Relatos

21 días con Santi

Los que le conocen aseguran que es «güena hente er shavá». Al menos, algunos de ellos. Su madre dice que está comiendo mu poquino ahora que está en Madrid. Su padre, que se está dejando el sueldo en copas. Y su hermana directamente se tapa la cara y mueve la cabeza resignada.

Para comprobar todo esto y analizar sus razones y consecuencias, pasamos: 21 días con Santi.

Lo primero que nos llama la atención cuando nos encontramos con él es la ascendencia japonesa de nuestro sujeto de estudio: nos recibe sonriendo y no le vemos los ojos. Cuando le hacemos la primera pregunta al respecto, se ríe, pero en vez de contestarnos a la pregunta nos empieza a contar una anécdota de un collar un tanto raro que luce orgulloso. No sabemos cómo pero de repente han pasado 2 horas, de la ascendencia japonesa seguimos sin saber nada, pero Santi ya nos ha contado que fue cinturón negro de karate (palabra que pronuncia de manera extraña), que tiene que ir a India a tatuarse el símbolo (o eso le hemos entendido), y en medio ha saltado por anécdotas de Italia, Dubái y su amor por el cine.

Estamos intentando darle un sentido a todo lo anterior cuando parece que Santi se cansa del paseo. «Bueno amo a tomanno una servesita ¿no?». Parece que el paseo le ha dado sed a Santi, pues 3 o 4 cervezas se bebe fácilmente. Además comprobamos que por muy blanco que esté, vampiro no es porque se ha negado a meterse dentro del bar y él quiere su «terracita ar só«. Le recomendamos que se mire la proporción de vitamina D en sangre, que con el rato que lleva expuesto a la luz eso de que no coja color se hace un tanto extraño. Como quien no quiere la cosa nos suelta que le pasa lo mismo en su piso de la playa, y ya de paso alardea orgulloso de otras casas que dispone por el mundo: Coruña, Rota, un pueblo perdido por la sierra de Huelva…cuando hicimos nuestra investigación previa no sabíamos que estábamos ante todo un terrateniente.

Se ve que tras la quinta cerveza a Santi le ha entrado el hambre, así que entramos en un restaurante a comer. Le decimos que todo esto lo paga el programa por supuesto, y tras pedir 15 platos para las 3 personas que somos sigue hablando. Honestamente no hemos vuelto a hacerle una pregunta desde la primera, pero parece difícil que nuestro individuo vaya a callarse. En medio de la comida, descubrimos la faceta de mago de Santi. «Ira ira vas a flipá». Coge el tercer vaso de vino que se ha echado de la botella y se lo echa por la manga de la camisa. ¡Y no se mancha! Mientras se rellena la copa porque el carajote ha malgastado la anterior con el truquito, empieza a hablarnos de las maravillas de esas camisas. Ya conocemos la profesión oculta de Santi: comercial de camisas ignífugas (no lo ha probado con fuego, ya, pero se intuye). Este chico es una caja de sorpresas.

Tras pagar la cuenta conseguimos arrancarle la segunda pregunta del día: ¿de qué trabaja realmente? Pero Santi no se limita a oír la pregunta sin más, no. Estamos ante un hueso duro de roer que emplea todas las herramientas posibles de distracción. Mientras nos escucha nos mira fijamente, junta las manos y empieza a hacer un sonido algo macabro de los dedos contra los nudillos, el cual no entendemos cómo consigue sacar. No contento con eso, como el mejor de los políticos no nos contesta directamente, y propone sin miramientos: ¿una copita y os lo cuento? El cámara y yo ya vamos con 3 estrellitas del GTA en lo alto y aquí el colega quiere un cubata…empezamos bien el primer día. A este ritmo y lo esquivo de las preguntas, nos esperan otros 20 días de programa jodido jodido.

La tarde va muriendo en un mar de anécdotas que empieza a contar, las va enlazando unas con otras, y luego quedan en auténticas bazofias sin mucha materia, u otras directamente no son acabadas y se reemplazan por cuando estuvo de Erasmus en Siena o no sé qué. Por fin se va el sol de la plaza, y tras pagar los mejornocontar cubatas pedidos y levantarnos a duras penas, nos lleva a su piso. Santi será muy terrateniente para algunas cosas, pero para otras madre mía. Cabemos los 3 de milagro en su salón-cocina y nos ofrece un aperitivo: más cerveza (no por Dios), patatas fritas, aceitunas y parte algo de queso. Ves tú, el chaval es apañao y buen anfitrión. Se ducha y para sorpresa nuestra, sale vestido de nuevo con otra ropa: “bueno venga acabarse la cerveza que vamos a una casa a beber y luego a una discoteca”. ¿Cómo cómo CÓMO? ¿Sin cenar? “No hombre, si ya hemos cenao. Ahora pasamos por el chino, compramos el lote y si os habéis quedao con hambre, un kínder”. Abro su nevera y veo que aunque quisiéramos, tampoco íbamos a poder cenar mucho más, porque la comida brilla por su ausencia. Mi compañera y yo no damos crédito y no nos da el cuerpo y la cartera para más, pero estamos sujetos a lo que él mande…

La cabeza me duele a horrores, no sé ni dónde estoy y no recuerdo bien qué terminamos haciendo ayer. Nos fuimos a aquella casa, bebimos, nos fuimos a un pub, nos encontramos a otros amigos de Santi con los que luego fuimos a una discoteca y luego a desayunar…creo. La luz se hace en el cuarto y es el cabrón de Santi que me desea los buenos días con toda la alegría como si ayer no hubiera hecho nada. “Uuuhhh qué mala carita me traéis.” Nos cuenta el secreto mejor guardado de la humanidad contra las resacas: comer mucho, beber mucha agua y un ibuprofeno antes de dormir. “Y en casos extremos, el Benadón”. Ya tenemos otro trabajo de Santi: comercial farmacéutico. Santi se ducha y vuelve a salir vestido OTRA VEZ. “¡Venga darse brío que tenemos reserva en un restaurante!”. ¿Pero este tío qué coño se mete? Nos cuenta que es que ayer le escribió un amigo para quedar para comer, ver el partido del Barça con unas copillas “y luego ya vemos”. Por fin tenemos algo más de datos: Santi es del Barça. No entendemos muy bien el por qué, y cometemos el gran error de preguntarle: otro laaargo rato para que termine diciendo “no he pisao el Camp Nou en mi vida, Hulio”.

El caso es que empezamos a entender lo que nos ha contado de que no ahorra ni para pipas, «¿pero y lo felí que vivo yo sin sabéh decí que no nunca a ningún plan?«. El restaurante donde ha quedado con unos amigos es un italiano donde Santi hace alarde de lo que él dice que es un C1 de italiano. Todo el mundo hablándole a la camarera en español pero él no, él va y dice 4 palabras en la lengua de Dante, las suficientes para descubrir que la chavala es de Cuenca y no le ha entendido ni papa. La cuestión es que Santi es cabezota y no se da por vencido y sigue hablando con la camarera. Pasa un rato hasta que nos damos cuenta: el macho alfa está intentando ligar. A su manera, desde luego. Ahora entendemos por qué está soltero. La conversación que la pobre camarera sigue por compromiso acaba con Santi dándole una tarjeta de visita, lo cual nos sorprende. ¿También es Relaciones Públicas? Sus amigos se ríen y nos dicen «¿ah pero a vosotros aún no os había dado?». No podemos describir la tarjeta en horario infantil, lo sentimos.

Por la tarde mientras vemos el partido nos cuenta un poco más, si cabe, de su relación con el fútbol. De pequeño era del Dépor, equipo con el que aún simpatiza. «Es que yo soy medio gallego, ¿sabéis?«. Nos habla de Coruña como si fuera de allí desde chiquetito, pero salta con el pueblo de su madre, Aroche, y casi se le saltan las lágrimas. «Es que me bautizó un cura gay allí y de acordarme me emociono». Sin tiempo de entrar en más detalles sobre tan jugosa historia, pasamos a la religión. Para todo lo agnóstico que es, bien que le gusta la Semana Santa de Sevilla. Total, que su ciudad y el Gran Poder son «lo máh grande». Santi es un ciudadano del mundo, se siente de todos lados y es muy malo en matemáticas, ya que de momento llevamos medio gallego, medio arocheno, medio italiano y 100% sevillano, y a nosotros las cuentas no nos salen.

Por seguir con la temática de las fiestas locales le preguntamos por la Feria y no nos terminamos de creer lo que nos cuenta: la Feria de 2017 se pasó 9 días seguidos yendo al Real, sin descanso. Comprobado: Santi aprovecha los momentos de ir al baño para meterse de todo, o no nos lo explicamos. Se ríe con el comentario y todo el bar se gira, lo cual no nos extraña: Santi es de todo menos disimulado con su risa histriónica que mezcla tonos de marmota y Goofy. No obstante con tanto tópico sevillanito nos vamos haciendo una idea de qué pie cojea Santi, aunque para nuestra sorpresa reconoce que no le gustan los toros y que financia a Podemos. ¿CÓMO? ¿El terrateniente que va a la Feria todos los días con traje y pañuelito, se siente capillita y trabaja en una multinacional constructora es de izquierdas? Este tío es en sí mismo la noche y el día, el cielo y el infierno, el yin y el yang, el caos y el orden, y encima le gusta el hip-hop aunque dice que en cuestión de música ya sólo se compra los discos de Nach y de Vetusta Morla. Pero no contento con eso, nos pone su lista de reproducción de “Variado” de Spotify y ya sí que flipamos: pop español, rock, reggaetón, música clásica, hip-hop, indie, electrónica, latineo, SEVILLANAS Y MÚSICA DE SEMANA SANTA…madre mía, ¿¿y es capaz de escucharlo todo junto??

Los días van pasando y comprobamos que la fiesta se le acaba a Santi entre semana: literalmente no ve la luz del sol y no llega a casa hasta las 10 de la noche. Santi es otro de esos trabajadores esclavizados del Siglo XXI que decide pasar las pocas horas que le quedan libre del día en el gimnasio y viendo alguna serie de Netflix o HBO. Que trabaja horas se nota. Que pasa horas en el gimnasio, no. Desconocemos la rutina que sigue dentro porque no nos dejan pasar con las cámaras, pero muy buena no debe ser porque el chaval…en fin. Como nos quedan escasos días de reportaje, intentamos ahondar más en lo personal y nos cuestionamos si tiene alguna inquietud de cultivar la mente, porque de momento apunta más a Hombres, Mujeres y Viceversa (sin musculitos) que a Doctorado. Responde que por supuesto, que lee todas las noches antes de acostarse y que tiene un blog.

Ojo, un blog. Si en estas semanas hemos comprobado que Santi no es parco en palabras precisamente, nos da miedo entrar ahí y sumirnos en un mar de infinitas palabras que no tiene fin. Cuando nos dice el nombre del blog no podemos evitar soltar una risotada porque ya era lo último que nos quedaba por ver.

Tras 21 días con Santi hemos perdido todo el presupuesto del programa para el resto de la temporada, años de vida, hígado, pulmones, horas de sueño, hemos seguido una cuestionable dieta y hemos conocido a mucha gente diversa de todo tipo de clase social. De su entorno podemos decir que se rodea a la perfección y que no cierra su círculo a ningún tipo de persona. De él, no terminamos de saber si es buena persona o un cabrón enfermizo, buena gente o un cuñado más de la vida, inteligente o tonto como él solo, trabajador o vago que hace como el que trabaja…pero desde luego es un personaje digno de estudio, y hay que quererlo a su manera.

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