Jueves 5 de mayo.
Tras desayunar en nuestro sitio de siempre, cogemos el metro (esta vez sin demasiados pormenores) hasta el sur de Manhattan. Allí pretendemos usar otro de los tickets de la CityPass para ir a uno de los sitios emblemáticos de la ciudad: la Estatua de la Libertad.
Nos bajamos del metro y unos trabajadores del puerto nos indican hacia dónde tirar para coger el ferry. Una vez que llegamos al paseo que da a la desembocadura del Hudson, vemos al fondo la Estatua de la Libertad en Liberty Island, que está bastante más cerca de lo que pensaba. Con el panorama que tenemos por delante, mi querida madre suelta, así como quien no quiere la cosa: «para mí esto es como estar en Punta Umbría». Hombreee igualitooo…
Tenemos dos opciones: o coger un ferry que bordee la isla sin pararnos, simplemente por ver las vistas de la estatua y el skyline de Manhattan, o hacer parada. Y ya que nos ponemos, nos ponemos bien. La cola para coger el ferry es de órdago, pero bueno al menos las vistas en la espera son buenas:
¿Eso es un sujetador o me lo parece a mí? Bueno, el caso es que pasado un control de seguridad estilo aeropuerto el día de máxima alerta terrorista de Bin Laden, subimos al Ferry y los más valientes nos ponemos en la parte abierta para contemplar las vistas. Digo los más valientes porque OSTIA TÚ QUÉ PUTA RASCA ME CAGO EN LA LECHE Y QUÉ COÑO HACE UN OSO POLAR PIDIENDO UNA MANTA AL LADO DE UNA CANDELITA. Menos mal que Dios es relativamente benévolo y ni atentado de Bin Laden ni lluvia, que algo es algo, aunque lo de Bin Laden con el PUTO FRÍO Y VIENTO QUE HACE se me está antojando menos horrible. Aunque bueno, siendo sincero, el poder haberme hecho una foto con la Vieja del Visillo que se había colao en el Ferry mereció la pena:
Liberty Island, osease, la isla que tiene la Estatua de la Libertad, tiene poco. Una estatua prestada por los gabachos y un Starbucks. Cómo no. Así que después de hacernos mil fotos (que si panorámica de la vista de Manhattan, que si ahora selfie con la estatua, que si ahora niño hazme tú la foto con mamá, que si no ahora papá házmela a mi solo que va para las chatungas, que si luego al grupo de jubiletas, que si ahora el grupo de jubiletas imitando la posición de la estatua, que si ahora el niño con todos los jubiletas pero espera quién nos la hace ¿ése? no ése no que tiene malas pintas y nos la roba seguro hombre claro y en esta isla como tiene muchas escapatorias fijo que a tomar viento la cámara y nunca mejor dicho con EL PUTO VIENTO HURACANADO QUE HACE) y tomarnos un refrigerio, cogemos el Ferry que nos lleva a Ellis Island.
Ellis Island que está más o menos entre Liberty Island y Manhattan, y a la cual los inmigrantes llegaban hace unos cuantos de años, aunque no tantos, y se registraban para entrar en la tierra de las oportunidades. Vamos, la valla de Melilla pero versión «al menos respetamos los Derechos Humanos». Allí la gente llegaba a una cola muy grande, decía su nacionalidad, motivo de llegada, daba su nombre y, si Los Simpsons no me han mantenido engañado todos estos años, el aduanero correspondiente le cambiaba unilateralmente el nombre y los apellidos a uno más pronunciable en su idioma. Hoy en día Ellis Island se mantiene igual en el sentido de que todos los que estamos somos guiris como la copa de un pino, y tiene un museo de inmigración. OTRO museo más a la lista. Id contándolos porque tiene delito.
Al volver a Manhattan, y ya que estamos lo más al sur de la isla que hemos llegado a estar nunca, aprovechamos para dar un paseo por el Distrito Financiero: Wall Street y un montón de peña tocándole los testículos al famoso toro de Wall Street. Que el pobre toro un día va a saltar y va a decir «me estáis tocando ya mucho los huevos» y se va a liar a pegar cornetás. Tras comer POR FIN en un sitio barato (que tiene delito que hayamos tenido que llegar a donde seguramente se mueva más dinero del mundo para comer barato), me empiezo a poner nervioso porque hay algo que me está faltando. Yo llegaba aquí con altas no, ALTÍSIMAS expectativas pero me siento vacío. Tan inquieto estoy que les digo a todos que me separo del grupo y me voy por mi cuenta. Me acerco al Federal Hall, al Banco de la Reserva Federal y sobre todo a la Bolsa de NY…pero nada. Ni rastro de lo que buscaba. Mi ilusión renace cuando oigo a lo lejos jaleo y un grupo de gente muy grande, voy corriendo…pero nada, sólo son unos manifestantes en contra de vete tú a saber qué. Pero vamos a ver…¿dónde leches están aquí las putas, la cocaína, los ejecutivos tirando enanos a una diana y las orgías en oficinas? ¿EH? ¿DÓNDE? ¿Cuántas demandas por fraude tengo que meterle a Leonardo DiCaprio por haberme engañado de esta manera tan cruel? Ésta que era mi mayor motivación de venir…
En fin, lo único que me motiva ahora mismo es saber que esta noche tengo algo de fiesta y al menos un par de cervecitas van a caer. Os preguntaréis, ¿forever alone? PUES NO LISTILLOS. Uno que tiene contactos. Bueno, en concreto, una amiga que tiene contactos. Pero como dice un sevillano sin caseta en la Feria, los amigos de mis amigos son mis amigos. Así que en el trabajo lancé al aire antes de venir el plan en el que venía, y tras 5 minutos de cachondeo general un alma cándida me dijo que una antigua compañera suya de piso estaba haciendo justo ahora el Doctorado en NY. Porque como todos sabemos hay gente que se lo monta súper mal y a los que el resto de la humanidad no les tenemos envidia apenas. Pues bien, sin yo conocerla de nada me animo a echarle cara, escribirle mi mensaje más friki, largo y asustadizo posible…y la señorita pasó la prueba, y a pesar de todo se animó a ‘sacarme’ por NY. Porque se ve que las almas cándidas se terminan juntando y terminan viviendo juntas.
Total que tras hacer parada en la Trinity Church, la Saint Paul Chapel,el Ayuntamiento y el hotel a toda prisa, cojo el metro que ha tenido a bien indicarme esta chiquilla (de nombre Laura, por cierto, por aquello de que queda feo estar el resto de la historia llamándola «esa», «aquella» o «la que me sacó por NY cual perrito»). ¿Cojo el metro correctamente? ¡Pues obvio que no, please! ¿Para qué iba a hacerlo cuando tengo a una persona que está esperando sola a un auténtico desconocido por hacerle el favor a una amiga/a este pobre desamparado? ¿PA QUÉ? Menos mal que se ve que su paciencia debe ser infinita y en el Dely que me espera ha tenido a bien pedirse una cerveza. Empezamos a charlar y oye, qué buena gente, de momento no me pregunta que si tengo los órganos sanos, lo cual descarta alguna de mis teorías de por qué está verdaderamente aquí. Damos un paseo por el Village/barrio de Chelsea que, para los que os guste, moriros de envidia porque es donde vive Carrie Bradshaw de Sexo en Nueva York, tanto en la serie como en la vida real la actriz. Llegamos a un bar situado debajo de las líneas de High Line Park, que espero poder visitar porque tó kiski me lo recomienda. Hoy es jueves y aquello está petado, y tras pedirnos el DNI en la puerta (sí, tal cual), nos unimos a la trupa de empresarios que están disfrutando de su after-work totalmente ebrios. Lo cual dignifica mucho el trabajo en EEUU, porque a 9 dólares la cerveza COLEGA QUÉ SUELDOS TIENE AQUÍ LA PEÑA PARA COGERSE ESTOS MORAOS UN JUEVES. Para cambiar de tercio, Laura me lleva a un bar mexicano que está a reventar. Seguramente lo esté porque hoy los margaritas están a mitad de precio por ser la fiesta del 5 de mayo, día festivo en México. Nunca he probao los margaritas y para todo hay una primera vez (menos de momento para la cocaína porque mucho alcohol caro pero aquí nada de drogas de verdad…vaya estafa El Lobo de Wall Street: Albert, esto no es ciudad para ti). Tras darle unos pocos de sorbos a los margaritas que Laura me incita a probar, fuerzo mi mejor sonrisa, asiento, me toco la barriga y hago el típico sonido de «mmm que rico»…pero no puedo disimular más y me acojo a la 5ª enmien…digo a la cerveza. Laura se ve que no, que lo de los margaritas le tira, a ella y a las múltiples americanas borrachas que rondan alrededor y que terminan subiéndose a las mesas y sillones del bar al ritmo de la música universal, cómo no, latineo.
Y ya puedo decir por fin que sí, que he salido de fiesta en Nueva York. ¡Yuju!
Pues sí, ahora lo recuerdo, lo que demuestra que la memoria ya me falla algo. No hay como llevar un cuaderno de bitácora, una agenda o un diario, para evitar meteduras de pata. Besos.
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Y te recuerdo, Santi, si la memoria no me falla, que por la tarde también nos dio tiempo a entrar por primera vez en el Century 21, famoso outlet al que acudimos todos los guiris (y seguro que los que no lo son, también). Allí comenzaste con tus compras compulsivas. Y no compraste más porque las maletas estaban a punto de estallar, que si no…
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Gracias padre, pero te recuerdo que la primera vez del Century 21 fue el día anterior después del Memorial del 11 de septiembre que sale en mi anterior entrada. Ese día fue la segunda, donde compré los regalos pa la peña, y que creía que podía obviarse. EJEM.
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