Españoles…la mensa…ha subido…
El martes 11, un día después de comprobar que los franceses nos odian y que jamás nos darán el balón de oro pero que como diría Maradona pueden chuparla y seguirla chupando porque les ganamos en todo, mis padres me llevan al aeropuerto y me encuentro con más gente española de Erasmus en Siena de la que yo esperaba. Menos mal, esta vez si vuelvo a perderme, tener caos de trenes y demás como me pasó a mi llegada la primera vez, al menos será en compañía. En el control de objetos metálicos (después de que mi madre aguantara estoicamente el llanto, o eso creo) me quité el chaquetón, la sudadera, el reloj, las gafas, la cartera, el móvil, el mp4, el cinturón, TODO, pero se ve que debo estar tela de bueno y que los guardias hacen pitar a posta el detector para meterme mano, porque siempre lo hace. Como puedo recojo la bandeja que he usado para la ropa que me he quitado, la otra bandeja para el portátil (sí, al parecer hay que sacarlo del equipaje de mano) y la tercera bandeja que he usado para todo el resto de cosas sueltas. Además tengo que arrastrar como puedo la maleta de mano, evidentemente. Sin armar demasiado espectáculo lo consigo y poco después, puntualmente, nos montamos en el avión. Viaje tranquilo, aunque Pisa nos recibe lloviendo.
La llegada a Siena tampoco tiene nada de especial. Seguí subrayando el libro de Economia industriale (el miércoles, justo el día después dellegar, tenía un examen…) lo que pude (ah y sí, habéis leído bien, subrayando, para qué iba a traerlo ya trabajado de España, para queee). Casi perdemos una de las combinaciones porque los organizadores de aquello no podían dejar menos tiempo de cambio de tren a tren, pero nada más reseñable. Por el camino llamamos a Simonetta, mi casera, desde mi móvil español porque en todo este tiempo de vacaciones se me ha acabado el saldo de la tarjeta italiana: estupendo, menos mal que al menos nos vienen a recoger a la estación. Por el camino un chaval de Málaga, también de Erasmus en Siena, nos cuenta la historia de un amigo suyo que se fue de Erasmus a Rumanía con la Universidad de Granada, pero que a la semana no le gustó el ambiente ni la ciudad de allí, a pesar de que las cervezas le costaban 20 céntimos y él se ganaba a los barmans porque pagaba con un euro y dejaba el resto de propina para quedar como un Señor, y se volvió después de haber entregado por adelantado todos los trabajos de las asignaturas que tenía, bajados de Internet, aprobando todo en la segunda semana y pasando el resto del curso con el dinero de la beca en Granada. Fue conocido allí como «el rumano». Nota: sus padres lo sabían. Gran historia.
En Siena hace frío pero no tanto como cuando nos fuimos, y no llueve. Llegamos a casa. Aquí me toca decir lo siguiente: soy un tío que me considero bastante organizado, tanto es así que 3 días antes de volverme a Siena empecé a hacer una lista con todas las cosas para llevarme, añadiendo poco a poco aquellas de las que me iba acordando. Lo traía todo, TODO, ABSOLUTAMENTE TODO, hasta cubiteras para hacer hielo…menos las llaves de casa…y sí, sólo me llegué a acordar cuando estando delante de la puerta intenté abrirla con unas llaves invisibles. En finnnn, empezamos de lujo. Me llego a casa de mi casera que menos mal que vive cerca y me deja unas copias, ufff. Cuando entro en mi habitación compruebo que todo sigue como lo dejé, la ropa que no se había secado tendida por todos lados, mi armario con su ropa, el cadáver de ese italiano que me tocó los cojones y…ahh, me han arreglado por fin la tele y lo que no me gusta es que no podré salir por la tele en Cuarto Milenio porque han quitado las caras de humedad de mis paredes, mierda. Víctor no me da opción siquiera a deshacer la maleta porque quiere ir a ver a la gente. Yo debería quedarme tranquilito en casa, colocar las cosas en su sitio, acostarme temprano y esas cosas que suele hacer la gente cuando tiene un examen justo el día después de llegar, pero me da pena que vaya a salir solo Víctor y le acompaño. Cena en un mejicano mientras yo le observo porque ya he comido dos fantásticos bocadillos que me había hechode jamón y queso de tetilla (dios, como los voy a echar de menos) y vamos a casa de Kike y Santi. Kike no llega hasta mañana y Santi mi tocayo está ya dormido, porque él sí es una persona responsable. Primera visita fallida. Nos acercamos a casa de Javi y Patri. No están, dice Víctor que le habían dicho que pasaban una noche en Roma antes de llegar. ¿Y no lo podías haber dicho antes, mamón? Vamos a la residencia de Jesús (que como ha venido con nosotros en el avión y tren nos consta que sí está), Alberto, Cris y Alaitz. La última como es vasca todavía no ha llegado (no sé que tiene que ver una cosa con la otra pero me apetecía ponerlo). Los otros 3 sí, pero no tienen pinta detener ganas de salir porque de hecho despertamos a uno que tiene toda la cara de agradecernos mucho esa visita repentina. Bueno, al menos a alguien hemos visto. Camino de casa nos pasamos por el piso de Julia, que también está y sus coinquilinas madrileñas se ve que tienen también ganas de fiesta el primer día de llegada porque se están bebiendo un tintazo. Por último, nos pasamos por Al Cambio, que ya se echaba de menos, pero es temprano relativamente y hay poca gente, aunque saludamos a alguno que otro.
A la mañana siguiente cuando suena el despertador a las 7:30 me acuerdo del cabrón de Víctor y pongo a Dios por testigo de que la próxima vez que me ofrezca salir a lo loco para buscar a la gente sin saldo de móvil va a ir el Tate Ramírez. Me pongo a estudiar y después voy a comer a la mensa. Efectivamente, los rumores que había oído eran ciertos: la mensa ha subido 50 céntimos todos los tipos de menús, malditos hijos de puta. Ahora el bagaje de gasto en comida va de 2,10 a 3 €, la cosa se pone cara. Y por si teníais dudas, NO, no han aumentado calidad o cantidad. Berlusconi ya no es tan colega como yo creía. Veo a algunos conocidos que están en mi misma asignatura del examen de esta tarde que me dicen que creían que el examen era el viernes, no hoy. No les hago caso porque a mí el tío me contestó por correo que era el miércoles, a las 2 de la tarde. Cuando llego a la facultad compruebo que debió contestarme el día de los Santos Inocentes porque efectivamente ni era el miércoles ni era siquiera a las 2 de la tarde, es el viernes a las 4. Maldito viejo que chochea, y yo encima preocupado en el tren ayer estudiando. En fin, me voy a recargar mi saldo de Wind y llamo a esta gente a ver qué hace. Víctor me dice que está en una tal «Fonte parlante». Como nunca he ido voy y veo que es una fuente bastante grande que tiene peces que podrían comerme a mí de un bocado. Opción de celebración en esa fuente descartada. Víctor y yo vamos a hacer la compra y más tarde voy a una clase para ver qué tal van y ese tipo de cosas que suelen hacer los estudiantes. Dejo de sentirme mal cuando veo que somos 4 alumnos y la profesora, menudo récord. Al salir voy directamente a la mensa con intención de reanudar después de cenar mi operación «Santi petado» en el gimnasio. Ceno sentado con la chica portuguesa que me ha invitado mañana a su fiesta de cumpleaños y cuando salgo me encuentro con la trupe de mi grupo que no vi ayer y me incitan a que me deje de gimnasios y tonterías y salga esa noche, en plan reencuentro. Me convencen los muy mamones, voy a casa, me ducho y cuando intento localizarlos no tienen cobertura ninguno. Deduzco que están en casa del murciano entonces, tiro para allá y cuando entro en su casa en plan «he llegado señores, que comience la fiesta»…veo que los muy perros la están terminando. No hay internet para ver el partido del Barça-Betis, no hay cartas ni alcohol, luego como no hay nada se van. Me quedo planchaísimo y como paso de irme así a casa, me paso por la residencia del secuntino que fijo que está viendo el partido. Efectivamente sí, pero justo cuando llego ha acabado la primera parte y ha marcado Messi. Maldito balón de oro, haz más grande la herida. Me da pena ver como a pesar de haber jugado bien el Betis, el Barça es una máquina de marcar goles. Pero no pasa nada, confío en una remontada histórica…
El jueves volvemos a ser 4 en clase. Se supone que el resto de la tarde la tengo llena de asignaturas pero lo de haber llegado tarde a Sienatiene ciertos inconvenientes como el no enterarte que hay profesores que rehuyen de sus obligaciones y deciden acabar de dar las clases una semana antes del momento oficial. Obviamente para mí que ellos sean tan poco responsables me importa 3 pimientos y aprovecho para estudiar para el examen del viernes, que con el traqueteo del tren el otro día no me terminé de enterar si en monopolio es mejor una estrategia agresiva o defensiva. Cuando llego a casa Víctor me presenta a su primo que ha llegado con 2 amigos, y los 4 van a dormir en la habitación, aunque no me preguntéis cómo. Son bastante personajes, pero yo tengo poco tiempo para charlar de lo humano y lo divino con ellos porque toca la fiesta en casa de la portuguesa. No me ha dado tiempo a comprarle nada (además, su cumpleaños ya fue y esto es un poco un paripé, una excusa para comer y beber todos juntos). Cuando me abre la puerta, me mira con cara de pena y me dice «Santi, tengo una mala noticia». Ea, pues ya se me jodió la noche, fijo que me suelta que no hay comida, la gente se ha rajao o directamente no hay fiesta. «Eres el único chico de la fiesta». Trato de contenerme y no dar saltos de alegría porque se ve que la chica se ha tomao en serio lo deque me pueda molestar ser el único macho de la fiesta cuando hay 20 tías, así que le sigo el rollo y con mis mejores dotes de actuación pongo cara de circunstancia y digo «mujer, no te preocupes, no pasa nada». Hay vino, comida portuguesa y polaca (no sé cómo lo hacen pero siempre terminan cocinando las polacas), música, y, como he dicho, mucha mujer, aunque como sabréis muchas veces lo que puede parecer una situación muy favorable se acaba convirtiendo en tu contra y cuando llegó Joao, el único chico portugués, rodeado de su elenco de chicas portuguesas, monté un rincón de conversación de fútbol y batallitas navideñas varias. La noche iba muy bien, nos jartamos de comer, bebimos moderadamente y tal, pero cuando salíamos de casa para se supone ir a algún lado se ve que la gente es responsable en época de exámenes y me dejaron solo ante el peligro, así que como pasaba de irme de bohemio de fiesta, me fui a casa.
El viernes me levanto para repasar (si es que hay algo que repasar, claro) y como hasta las 4 no es el examen me da tiempo a desayunar en familia con todos los que han venido a visitar a Víctor, saludar al puto capo que ya ha vuelto de Alemania y está el tío como siempre, hecho un crack, comer con los de Palencia que todavía no los había visto, tomarme un café con ellos mientras repasábamos, hablar de meterme en el Comunio que han hecho (ya empezamos, no me conformaba con tener una liga sólo, no…) y hacer un examen en el que de nuevo el profesor encuentra preguntas en esos rincones del libro que tú ni sabías que existían y tienes que tirar de labia y de imaginación para poder completar las preguntas. Esto está aprobao, fijo. Por la tarde descubro que mis amigos quieren irse a Florencia a salir esta noche. Yo me lo pienso pero termino cayendo como un campeón cuando me dicen «no no, si es que contigo directamente ya contábamos, ya te hemos incluido en lo que hay que pagar del ron». Pues nada, estos amigos míos que deciden por mí y me obligan a salir me caen cada vez mejor. Quedamos directamente en la estación de tren y allá que vamos, sabíamos que este día algún día llegaría. Cuando llegamos a la estación de Florencia después de haber tenido un viaje muy andaluz, con cánticos varios, palmeos y demás, lo primero que hacemos es ir a comer algo al McDonalds que a mí el bocadillo de jamón que me hice no me quitó el hambre. Nos hacemos amigos de una tal Yenni que nos atiende y Víctor recibe de regalo un helado, aunque luego comprobamos que el regalo es simplemente una oferta que tienen ahora y ya está, pero la ilusión no se la quita nadie al chaval. Vamos por el centro de la ciudad (joder, no me canso de ver el Duomo de Florencia…) hasta que caemos en una plaza donde hay un jabalí (pero en bronce, no os vayáis a pensar que estaba el bicho allí suelto y tan pancho) y donde se supone que todos los Erasmus de Florencia se van a beber. Se ve que los Erasmus de Florencia son las visitas de los Erasmus de Siena, porque al principio estamos nosotros nada más. Eso sí, no para de pasar gente por el jabalí porque al parecer da buena suerte pasar la mano y dejar caer una moneda por la lengua o no sé qué…en fin, que cualquier excusa es buena para sacar dinero. Kike con 2 cubatas y siendo como es no para de hacerse amigos de todos los que pasan y hasta se hace fotos con unos chinos que echan también la moneda correspondiente. Nosotros más tarde conocemos a unos chavales de Andalucía que están en la plaza. Cuando le pregunto a uno de ellos por dónde se sale aquí me dice que él es relaciones de una discoteca muy conocida, de las de más de moda ahora, y que está llena de…bueno, la palabra exacta que usó mejor no ponerla, digamos, por decirlo de una manera fina, que dijo que estaba llena de «señoras que hacen negocios nocturnos». Yo, sin más indicaciones, dije «¿ah sí? ¿pero de pago?» y él sin más vacilaciones me dijo muy serio «hombre, claro, es una discoteca de nivel». Yo me quedé bastante impresionado, pero menos mal que seguí indagando en el tema porque el chaval realmente al haber dicho lo que dijo realmente quería decir que había muchas mujeres, digámoslo bien, ligeritas de cascos, y que cobrasen o no sería ya cosa de cada una, y que lo de cobrar se refería a la entrada de la discoteca. Los amigos de Víctor que le han venido a visitar nos encuentran porque su hostal está al lado y nos han escuchado tocar las palmas y cantar. Qué grande. Más tarde nos despedimos de ellos. Uno me garantiza que tengo casa en Fuengirola. Pues habrá que ir algún día, oye.
No obstante preferimos ir a la zona más barata después de haber conocido a otros Erasmus españoles que nos la recomiendan, y que después volvemos a encontrarnos en la discoteca. Cuando vamos a entrar nos dicen que sólo están en lista las mujeres (a lo que yo pienso «claro, todas las mujeres del mundo están en tu lista de 2 folios, serás capullo…») pero por fin ser Erasmus tiene alguna ventaja y con el acento nos dejan pasar sin más. Al menos esta vez SÍ soy Erasmus, no como aquella vez que en Sevilla me tuve que hacer pasar por uno para poder entrar en una discoteca, tiene huevos. El sitio está bien y bastante petado, aunque no me gusta nada una negra de estas que va por ahí con una cámara haciendo fotos para luego subirlas, y no porque fuera negra sino porque cuando me voy a poner en la foto con mis amigos me señala y me dice, así de manera totalmente aleatoria: «tú no». No recuerdo si al final hizo la foto o no, sólo recuerdo que estar en la plaza del Duomo de noche, todo iluminado, y sin un alma que te moleste para ver todos los detalles de las puertas del Baptisterio es una auténtica gozada. La vuelta fue dura y ya de mañana, pero menos mal que tus amigos te despiertan cuando hay que bajarse. Al llegar a Siena ocurre uno de estas cosas que también tenían que pasar tarde o temprano: cojo el autobús público. CHAN CHAN CHAAAN, por fin ocurrió. Obviamente me compro un billete pero no lo pico, éste me dura a mí hasta que me vaya de la ciudad.
Al día siguiente ocurre un milagro porque yo tenía puesto el despertador a las 6 de la tarde pero me levanto a las 2 y media sin sueño, justo para comer. Por la tarde, mientras vagueo en casa, vienen 3 de nuestros amigos de correr, charlamos un rato mientras les tengo puesta de fondo música de Semana Santa (madre mía cómo la voy a echar de menos este año) y me invitan esa noche a cenar pavo al horno con patatas. Obviamente aceptamos Víctor y yo, y mientras vemos como pierde el Sevilla disfrutamos de un pavo que estaba que ni os cuento. La noche no da para mucho más, una jornada tranquila, hacemos las reservas de hostales de Holanda, echamos unas cartas, y para casa.
El domingo almorzamos sopa con fideos. Aunque la proporción que echó Víctor nos permitiría hablar más bien de fideos con sopa. No era la que hace mi madre pero no se podía pedir más. Por la tarde vamos a casa de Kike y Santi a echar una jornada de fútbol, vemos el Madrid (unos le marcan 8 al Almería y otros sólo le pueden empatar, qué le vamos a hacer) y el Barça (así sí se juega al fútbol). Cenamos, unas briscas y para casa a terminar de escribir este correo y reservar lo de Berlín.
Las fotos son de diciembre, de Pisa, están algo atrasadas pero era el único material gráfico novedoso que os podía dar. Como comprobáis no soy uno de esos capullos que hacen el mongolo de manera tradicional con la torre de Pisa…yo lo hago, sí, pero diferente. Esta semana voy a Holanda, con paradas en Ámsterdam, Utrecht y Eindhoven. No digo más.
HE VUELTO, SEÑORES. Y esta vez, es para quedarme.
