Nueva York · Viajes

Nueva York (9)

Martes 10 de mayo.

Y así como quien no quiere la cosa llegamos al último día en esta ciudad. VAYA, PARECE QUE POR FIN NO LLUEVE NI ESTÁ NUBLADO. A buenas horas…

Yo después de todos estos días haciendo cálculos creo que entre regalos, souvenirs y compras para mí mismo he hecho más gasto que en el propio viaje en sí, contando vuelos y hotel. Pero oye, a saber cuándo vuelvo yo por aquí, que luego me entran ganas de comprarme una camiseta que ponga «New York» y fijo que no la hay en ningún lado. Y lo peor: yo sabría que no me la he comprado en el sitio original, y estaría engañando a mi querido público. La cosa que me hace menos gracia es intentar cerrar la maleta con tanto chisme y ropa. Tras solicitar una prensa industrial en recepción, conseguimos cerrar todos nuestras maletas y hacer el check-out. La cara del empleado de recepción que nos tiene que guardar todas las maletas en consigna hasta que dejemos el hotel por la tarde no tiene precio.

Como no podía ser de otra manera, cerramos nuestra estancia en NY con algo que teníamos todavía pendiente porque los días no habían acompañado mucho: paseo por Central Park. Pero antes hacemos parada en el Hotel Plaza. No es el Palace (que por cierto ahora que caigo, no lo hemos visto, cagoentó) pero es también espectacular y entramos a echarnos unas fotillos.

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En Central Park vemos más o menos lo típico: el edificio Dakota en cuya entrada fue asesinado John Lennon, y el propio memorial a John Lennon. Yo esperaba una estatua o algo pero la cosa es bastante más simple: un mosaico en el suelo con la palabra «Imagine» y una pareja cantando canciones de Los Beatles que entiendo no están allí a perpetuidad, así que lo que viene siendo el memorial es sólo el mosaico.

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También vemos el Gran Lago, muchas ardillas correteando por todos lados, y campos de béisbol donde entrenan las nuevas generaciones de los Yankees. Y algunos enanos veo que juegan mejor que yo pero de aquí a Manila vaya.

Tras ver estas fotos, debo presentaros a la última acompañante que me quedaba del viaje:

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La que señala y sonríe es Isabel, alias Isabelita para los amigos por ser la mujer de Jesusito. Como comprenderéis, Central Park es de grande como muchos pueblos (y más, qué coño) de España, y si le llaman «el pulmón de Nueva York» en una de las ciudades con más tráfico de este país será por algo. Bueno pues ni corta ni perezosa, a esta buena mujer no se le ocurre otra cosa que decir: «esto es como el Parque de María Luisa de Sevilla». HOMBRE VERÁS. A lo mejor el Parque de María Luisa CABE solamente ya en el Gran Lago, luego ya hasta completar Central Park te queda un trecho. Pero oye, a la mujer le recuerda al Parque de María Luisa y para qué vamos a discutir. Se ve que terminando el viaje algunos están nostálgicos y están deseando volver…

No sólo hay esa anécdota en el parque. Manolita quiere unirse a la fiesta y claro, después de un largo rato caminando y con tanto espacio verde y abierto, los esfínteres están ya algo acolapsados. Como no damos con ninguna indicación de dónde están los baños, ella, muy seguro y decidida, se acerca a unos hombres de mantenimiento del parque y sin pensárselo dos veces les dice «plis…emmm…le toilette?» en un perfecto acento francés. Yo vista la determinación de Manolita la dejo hacer y observo desde una distancia prudencial no vaya a ser que la cosa pase a mayores. A la primera el hombre no se entera, pero a la segunda comienza a darle indicaciones. Vale que los gestos de «adelante» o «izquierda» y demás son universales, pero como el hombre lo está mezclando con un inglés americanizado cerrado y mezclar las dos cosas hace que Manolita esté a punto de entrar en colpaso. Como veo que la cara de Manolita es de «sí sí, te oigo pero no te entiendo», y ella misma gira la cabeza hacia mí con un aire de «me trago mi orgullo, pero Santi ayúdame», acudo en su rescate…aunque tampoco creáis que me entero de mucho, así que opto por hacerme el que se ha enterado de todo, comienzo a andar por donde primero ha dicho el hombre, y ya si no encontramos el baño le echaré la culpa al tío diciendo que se ha explicado mal. Así es como actúan los héroes.

Ya que mi padre y yo no hemos podido hacer una de las cosas que más ilusión nos hacía que era correr por Central Park, propongo al menos una alternativa: hacer un picnic sentados en el césped. Necio de mí que en mi interior residía cierta esperanza de que todos dijeran al unísono «buah qué buena idea Santi, es lo mejor que se ha propuesto en este viaje, por supuesto que haremos un picnic, faltaba más vamos»…no, evidentemente no hay picnic. Así que salimos del parque, nos ponemos como burros (como siempre) en una de las calles aledañas, y mi padre, Isabelita y yo optamos por bajar la Quinta Avenida andando hasta el hotel. Total, sólo son 30 manzanas en línea recta. Además, así hago otra de las cosas que no podía faltar que hiciera en esta ciudad:

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El vuelo sale por la noche y hace unos días pedimos al hotel que nos reservara un desplazamiento directo del hotel al aeropuerto. Cuando hablé con la recepcionista italiana ella usó la palabra «transfer«. Yo supuse que sería algo parecido a lo que nos trajo del aeropuerto al hotel, es decir, una furgoneta o algo práctico que permita meter 18 millones de maletas y a nuestro grupo variopinto de turistas. Estando haciendo tiempo en el hall del hotel, Manolita y mi madre están fuera a la espera, nerviosas perdidas por llegar a tiempo al aeropuerto. Hay que decir que vamos aproximadamente con 4 horas de adelanto. De repente las 2 entran, medio riéndose, avisando de que el transporte ya ha llegado, pero sueltan una frase: «esto es gordo». Y tan gordo. Más que gordo, largo:

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Una limusina. Una jodida limusina para llevarnos al aeropuerto a 7 personas y sus respectivas maletas. Y que conste que avisamos en su momento de todos los que éramos y las maletas que llevaríamos. El fallo de cálculo hace que el conductor tenga que llevar maletas en el asiento del copiloto. Durante el trayecto al aeropuerto el cachondeo es cojonudo, claro. Parecemos auténticos mafiosos, aunque un grupo de mafiosos algo trambólico. El cachondeo a mi madre y Manoli se les empieza a pasar cuando ven que, siendo las 5 de la tarde y salida de los trabajos, el tráfico para salir de la ciudad y llegar al JFK es caótico, digno de una ciudad como ésta. Y claro, pasamos hora y media en la limusina que sin bebidas alcohólicas, cocaína y strippers no es tan divertido.

Y así acaba nuestro viaje por las Américas. Un viaje que no podía terminar sin que uno de los jubiletas fuera interceptado en el control de pasaportes por tener el billete erróneo y pasáramos un último momento de tensión. Pero volvemos todos, sanos y salvos, sin ningún contratiempo mayor, sin secuestros, detenciones, atentados, accidentes ni nada por el estilo (qué milagro). Pero sobre todo, con muchas, muchísimas ganas de volver.

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