Nueva York · Viajes

Nueva York (3)

Miércoles 4 de mayo.

Qué puto frío hace en esta ciudad para ser primavera.

Tras desayunar en el mismo sitio que ayer en el que ya nos empezamos a hacer coleguis de los camareros, toca elegir otro nuevo medio de transporte para ir al Museo de Historia Natural: el metro.

El metro de esta ciudad merece capítulo aparte. Yo me imagino a los tíos que lo diseñaron manteniendo la siguiente conversación:

Hey yo madafaca, whatsapp men?

Ah vale, olvidaba que no todos habláis mi perfecto y refinado inglés americanizado. Bueno, traduzco la conversación:

– Ey soy yo amigo mío del alma, ¿hablamos un rato por whatsapp?

– Vale tío, pero rapidito que me han encargado que diseñe el metro de Nueva York.

– ¡No jodas! Va venga nos ponemos rápido entre los 2 y lo sacamos. ¿Qué te han pedido?

– Pos ná tronco lo típico, que sea fácil de usar, intuitivo, que la peña no se raye mucho para ir de un lao a otro, que funcione bien…

– Bah eso está chupao. A ver, lo primero: nada de mapas dentro del metro, que luego la gente se para a leerlos y se arman unos pifostios curiosos.

– Bueno…tienes razón. Yo había pensao que en cada parada sólo paseo una línea, para que sea más fácil, y si es de transbordo que haya vías separadas para diferenciar un recorrido de otr…

– ¿¿Cómo?? No no no macho no tienes ni pajorela, eso lo trunca todo. Al revés: una sóla vía y que pasen por ahí todas las líneas, y que ya cada uno que es mayorcito lea en cada vagón que pasa que línea es y se las apañe.

– Hombre no sé…

– ¡Ah tú! ¿Y sabes que lo haría aún más divertido? Crea varias versiones de cada línea: unas Express y otras normales, y ya que cada una pare en algunos sitios y la otra versión no pare en los mismos. Buuaaahhh chaval, eficasia cabesa.

– Weno…no sé, a falta de tiempo…amos a probar.

Y así es señores: los diseñadores del metro de NY se habían fumao dos tronchos bien cargaos y se habían puesto hasta el culo de yo que sé qué, y cuando estaban en el punto álgido ea, toma diseño y planificación del metro.

Tanto es así que nos montamos muy ilusionados en un metro camino del museo…y venga no parar…y venga no parar…y nos pasamos ya diez calles de donde teníamos que haber bajado…veinte…treinta…CUARENTA…PAPÁ QUE ESTO SU ÚLTIMA PARADA ES EL BRONX Y HEMOS COGIDO UN EXPRESS Y ESTO POR MIS HUEVOS QUE SI NO PARA ME TIRO YO POR LA VENTANA QUE AÚN SOY JOVEN PARA MORIR NO COMO USTEDES SI ES QUE YO SABÍA QUE NO TENÍA QUE HACER ESTE VIAJ…¿ah sí perdona hablas español? Ah hombre latino y vives por esa zona, qué bien…sí que nos bajemos en la siguiente, cojamos la línea de vuelta pero el normal y ya para al lado del museo…ah oye pues muchas gracias muy majo sí sí…

En fin menos mal que hay almas caritativas por el mundo. Seguimos las instrucciones del muchacho, nos bajamos y mientras esperamos el otro metro comenzamos el debate de si realmente debemos hacerle caso o no. Aquí toca de nuevo hacer un inciso y presentaros a otro personaje del viaje:

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El señor de la derecha (sí, ése que tiene un nudo de la bufanda tan…particular) se llama Juan Esteban. Para los amigos y de manera lacerantemente irónica, «Juanito». Juan comparte conmigo la habilidad y gusto por chinchar a las mujeres del grupo, especialmente mi madre y su mujer (Manoli Toro, ya os la presenté ayer). Bueno pues si ya estábamos en una zona más cerca del Bronx que lejos, y os podéis hacer una idea de lo nerviosas que andaban estas dos, no se le ocurre otra que seriamente soltar que todo puede ser un complot del chico que nos ha orientado para llevarnos a saber dónde y que allí nos hagan de tó. Yo miro al grupo y pienso «hombre de tó de tó…robarnos sí, pero otra cosa…». Ya podríamos acabar en un barrio que mezcle lo peorcito del Bronx, Harlem, las 3000 viviendas y la Cañada Real que no creo que se animaran a hacernos mucho más dado el grupo que somos… El caso es que mientras hablamos una chica detrás nuestra se está descojonando y termina acercándose a preguntarnos «¿sois españoles?» Nos termina contando que es norteamericana pero que chapurrea español porque estuvo 6 meses (tócate las narices) estudiando en Sevilla. Nos empieza a decir que sí, que las indicaciones del chico eran correctas y que vamos bien, y hasta se monta en el metro con nosotros. A todo esto escucho que Juan por detrás mía le susurra a su mujer «ea eaa ahí lo tienes, éste es el remate del complot, ahora sí que estamos perdidos Manolita…»

La siguiente parte ya es más aburrida: otro museo. Pero éste por lo menos tiene la curiosidad de que hay esqueletos de dinosaurios, mamuts, una ballena gigante, un planetario donde vemos un vídeo del origen del Universo muy chulo…pero me falta lo más importante: ¿dónde carajo está Ross de Friends? ¿No se supone que trabajaba aquí? Que me devuelvan el dinero de la entrada PERO YA.

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Al salir del museo, caminamos por el Upper West Side bajo una maldita ventisca de aire, frío y viento. Este barrio no tiene nada que ver con lo que hemos visto hasta ahora: edificios bajos, nada de rascacielos, casitas mú cucas (((Carmela, pero si tú no has venido al viaje, ¿qué haces interviniendo en mi blog?))). Como corremos el riesgo de convertirnos en Caminantes Blancos, nos resguardamos a comer en un sitio muy chulo donde el camarero que nos atiende es un ídolo de masas súper simpático. Como prácticamente todo el mundo en esta ciudad, por cierto.

Por la tarde nos toca algo más sobrio: el Memorial del 11 de septiembre en el Distrito Financiero. Donde estaban las Torres Gemelas han construido 2 fuentes enormes en forma de cuadrado que respetan la anchura de los antiguos rascacielos, y en ellas han inscrito los nombres de todas las víctimas de los atentados. Además, han construido el que ahora es el rascacielos más alto del país, la One World Trade Center.

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La verdad es que fuera todavía, pero una vez que entramos en el museo que han hecho como memorial, a mí particularmente se me quitan las ganas de hacer fotos. Aunque sólo soy uno de los pocos, porque allí hay gente que se hace hasta selfies sonriendo con los camiones de bomberos que quedaron derretidos del calor…que dan ganas de decirles «churrita, no es el lugar ni las formas…» Pero bueno se ve que lo de la seriedad es algo que en mi grupo en general tampoco impera. Mientras hacíamos cola para entrar, Juan del que ya os he hablado antes, cuando suena de repente un ruido por encima de nuestras cabezas me dice al oído «uuhhh suena un avión, cuidaito». Madre mía…nos detienen fijo.

Dando vueltas por el museo veo a un señor en silla de ruedas que me suena un montón…bueno, paso un poco del tema porque yo andaba a lo mío buscando una cosa que la Lonely Planet que me había dejado un compañero del trabajo decía que estaba allí, y no había cojones de encontrarla. Supuestamente hay en una viga una cosa llamada «el Ángel del 11 de septiembre»: lo que parece ser el rostro de una mujer dibujado en ella y que las formas de las vigas dobladas le hacen parecer que tiene alas. Me dirijo a una de seguridad que antes de responderme que no tiene ni pajorela me pregunta si he visto a Henry Kissinger en silla de ruedas. ¡Coño, de eso me sonaba! ¡De Los Simpsons! ¡El que perdía las gafas en la Central Nuclear! Frikadas aparte, le pregunto a otro de por allí que sí tiene más pinta de guía y me dice que en los 2 años que lleva allí trabajando le han preguntado al menos 10 veces por lo mismo y nunca ni él ni las personas que le preguntaban habían encontrado nada. Resignado, me estaba yendo cuando me digo «eh espera, ¿cuál era el dicho? Si no está en Google es que no existe» Así que lo busco, veo la imagen de la supuesta viga por Internet (hombre, hay que echarle imaginación) y bajo de nuevo a mostrársela al guía. Me mira con orgullo, me da la mano, me pregunta mi nombre y me dice «la próxima vez que alguien me pregunte, le diré que un chico español llamado Santiago me mostró por fin dónde estaba la famosa viga». CHAN CHAN, así que ya sabéis, si os nombran a un tal Santiago allí, SOY YO. YO. NO OTRO. YO.

Tras una tarde que nos deja el cuerpo cortado a todos, optamos por remontar el vuelo y la alegría haciendo uso del capitalismo exacerbado de esta ciudad y más en el Distrito Financiero, así que nos vamos al centro comercial Century 21…y me vuelvo loco. ¿3 Boxers de Tommy a 17 dólares? ¿¿Camisas Calvin Klein a 20?? Emmmm…me falta maleta. El problema es que para volver en metro ya de noche no hay quien se entere de qué línea y cómo cogerla…se ve que no hemos aprendido de esta mañana. Menos mal que DE NUEVO un alma cándida nos ayuda y nos orienta, y DE NUEVO en español: lo dicho, en este viaje no sirvo para nada. Aunque servir servir, la que sirve poco es mi madre (con cariño). Pero claro, si buscando por el metro ve una flecha tal que así:

flecha metro

Se para debajo y dice «no entiendo, ¿pero por dónde hay que subir aquí?» Pues claro, así no hay quien salga del metro…

¡Mañana más!

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Un comentario sobre “Nueva York (3)

  1. Muy didáctica y verosímil tu versión del diseño del metro de Nueva York. Niño, no tardes tanto en escribir cada post del viaje, que las novelas por entregas ya no se llevan.

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