de coger la maleta me dio para inspeccionar el camino hacia la vía 3 y comprobar que no había ninguna trampa mortal de por medio. Por curarme en salud me da igual esperar de pie en dicha vía con mis maletas durante media hora, al fin y al cabo no quiero que haya sorpresas y U2 me amenizaría la espera. Después de más de 5 horas en la estación y de que las decenas de funcionarios que trabajan en ella hayan tenido tiempo de sobra para elegir en qué vía estará el maldito tren que va de Milán hasta Roma y que yo lo cojo en parte de su recorrido, a estos funcionarios no se les ocurre otra cosa que 10 minutos antes de la hora de salida cambiar de vía. El recorrido que me separaba de llegar a mi tren consistía en 50 metros de andén 3, 24 peldaños de escalera para abajo, 50 metros de pasillo subterráneo, 24 peldaños de escalera para arriba y 100 metros de andén 6. En teoría me sobrarían minutos para llegar pero cuando las 20.000 personas que cogen tu tren les pasa lo mismo que a ti pero encima ellos no cargan con 30 kilos de maletas pues la cosa no es tan fácil. Por fortuna 1 minuto antes de que salga mi tren consigo sentarme en mi asiento. Para tranquilizarme, «I still haven’t found what I’m looking for» por el camino.
20:00
A esta hora se supone que mi tren tiene que estar parando en Florencia porque a las 20:10 sale el otro para Siena. Y a pesar de que es un tren de alta velocidad, lo hace a las 20:05. Por fortuna nada más bajar encuentro una pantalla que me dice dónde tengo que ir y el recorrido no es tan malo. De nuevo un minuto antes de que salga el tren me siento al lado de un viejecito que más tarde me contará parte de su vida en inglés. A mi izquierda me llama la atención que haya un jipi (me refiero al apelativo jipi como jipi, no como persona) con un perro. Esto es Italia.
21:30
Por fin llego a Siena. A Simonetta le había dicho de que me recogiera a las 21:38, así que puedo pasar 8 minutos admirando el recibimiento que me da la ciudad: aquí es noche cerrada desde las 19:30, ha llovido, hay mucha niebla y un frío del carajo. Perfecto. A las 21:40 llega Giancarlo (el marido de Simonetta) en un coche. Buona sera, grazie mille, conversación diversa de la que me entero de poco porque habla más bien cerraillo, y llego a mi casa. Allí está Alesio (el «Lolailo» italiano que tenemos de compañero de piso Víctor y yo) con un amigo gordo viendo «io, Robot». Mientras los saludo llega Simonetta y el marido con un perro que es LA OSTIA, buldog francés enano de 3 meses. Mientras Simonetta me hace una factura del mes que ya le he pagado me doy cuenta de que me voy de España dejando a mi madre Carmen en Sevilla para encontrarme una Simonetta en Siena que es mi madre en versión italiana: mismo pelo, misma altura, mismo cuerpo, misma forma de ser, mismas gafas, mismo chaquetón amarillo.
22:10
Víctor está fuera en una especie de fiesta del «October Fest» aquí en Siena. Paso de ir porque estoy to reventao. No tengo comida, así que abro uno de los sobres al vacío que traigo y me como 3 lonchas de jamón sin picos ni pan. Organizo mi cuarto. Me ducho.
23:30
Llega Víctor. Hablamos y me animo un poco porque el panorama después de tol día era desolador y estuve a punto de conectarme a Internet a comprar billetes de vuelta pal día siguiente. Me conecto a Internet con mi pen de Vodafone, paso de configurar el Internet de la casa ahora. Me meto en el Comunio. No hay nadie interesante en el mercao. Apago y me acuesto.
Tranquilos que no todos los correos van a ser así ni mucho menos. Paso de escribiros tanto, mamones. Son las 2 y pico y mañana tengo inscripción y 7 horas sólo para dormir. Os dejo este vídeo. Moriros de envidia, yo lo vi en directo. Buona notte!!!

4 comentarios sobre “Dándolo todo: parte de Siena I

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