Viernes 6 de mayo.

Veo que ni la diferencia horaria, ni el que sea otro país, ni el cambio de latitud/altitud (((jum…mi profesor de geografía del instituto estaría orgulloso))) hace que a uno se le quite la resaca. Malditos margaritas…vale que sólo tomé la mitad de uno, pero me dejé 928342 euros en cerveza a falta de cubatazos.

Lo que no ayuda tampoco es LA MIERDA de día que hace. Que ya la broma está empezando a dejar de ser graciosa. Un día bueno, dos pase, tres empieza a pasarse…pero es el quinto día que estamos aquí Y JODER. Llueve como si el Dios protestante o episcopaliano que tiene esta gente haya decidido que era buen momento y lugar para empezar el diluvio universal. Los que habéis leído hasta ahora este relato, y por 25 céntimos la respuesta acertada, por favor mencionad actividades que se les ocurra para hacer a mi grupo de acompañantes en un día así, como por ejemplo, visitar un museo. 1, 2, 3, responda otra vez:

– Visitar un museo

– Entrar en el quincuagésimo séptimo museo del viaje

– Ir a un museo a poner al niño a hacer cola diluviando mientras el resto está felizmente resguardado en un soportal

– Pagar por entrar en un museo cuya sala principal está cerrada por remodelación

– Acudir a un museo que te engaña con su nombre porque tiene otro que es más conocido en Bilbao pero que casualmente tiene réplica en Nueva York más pequeña y más mala

– Aguantar en la cola de un museo viento, marea y un niño alemán gordo vomitando que daban ganas de preguntarle ‘niñooo a ver cuando echas la morcilla y el tocino’

Pues sí amigos, entramos al Gugenheim que para los que no lo supierais hay en Nueva York y en Bilbao (mínimo, porque no tengo ganas de contrastar la información en Internet), sólo que como el último lo construyeron vascos pues claro, era más grande más chulo y más bestia. Y encima aquí la ‘rotunda’, que es una rampa en forma de caracol que define la parte exterior del museo y que supuestamente es de lo mejorcito, cerrada. Al menos nos cobraron menos y nos dieron audio-guías gratis. Y esto último menos mal, porque ya me dirás tú cómo carajo si no interpreto yo esto:

Aro cabrón, «Pintura con borde blanco» de un tal Kandinsky.

Tras el enorme éxito del museo, optamos por la mejor opción: volver a la lluvia, coger un taxi y plantarnos en la App Store de la Quinta Avenida, donde me doy cuenta que normal que vendan tanto, teniendo más vendedores que clientes por metro cuadrado y cobrando 98165 euros por unos auriculares con una manzanita que encima ha mordido alguien antes, así también me hago millonario yo sabeh o no…y hora toca hablaros de mi padre.

Mi padre es un señor gallego, y por lo tanto afable y que pregunta en vez de responderte. Pero al ser del norte claro, es de la hermandad del puño. Como estamos echando el rato en la Apple Store porque tienen sistema anti inundaciones, optamos por echar un vistazo de verdad y que no sirva sólo para posturear. Yo digo ‘bah, portátil ya tengo y móvil paso, pero aquellos cascos tan chulos y modernos…a ver que los pruebe…buf, qué flow, qué bien se escucha, qué maravilla. Venga, me los llevESPERA QUE VALEN 700 DÓLARES???? ¿MÁS QUE EL BILLETE DE IDA Y VUELTA QUE ME HA TRAÍDO A ESTA TIENDA DESDE ESPAÑA? Me cuesta menos sacarme la carrera de ingeniería y construirme unos personalizados coño…’ Resignado porque veo que no me voy a comprar nada, busco al señor de la foto, osease mi progenitor, que está buscando algo.

– Santi, a tu hermana su móvil le va regular y estaba pensando que ya que estamos aquí le podemos llevar de regalo un iPhone, pero estoy buscando las cajas con los precios y no hay manera.

Intento disimular el levantamiento cejil que me sale natural al pensar con celos propios de hermano ‘AHHH osea que  ella un iPhone sí PERO A MÍ NO, ¿NO?’, y mientras me aguanto la envidia buscamos la solución. Resulta que esta gente es tan moerna que los precios vienen en una aplicación del propio dispositivo, así que nos movilizamos hacia aquel más pequeño y por tanto, más barato, porque somos conscientes que a esta marca se le va de las manos. Mientras cojo el móvil le digo a mi padre que éste el nuevo modelo low cost que ha sacado la compañía y hasta le veo convencido…hasta que en la pantallita de precios leemos 400 dólares. 400 dólares el más barato. Mi padre observa durante 5 segundos el precio aunque yo internamente sé que su respuesta de después la tiene en mente desde el nanosegundo primero lo que pasa que tenía que hacerse el duro:

– Bueno ya pensaremos de regalo otra cosa como un boli o una bola de estas que tienen  como nieve dentro y va que chuta.

Claro que sí padre, muy bien, siendo fiel a tus principios y que nadie te diga lo contrario.

Optamos visto lo visto por algo mucho más económico ya que el primer día que lo intentamos no se podía: entrar en la Trump Tower. Una cascada interna, publicidad de «Make America Great Again» (((miedo))) y como no tenemos ganas de darle dinero al nota este, nos vamos a descansar al hotel y a resguardarnos del tiempo.

Por la tarde nos toca…Dios, estoy temblando mientras escribo estas palabras…sí, OTRO MUSEO, y sí, TAMBIÉN DE ARTE CONTEMPORÁNEO: el MoMA o Museum of Modern Art. Hemos leído que los viernes por la tarde, teóricamente a partir de las 4, la empresa Uniqlo patrocina la entrada al museo, así que como los mamones estos nos están haciendo pagar por todo y dejando propina hasta al aire por respirar, la tarde de balde no nos la quita nadie. Como el museo está al lado del hotel, el otro día echamos un vistazo y vimos un italiano bastante apetecible. Observaréis que mis queridos compañeros de viaje están teniendo mucha consideración con mi humilde sueldo al lado de sus abultadas pensiones QUE ESTAMOS PAGANDO TODOS, y todos los días comemos donde yo deseaba hacerlo: de tieso máximo en un McDonald’s, jartándome de papas fritas en el Burger, pasando a tener cara de salchicha de tanto perrito caliente comprado de improviso por la calle…pero esta vez al menos les toca chincharse porque el italiano ya va a cerrar, así que terminamos comiendo en un irlandés de al lado donde nos ponemos fino filipino.

La cola del MoMA, a pesar de que es gratis ahora, no es tan exagerada como me esperaba y va muy rápida porque llegamos incluso un poco antes de las 4. Eso sí, dentro no se cabe. El museo es la leche porque tiene obras muy conocidas. Conocidas porque salen en el capítulo en que a Homer le da por ser artista contemporáneo, sino a ver quién coño iba a conocer a Dalí y Picasso en el mundo.

Hasta aquí todo bien, todos más o menos conocidos, el colega que sale con la Sopa de Tomate Campbell es un sex symbol, de acuerdo. ¿Pero alguien me explica esto?

La de «Mierda de artista» es mi favorita…

Tras los últimos toques de arte más…extraños, al menos para mi gusto, leo el móvil y compruebo que soy el último que queda del grupo en el museo porque todos se han ido a descansar. Normá mamona: 40 trillones de obras psicodélicas solamente en un día y sin habernos fumado nada como que no mola. Como ellos usaron ayer la entrada al Top of the Rock mientras yo me ponía ciego a cervezas y margaritas, opto por ello. Pero miro al cielo y veo esto:

Panoramix, el cielo se cae sobre nuestras cabezas, así que me quedo en el hotel a vaguear un rato en el hall. Mientras absorbo el único Internet gratis del hotel sentado en un sofá, veo que dos señoras vestidas iguales de blanco, con tacones y bolsos se acercan y se sientan a mi lado. Wait, ¿he dicho señoras? Levanto un poco más la vista para ser educado y saludarlas cuando compruebo que estoy saludando a dos señores. Bueno…o señoras…bueno, que no sé a qué estoy saludando: son calvos, PERO CALVOS, totalmente depilados hasta la coronilla y vestidos de mujer. En los días que llevamos aquí es lo primero que veo en cuanto a lo de que estábamos en un hotel Gay Friendly, así que para aquellos curiosos NO, NO HAN INTENTADO LIGAR CONMIGO NI HE ESCUCHADO COSAS RARAS POR AHÍ NI HAY CUARTOS OSCUROS ni ná de ná. Así que ná, buenas noches.