Titulares: «Las orgías de Berlusconi ya tienen película porno».
Después de un ameno descanso post-Ámsterdam, me levanto replanteándome mi vida. ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué hace tanto frío en mi cuarto? Sin resolver ninguna de las preguntas me voy al rectorado porque han abierto las plazas para apuntarse al viaje a los carnavales de Venecia y vamos a pagar. Resulta que han abierto 50 plazas y a mí me toca una de las 5 últimas, pero a varios de nuestros amigos no por llegar 5 minutos después de nosotros…menos mal que días después abrieron otras plazas y asunto solucionado. Vamos a comer a la mensa, donde no faltan los saludos a la gente y los típicos comentarios jocosos con sonrisilla incluida: «queeee, sin neuronas para estudiar, ¿no?». Pues la verdad es que no, pero no me hacía falta irme a Ámsterdam para ello. Como hace un buen día nos pedimos un café para llevar y nos lo tomamos sentados en la Piazza. Desde luego la idea se ve que no la hemos inventado nosotros, a juzgar por como tenemos que patear a la gente para que nos deje un sitio donde sentarnos, pero qué a gusto se está allí, rediós. Sin ninguna gana demovernos, me voy con la parejita madrileña tranquilamente a coger un bus que nos lleve a la estación de tren para desde allí subir al estadiode baloncesto. Ah bueno, se me ha olvidado contaros. Hace muchos años alguien cogió una bola de papel, la tiró a una papelera desde lejos y se dijo «oye, qué divertido, podemos hacer un deporte de esto». Así nació el baloncesto. Es verídico, buscarlo en Wikipedia. El caso es que después de muchos años de evolución ha coincido que este año debe ser el año chino del «forrao», caracterizado porque se gasta mucho, y hay un complot mundial para que yo no pare de gastar sea lo que sea, y en este caso pues todos los equipos españoles de baloncesto vienen a jugar contra el Montepaschi, y mira tú por dónde el miércoles le toca al Real Madrid. Tócate mazo los cuyons. Lo que no sabía yo es que también hay una conspiración en Siena para que no nos enteremos de cómo, cuándo y dónde hay que coger los autobuses porque lo que vino después es tremendo.
Se supone que tenemos que coger la línea 10, que según el cartel de paradas VIENE CLARAMENTE ESCRITO que va a la estación. Pues bien, lo cogemos. Y el bus empieza a bajar por calles, lo cual tiene sentido, la estación está para abajo. Lo que no tiene sentido es que derepente aparezcamos en una calle que según mi orientación está a tomar por culo. Y además…un momento, ¿por qué subimos ahora? «Javi, tú estás seguro de que esto lleva a la estación, ¿no?» «Sí sí». Los madrileños se ve que tienen una lengua co-oficial como el euskera o el catalán y resulta que un «sí sí» acompañado de un gesto de asentimiento rotundo y de seguridad quiere decir realmente «no, pero no voy a reconocer que posiblemente no lleguemos a la estación por mi culpa». 10 minutos más tarde de responderme aparecemos en un barrio residencial de casitas, todo muy bonito…pero es la primera vez que veo esa zona y DESDE LUEGO allí la estación no está, ni por asomo. Le preguntamos a una chica que parece de Siena. Con su simpatía particular nos viene a decir que no tiene ni zorra. Como hay un cartel que pone que no se le hable al conductor, y estamos montados sin picar el billete que ya nos parece suficiente ilegalidad, no queremos liarla con una segunda, así que decidimos seguir montados para no quedarnos en medio de la nada y ver dónde carajo aparecemos. A los 5 minutos estamos saliendo de Siena por una autovía. La tensión se masca en el ambiente.
No sé si os he contado que tengo una manía que es ser un antimanías (bueno, me consta que algunos que leen estos correos lo saben debuena gana). Una de las que no tolero es que la gente se muerda las uñas, y tiendo a dar manotazos cada vez que veo a un amigo haciéndolo. Pues a Patri en el autobús tuve que dejar de dárselas porque tenía miedo de arrancarle la mano de tanto que le daba ya. El nerviosismo era latente y casi presencio una pelea de pareja porque Javi seguía emperrado en que ese bus iba a la estación. Nos llama Víctor al móvil, que ellos se habían ido andando 10 minutos antes que nosotros y se supone que iban a tardar una media hora en llegar, sino más. Ya han comprado las entradas. Tiene huevos. Nosotros les decimos que tranquilamente estamos haciendo un interesante tour por unaSiena que no conocíamos. Deberíamos habernos callado más pronto porque de repente estamos en una carretera de campo donde un cartel nos avisa que salimos de la «Comune di Siena» para entrar en la de Monte no se qué. Ya está. Hay varias opciones: o todo es una broma y nos están grabando, o el karma ha hecho esto para castigarnos por no picar en el bus, o todo es un montaje para secuestrarnos, llevarnos a una casa aislada en el campo, matarnos y vender nuestros «sanos» órganos, o si no es nada de esto al final del todo mataremos igualmente a Javi, por listo. El caso es que cuando ya parece que Siena no se puede ver más lejos, volvemos por el mismo camino. Bueno, al menos parece que secuestrarnos no nos secuestran. Ya en la ciudad volvemos a la plaza donde empezamos, sólo que para en otra acera. Javi se termina de convencer: ya está, ahora sí, después de esto sí va a la estación, simplemente lo cogimos mal. Paro a Patri que con ojos de asesina iba a estrangularlo. Sospechosa y preocupadamente el autobús empieza a hacer más o menos el mismo recorrido de antes, sólo que en una calle hace un giro diferente y…CHAN CHANNN, al final Javi tenía razón y aparecemos en la estación.
Nos bajamos del autobús 45 minutos después de habernos montado. Maldito servicio de autobuses de Siena. Víctor y los demás ya están en casa con su entrada comprada y disfrutando de la tarde maravillosa que hace. Nosotros compramos la nuestra con cara de mala leche, y sin saber por qué, después de la experiencia, nos montamos en otro autobús para volver a subir. ¿Es que no aprendemos nunca? Pero esta vez sí, llegamos rápido. Al menos no hemos picado el billete, ¡CHÚPATE ESA, SIENA! Como necesito descargar energía para relajarme después de la tarde tan echada a perder, voy al gimnasio que ya es hora de ir empezando. Cuando llego a casa a ducharme no consigo mover los brazos bien. Cómo echaba de menos ese dolor. Víctor y yo cenamos una preciosa tortilla de patatas que ha hecho, yo friego y mientras, se le mete en la cabeza que veamos una película juntos esa noche, ya que no salimos. Le digo que vale, y me dice que se está descargando «Transporter»…ehhhh Víctor, tengo muchas descargadas en mi ordenador, ¿por qué no vemos una de esas? Vale vale, a ver cuáles tienes. Casino, Scarface, Los intocables de Eliot Ness, Un tranvía llamado deseo, Gigante, El cazador, La vida es bella en italiano, Senderos de gloria, Bienvenido Mr. Marshall…bueno, qué, te dejo elegir Víctor, ¿cuál quieres? Un momento Santi, cuál es esa que tienes ahí…¿Mentiras y gordas? Me suena, ¿por qué no vemos esa? ¿es española, no? Sí, Víctor, sí, y Bienvenido Mr. Marshall también…bendito el día en que, no recuerdo por qué, me bajé esa película y más tarde le dejé elegir a Víctor. Obviamente la película es mala, no, lo siguiente. Me acuesto de mala leche, tal y como empezó la tarde.
El martes se supone que me tenía que levantar temprano para hacer una cosa que se llama «estudiar», que según mis recuerdos consiste en coger unos folios llenos de letras (o números, en su defecto) y memorizarlos. Pero hace frío en mi habitación y debajo de las sábanas se está muy calentito, con lo cual me termino levantando 2 horas más tarde de lo normal, tiempo justo para haber perdido la mañana y no quedarme otra que ir resignado a la mensa a comer. Después, mientras nos tomamos un café en la Piazza, vemos que hay mucha gente arremolinada, policía cortando el tráfico y un tío que indica a la gente donde colocarse: van a rodar la escena de algo. De todos ellos hay uno que parece el importante, lleva traje y gabardina y la gente se hace fotos con él. Nos ve en el balcón y nos saluda, le devuelvo el saludo mientras que digo por lo bajo «te conocerán lo que viene siendo aquí». La que lían para una escena en la que él tiene que hablar por el móvil y solamente hay gente que pasa por la calle. Lo mejor de todo es que el protagonista es un poco…no sé como explicarlo exactamente, pero digamos que tenía un pequeño espejo de bolsillo en el que no paraba de mirarse. En fin. Cuando mis amigos bajan le preguntan a él en persona que qué es eso que están grabando y les dice que es una serie italiana y él es el protagonista. Pues mira qué bonito. Yo después me voy al gimnasio y pienso en pasar la tarde tranquilamente en casa, ver alguna película (esta vez yo solo y que sea buena) y dormir, pero bendito el momento en que en esta dichosa ciudad se creó un grupo Erasmus que parece ser que su misión en la vida es matarnos de cansancio, y bendito el momento en que me metí en Internet para ver que me habían invitado a la fiesta en casa de alguien que apenas conozco. Al principio pasé del tema, pero mi boca le terminó preguntando a Víctor…»¿tú tienes ganas de salir?». Evidentemente, mi cerebro sabía la respuesta de antemano, un tío que de las dos asignaturas de este semestre ya tiene aprobada una sin apenas estudiar y la otra es Informática que hasta marzo no tiene el examen pues qué va a decir, que claro que sí. Cenamos en casa y vamos a casa de los de Palencia para efectivamente terminar luego en esa fiesta. Gente de todos lados ya «alicatada» porque hemos llegado los últimos. Y después, por supuesto, Al Cambio. Conozco a una chica de…¿Ecuador?, pero ahora nacionalizada italiana…¿creo?…bueno, el caso, que se va de Erasmus a Sevilla después de estar haciendo su Erasmus aquí en Siena…espera, si está haciendo su Erasmus aquí no puede ser nacionalizada italiana…da igual. También descubro gracias a dos irlandesas que resulta que a la gente le gusta inventarse lenguas y también existe el irlandés y resulta que ahora no puedo ir a Dublín sabiendo inglés, no me serviría de nada, cazzo.
El miércoles me digo: «hoy sí, hoy sí estudio»…y la euforia me dura dos segundos, hasta que recuerdo que hoy era el partido del Montepaschi y después la fiesta esa. Me voy a cagar en la madre que los parió a todos. Quedo con esta gente para ir andando al estadio mientras nos comemos unos trozos de pizza (qué raro, ¿pizzas en Italia?). Cuando llegamos ya nos conocemos el percaz, y aunque nuestras entradas están en la zona más barata, nos vamos a la puerta de los visitantes, nos hacemos pasar por españoles (no, espera, es que somos españoles) y nos dejan pasar a todos. Somos una buena marea de gente con banderas, pancartas y muchas ganas de gritar aunque los antidisturbios se ponen un poco nerviosos y nos preguntan si somos de los que además de animar matamos a gente. Les respondemos que hasta hoy todavía no se ha dado el caso, y de buena gente relocalizan a todos los italianos de nuestra grada para que podamos estar todos juntos. Al principio me gusta el gesto que han tenido, pero luego caigo en la cuenta que simplemente es una manera de centrarnos a todos por si empiezan a lanzarnos botellazos poder defendernos. Pero la cosa no va a mayores, solamente unos cuantos italianos de alrededor se ponen nerviosos con un catalán, del Barça, pero que odia a la gente de Siena y se ha traido la bandera española y anima al Madrid como el que más. Por cierto se sentaba al lado mía, y ya estaba pensando «verás, al final la lía». Pero no. Asistimos a un partidazo increíble, remontada del Madrid incluida, cánticos a Felipe Reyes sobre Córdoba (nos saludó, muy majo) y para los que tengan alguna duda, sí, animé al Madrid, qué le vamos a hacer.
Después del partido vamos a casa de Feli que está solo a beber un rato que luego tenemos fiesta en una discoteca nueva. Sí, habéis leído bien, Siena tiene más vida aparte del Cambio. Sin necesidad de matarnos para subir en el autobús, llegamos en relativamente poco tiempo a una discoteca a las afueras de Siena con sus porteros, sus azafatas, sus chupitos gratis y todos sus habíos. Hay mucha gente pero sin pasarse, y gracias a eso pasamos una noche muy agradable. Conocemos a dos ecuatorianos, un chico y una chica, que maldita sea la buena sangre que tenemos los españoles porque los genes que dejamos allí permitieron que naciera una diosa como aquella chiquilla. Estaba malita la pobre.
El jueves hago algo durante el día…pero no recuerdo exactamente el qué. Creo que comimos Víctor y yo en casa y después me fui un rato al gimnasio, pero tampoco me hagáis mucho caso. Lo que sí sé es que por la noche estuvimos otra vez en casa de Feli y estuvimos tan bien arreglando el mundo y charlando de lo humano y lo divino que nos dieron casi 4 horas de charla y cuando intentamos ir Al Cambio nos dijimos «entrar en una discoteca con las luces grandes encendidas es sinónimo de que te echen en 5 minutos».
El viernes veo un clásico del cine, «Bienvenido Mr. Marshall», y después de partirme de risa un buen rato vamos Víctor y yo a la fiesta sorpresa que le vamos a dar a Gordon…perdón, al puto capo. Vamos a la casa de unas amigas, apenas si cabemos en el salón/cocina, pero eso sí, qué casa más cuca oye, su segunda planta abuhardillada, sus vistas de Siena considerables, su mezcla nuevo-moderno…Con tanta comida en la mesa y con Gordon sin venir nos ponemos un poco nerviosos y nos acabamos todas las patatas fritas que había puestas y yade paso las del vecino. Menos mal que la puntualidad alemana es latente en mi amigo y llama a su novia diciendo que ya viene. Lo que no contaba la llamada era con tener incorporada al mismo tiempo una llamada a mi móvil (que será de las pocas veces que lo tengo puesto con sonido) cuando justamente Sara pasaba por mi lado hablando con Gordon. Claro, se suponía que en la casa no tenía que haber nadie más, pero no pasa nada, habrán sido interferencias…¿verdad Gordon? Bueno, los detalles de la llegada y el típico «¡sorpresaaaa!» general los omito porque son demasiado tópicos. Eso sí, lo que no es tan tópico es haberle cantado el cumpleaños feliz en italiano, inglés, portugués, alemán, español y polaco (este último era el único que el ritmo era diferente, se ve que Hitler sólo se dedicó a matar polacos pero no se preocupó por enseñarles el cumpleaños feliz de toda la vida).
Pasamos una noche genial y cuando ya se va todo el mundo, obviamente a los españoles e italianos son los últimos en tener que echar, por qué será, no será porque quede alcohol por un casual, ¿no? Vamos un rato a casa de Feli a reunirnos con nuestro grupo de amigos españoles y esta vez, por cambiar, nos vamos al Café del Corso. A una amiga mía, a pesar de que está lleno de gente, no se le ocurre otra cosa que pedir una canción de karaoke y dejarme tó tirao mientras ella se va al baño. Menos mal que otra cosa no, pero los mediterráneos somos cantores como decía Serrat y no soy el único que se anima. Es más, literalmente me robaron el micrófono mis amigos, serán cabrones, yo que quería mi momento de gloria.
El sábado me habría dicho «hoy sí, hoy volver a salir es de matao» y lo hubiera cumplido si no hubiera sido porque Gordon al principio había fijado su fiesta de cumpleaños el sábado, por ello que la de ayer era sorpresa, y como es muy alemán si estaba fijada, fijada queda, y aunque ya celebramos ayer bastante, HOY también toca. Me voy a cagar en el imperio austrohúngaro y en Otto Von Bismark. Obviamente con un «no Gordon, soy un chico responsable y hoy toca descansar un poco» hubiera bastado, pero seguramente no hubiera aceptado la disculpa por aquello de que vive enfrente mía. De todas formas no me arrepiento de ir, conozco gente nueva, estoy toda la noche hablando italiano, pruebo comidas polacas que aún no había probado, veo por Internet que Pedrito vuelve a marcar después justamente de haberlo vendido en el Comunio, y bailamos un buen rato. Después me quedo satisfecho de mí mismo porque en vez de ir al centro donde se supone encontraré a mis amigos decido quedarme en casita. Bueno, para qué engañarnos, si me quedo en casa es porque son cerca de las 3, llueve y no tengo paraguas.
El domingo comemos en casa Víctor y yo con la parejita madrileña. Javi, campeón en su facultad de Mus, nos enseña a jugarlo. Mierda, no nos bastaba con la brisca, ahora tenemos un juego de cartas más al que engancharnos. Después de volvernos un poco más ludópatas, ellos se van a casa de Kike a ver el Madrid, pero yo decido quedarme en casa a ver Trainspotting (con la que se me quitan todas las posibles ganas que pudiera tener de probar la heroína), cenar, fregar, ducharme, poner una lavadora y ese tipo de cosas ajenas al desfase y la fiesta que implican también estar de Erasmus (sé que esta realidad aterradora acaba de quitarle las ganas a muchos de irse de Erasmus, pero no os asustéis tanto, no son actividades mortales…bueno, según se mire).
Y esto es todo.
P.S: yuju wei.