Aviso a navegantes: he vuelto vivo de Holanda.
El lunes me levanto con unas ganas tremendas de quedarme en la cama, que por culpa de escribiros el correo puntualmente me acosté muy tarde y toca hablar hoy con un profesor (esto de ser Erasmus implica muchas obligaciones y mucho estrés…). Me arrepiento fácilmente de levantarme tan temprano porque cuando llego al despacho del tío, se supone que en horario de visitas, no está. El funcionariado dando la cara como siempre. Intento relajarme para no pegar gritos y decido aprovechar e irme a la biblioteca a estudiar un poco. Me encuentro con unos amigos que me preguntan por el gitano (así es como llaman cariñosamente a Víctor, mi compi de piso español). Les digo que le he dejado en casa estudiando italiano. Se extrañan porque el curso intensivo ya terminó, pero les digo que está estudiando por su cuenta porque tiene este semestre dos asignaturas, de una ya hizo el examen el otro día sin estudiar y seguramente hasta apruebe y la otra es Informática en febrero que es demasiado fácil como para estudiarla, así que dedica su tiempo libre a estudiar lenguas. Les dejo desmayados en la biblioteca porque ellos tienen 3 exámenes jodidos y parece ser que no les ha gustado mucho lo que les he dicho. Además seguramente se hayan acordado de los 1000 € que le dan al mes para estudiar aquí, que comparados con los 300 que les darán a ellos pues tiene que fastidiar bastante.
Como chuleta en la mensa y me voy a tomar un café a la Piazza del Campo, en un rinconcito con terraza que da a toda la Plaza, bastante barato, y como hace sol me digo «qué mejor esto que estudiar o hacer algo provechoso». Víctor y yo decidimos ir a casa a organizar un poco el viaje a Holanda: planos, transportes, mejores coffee-shops…bueno, lo último no, pero improvisaremos. Por la tarde por fin veo a mi vecina francesa y estamos un rato charlando, insulto todo lo que puedo a la gente de tu país, pero de buen rollo, que no me quiero llevar mal con ella. Esa noche cenamos en la mensa (creo que pizza, estamos a domingo y después de un viaje de 5 días por Holanda se supone que me tengo que acordar de lo que hice el lunes…). Después innovamos, que ya era hora, y nos vamos a tomar unas cervecitas a un pub irlandés que hay por el centro. El sitio es un local bastante curioso, con buena música, varias salas…pero lo que jamás esperábamos es que un sitio así fuera el propicio para una de estas tertulias que surgen y que están dispuestas a cambiar el mundo. Hablamos durante horas de religión, política, sucesos paranormales, filosofía, Holanda, conspiraciones globales judeomasónicas…de todo un poco. Nos despedimos, nos desearon suerte para el viaje y a casita «temprano».
Me levanto temprano el martes que nos espera una jornada larga. Después de haber hecho todos los movimientos típicos de un Erasmus que se va de viaje (afeitarse, ducharse, hacer la maleta y comprar comida para hacerse bocatas para el camino) voy a la mensa a comer con el murciano, porque Víctor (que aquí recibe el apodo de «El Prisas» porque siempre va corriendo a todos lados), mi tocayo y Feli se han ido antes a Pisa para ver la Torre esa inclinada que tienen. Nosotros, como ya la hemos visto, nos lo tomamos con más relajación, imprimimos unas guías de Holanda y nos cogemos un tren a Pisa un poco más tarde. Cuando llegamos a la estación el Hostal está cerca, y no sólo eso sino que podemos comprobar que en la habitación de 6 sólo vamos a estar nosotros 5 y nadie más. Muy bueno el hostal: todo limpio, cuartode baño con ducha en la habitación sin tener que compartirlo con nadie, y en las zonas comunes Internet, billar y futbolín sin tener que pagarlo, aparte de una cocina donde unos chinos se montan más tarde un señor banquete. Pero antes Luis y yo salimos a dar una vuelta por Pisa, vemos la Piazza dei Miracoli (para los de la LOGSE, la Plaza de la Torre inclinada) de noche, me paso por casa de mi amiga Espe, que está haciendo el Erasmus allí, a saludarla, y volvemos al hostal donde nos echamos, como no podía ser menos, unos billares. Cenamosde súper y nos ponemos el despertador a las 4 y media de la madrugada…ufff, esto puede ser duro.
Y de hecho lo es, sobre todo cuando por motivos inexplicables apenas si habré dormido hora y poco, serán los nervios del viaje. Después de ducharnos vamos andando al Aeropuerto porque a diferencia de otras ciudades aquí está al lado. Esta vez, no sé por qué, no me pita el detector. Mierda, esto puede ser una mala señal de que me va a pasar algo en Ámsterdam. Cuando entro en el avión, me sucede lo que se llama un «fuck-yeah», porque estoy derrotadísimo y como el avión va sólo medio lleno, consigo ponerme en zona de ventanilla para apoyar la cabeza Y NO SÓLO ESO sino que nadie más se sienta en mi fila. Lo que le faltaba a todo era que además se retrasase el vuelo una hora por unos controles en la pista o no sé qué, para así poder dormir más a gusto…y Dios debe de creer que soy un santo porque efectivamente se da la hora de retraso, nos quedamos en el avión parados una hora y yo durmiendo tendido en mi fila.
Llegamos a Eindhoven y sin más dilaciones cogemos el bus que nos deja en la estación. Allí vivimos ciertos momentos de caos cuando intentamos averiguar cómo llegar a Ámsterdam, pero fue lo típico de llegar a un sitio dormidos y sin saber hablar la lengua nativa. Con la cajera de la ventanilla de tickets me intento hacer el guay saludándola con un «guten daag», y cuando me empieza a contestar en flamenco me quedo en blanco y no se me ocurre otra cosa que bailarle unas sevillanas. Quitando el chiste malo y fácil, allí todo kiski sabe inglés y aquí el menda domina cantidubi (el lenguaje que empleo es simplemente para ir ambientándome en el mundillo mariguanero). El trayecto Eindhoven-Ámsterdam lo pasamos en el tren, cómo no, jugando a la brisca. Nada más llegar lo primero que hacemos es buscar comida, como los perros. 3 nos vamos al Burger de la estación central (¿cuándo encontraré un Burger tan bonito como éste? Nota: la estación centralde Ámsterdam es una pasada, por si no habéis estado) y 2 a un Kebab. Vamos, lo que viene siendo dieta mediterránea. Saciada el hambre vamos buscando rápido el hostal que el tiempo holandés no se caracteriza por su calor y ausencia de humedad. Comprobamos que esta vez sí vamos a tener que compartir habitación, concretamente con 2 rusas, una llamada Nika y otra Natasha (sólo nos falta llamarnos alguno Pepe y otro Manolo y tenemos un chiste). Pero aún así, el hostal está en el maldito centro, en una calle llena de locales muy ambientados y lo que más nos gusta a todos: al lado del Barrio Rojo. Aunque miento, lo que más me gusta a mí es que nos dan unas pulseritas azules para que nos hagan descuentos del 25% en el pub irlandés de abajo del hostal, y no puedo evitar acordarme de mi viaje de ecuador a Canarias (momento de morriña).
Nada más dejar las maletas salimos a dar una vuelta. Andamos un poco por el centro, nos agenciamos un mapa y como el tiempo está regular decidimos tomarnos un café para entrar en calor, que es hora de ello. Bien, a partir de aquí paso a contar ciertas cosas en clave, aunque los que veáis «Cómo conocí a vuestra madre» me entenderéis. Entramos para el café en una «baguetería» donde ponen unos «bocadillos» muy curiosos. Guiado por cierto amigo sevillano que me dió buenos consejos, pedimos un bocadillo de los que él me dijo, unos cafés y tal, y bajamos a una sala, aunque para hacerlo hay que tener el curso de rafting o algo, porque las escaleras son más bien empinadas y en caída libre. Madre mía para tener que subir luego esto…mientras nos tomamos algo de beber empezamos con el bocadillo. Yo, como nunca me he tomado uno de esos bocadillos, tengo hasta cierto interés. El primer bocado se me da bien, pero en el segundo se acusa mi falta de experiencia y toso un poco (quiero decir, escupo unas migas). Compruebo lo que es comerse un bocadillo de estos con respeto y prudencia. Primera prueba superada: la cosa va bien.
Esa tarde seguimos dando vueltas por la ciudad, concretamente miramos varias tiendas, disfrutamos de los numerosos canales y…bueno, para qué atosigaros con palabrerías, que en 20 minutos nos cansamos y tiramos para el Barrio Rojo. Lo que me llama la atención es que hay muchísimas menos mujeres que en su día. Se ve que la crisis es la crisis, como diría cierta chirigota. Pasado cierto rato nos vamos a un súper a comprar para cenar esa noche, y como el tiempo no mejora decidimos acercarnos a otra baguetería. Esta vez sí, esta vez se ve que le he pegado un buen bocado porque la cosa hace sus efectos: pulsaciones aceleradas, calor, risa floja y apalancamiento (vamos, como los bocadillos normales y corrientes). El poco dormir, el cansancio, tanto caminar, el viaje y hasta los bocadillos hacen sus efectos porque a las 7 y algo vamos al hostal a descansar. Nos acostamos con la promesa de levantarnos en un par de horas para salir de fiesta. A las 2 y pico dela mañana me despierto y mis compañeros siguen allí. Se ve que todos en realidad estábamos deseando que nadie despertara al resto y dijera nada de salir.
La mañana del jueves nos despierta fría pero soleada, y decidimos alquilarnos unas bicis para tener esa visión de Ámsterdam. Las cosas como son: lo de tener preferencia absoluta sobre todo medio de transporte y carriles bicis por todos sitios mola mazo, como diría un madrile. Nos acercamos a la zona de los museos. Comenzamos una discusión sobre en cuál de ellos debemos entrar, yo voto por el Rijkmuseum, otros por el de Van Gogh, otros por el de cera…la discusión de termina cuando comprobamos que el precio de ninguno de ellos no baja de 12 €, y que aquí no sirven ni tarjetas Erasmus, ni Carnet Joven ni de mensa ni nada para hacerte un descuento. Optamos por la opción más segura (por el tema de las bicicletas alquiladas y la fianza que habría que pagar si se pierden u roban) y vamos con las bicis a Vondelpark a dar una vuelta por la naturaleza. Volvemos más al centro y como estar cerca de los canales en bici no es una idea muy buena las aparcamos en una señal y entramos en una cervecería a pimplarnos una pinta. Mientras estamos allí tan a gusto con un loro que nos silba a nuestras espaldas, vemos como de repente llega un camión, sale un hombre y empieza como a darle golpes a la señal donde están nuestras bicis. Mi instinto me lo predijo: en un viaje de estos tienen que pasar este tipo de cosas. Por fortuna resulta que era un operario que venía a quitar la señal (mira que había señales en Ámsterdam, vino el tío a quitar la nuestra). Después del bar seguimos dando vueltas hasta caer en una plaza a sentarnos a comer, y asistimos a un momento histórico: el levantamiento de un puente para que pasen dos barcos por un canal. Como si en España no existieran de esas cosas, nos quedamos embobaos y haciendo vídeos y fotos a tal momento. Pasado el momento eufórico, nos vamos a devolver las bicis y a dar una vuelta por la zona de tiendas. No encuentro el maldito souvenir que quería comprar, y como mis amigos me ven embajonao me llevan a una baguetería a probar un bocadillo que nos habían recomendado nuestros amigos de Siena. El sitio se ve que es como latino y la chica que nos atiende, Colombiana. Perfecto, apago el idioma flamenco y vuelvo al español.
El resto de la tarde no da para mucho más, al fin y al cabo en cada iglesia que intentamos entrar nos quieren sablar, se ve que nos ven españoles y tienen una tarifa especial post-mundial de fútbol. Así que dando un paseo volvemos a nuestro hostal y decidimos amortizar la pulserita de descuento en el irish-pub. Además, echan el partido de copa del Atlético con el Madrid, y nos quedamos a verlo y de paso cebarnos con la comida con descuento de allí. Cuando terminamos vamos a dar una vuelta por la zona de marcha. Según nos han dicho la mejor está por la zona de los museos (que ironía, un desfase culto). Con mapa en mano la cosa podría resultar fácil, pero el maldito mapa de los huevos no hay quien lo entienda y encima hemos pagado 2 € por él, todavía no me preguntéis por qué. Un holandés muy simpático nos ayuda sin que ni siquiera le preguntemos, a pesar de estar solo y de que somos 4 tiarrones (mi tocayo se quedó durmiendo) parados en mitad de una calle oscura, hablando otro idioma y en mitad de la noche. Ya orientados, aparecemos en la zona de marcha y entramos en un local. Aguantamos un rato pero nos vamos cuando comprobamos que la mitad de las holandesas nos sacan una cuarta por lo menos. Devuelta nos da tiempo a ver como dos se pelean dentro de un Burger que está abierto de madrugada (sí, también en Holanda ocurren estas cosas), de como miles de taxis sin licencia te ofrecen llevarte a casa «cheap cheap» y de como de noche sí que había más material en el Barrio Rojo.
A la mañana siguiente tiramos para Utrecht. Al bajarnos en la estación comprobamos que no es que sea grande, es que es lo siguiente, sobre todo porque empalma con un centro comercial que ya quisiera el Nervión Plaza. Obviamente la primera salida de la estación que cogemos es justamente de las aproximadamente 20 que puede tener tal monstruosidad de edificio, la peor. No pasa nada, basta con andarde vuelta los varios kilómetros que dura el centro comercial y aparecer en el centro de Utrecht. Al llegar al Bed&Breakfast comprobamos que tenemos un salón con Internet, un piano de cola, muchas guitarras para tocar, una batería y un gato. No sabemos si al abrir la puerta hemos atravesado un agujero espacio-temporal y hemos aparecido en un local francés bohemio de los años 30, pero aún así nos da igual y la sonrisa que se nos queda cuando el encargado nos dice que la cocina es libre y toda la comida que veamos la podemos usar es gigante. Víctor se conecta a Internet y me dice que los dos hemos aprobado Economia industriale, él sin estudiar saca un 28 y yo estudiando un 27, sobre 30, VAMOS, esto es ser Erasmus, hay que celebrarlo. De nuevo no compartimos con nadie la habitación y salimos a dar una vuelta. Mientras estamos en Información y Turismo empieza a nevar un poco y con esta estampa navideña no podemos más que entrar a rezar en la Catedral partida de Utrecht (digo partida porque se derrumbó y tiene la torre separada del resto de lo que queda de Catedral). Muy bonita, pero tenemos hambre y cómo no acabamos en un McDonald justo el lado del canal principal de la ciudad. Al murciano con la empanaera se le olvida su riñonera dentro pero aquí la gente es muy civilizada y sigue intacta cuando volvemos a la media hora. Aprovechamos para tomarnos un café tranquilamente y después, mientras los otros 3 se van al hostal, mi tocayo y yo damos una vuelta por la ciudad. Sigo sin encontrar lo que quiero comprar, CAGO EN TODO. En su defecto, me entra un ataque consumista y me compro unos botines Converse All-Star por 30 € (estamos que lo regalamos oigaaaa, se aceptan transferencias internacionales queridos paaadres).
Por la noche nos tomamos en serio la frase del colega de «la comida de la cocina es libre, coged la que queráis») y cenamos bastante bien. Además, traen unas cajas de vino que habrán comprado o algo y el tío nos dice que cojamos las 2 que queramos. La cosa desde luego está regalada, aunque en cuanto probamos el vino sonreímos amablemente y no volvemos a probar un sorbo más. El ambiente es muy de buen rollo allí, es como si estuviéramos acogidos por una familia. Salimos a la zona de marcha, que esta vez sí está cerca del hostal, y entramos en dos bares/discotecas diferentes. Mucho ambiente porque se supone que estamos ante la ciudad universitaria por excelencia de Holanda. Pero cuando eres más bajo que una tía, ésta pasa automáticamente de ti.
Al día siguiente desayunamos fuerte en el hostal y le dejo las llaves al tío, que está durmiendo en el salón y roncando a pleno pulmón, en su mesa. Salimos para Eindhoven. Nada más llegar, tenemos un debate filosófico sobre la orientación en un mapa de la ciudad que encontramos a la salida de la estación, ya que tenemos que orientarnos para llegar al hostal. 5 minutos para ver simplemente si teníamos que coger la calle de la izquierda o de la derecha. Malditos «bocatas»… El hostal está genial y volvemos a no tener que compartir habitación (estamos en racha). Además, la recepción es la leche porque hay billar, caramelos gratis y el típico timbrecito de Hotel que sale en todas las películas pero que luego ninguno tiene…menos éste. Después de darle por saco al recepcionista con el timbre, nos da un mapa y nos lanza a la calle para que veamos la ciudad. Entramos en la catedral de la ciudad (o lo que podría ser su iglesia principal, vete tú a saber sin la Guía Naranja de Holanda qué carajo era eso). Muy bonita, aunque la ciudad poco más tiene que ofrecer. Mucha vida, mucha tienda y un McDonalds gigante al que maldita sea mi estampa volvemos a ir. Pasamos la tarde relajadamente dando vueltas, entrando en tiendas, tomando café, tomando bocatas, entrando a un bar a jugar un billar y tomar unas cervezas, y cuando llega la noche cenamos en un turco que nos atiende encima de mala leche (no es por ser racista, es que es verdad). Después de ver el Barça, comprobamos que la ciudad tiene mucha vida nocturna, y por ser la última noche nosotros no íbamos a ser menos en ese ambiente. Cuando vamos al tercer sitio y yo paso tan tranquilo me siento poderoso porque es el sitio más chick de la ciudad, con muchos porteros y mucha parafernalia, pero se me baja todocuando veo que a mis amigos no les han dejao pasar. Vaya, veo que no sólo ocurre en Sevilla. Nos vamos al hostal a echar un rato charlando, mientras avasallamos con los Twix de la máquina expendedora. Nos dormimos como troncos en la última noche de nuestro viaje.
El día siguiente poco más tiene que contar. La vuelta se nos hace dura, menos mal que en el avión pillamos zona de salida de emergencia y tenemos mucho espacio. Llegados a Siena vamos del tirón a casa de Kike y Santi a comer del chino. Vemos el final del Madrid. Maldito equipo con suerte que sea como sea tiene que ganar. Me dicen de ir esta semana a ver el Montepaschi-Madrid de la Euroliga. Obviamente iré y apoyaré al Madrid. Mierda, que chaquetero soy. Ya en casa, como me tenéis como un esclavo no hago otra cosa que escribir este correo. Malditos seáis.
P.S: Jack Herer, AK-48, Chocolope, Amnesia, White Widow, Amnesia-Haze.


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