ODIO AL VALENCIA Y TODO LO QUE TIENE QUE VER CON ESE EQUIPO.
El domingo me levanta el sonido de la puerta que se abre: no recordaba que venía gente a comer a mi casa. Javi y Patri han traído comida y nos ponemos manos a la obra. El menú es tremendamente variado: tortilla de patatas, huevos fritos y patatas fritas. Ejem, bueno… Después de un cafelito y conversaciones varias, esta gente se va y yo me quedo vagueando un poco. No hago nada en especial: un domingo cualquiera.
El lunes voy por primera vez a una clase de 4 horas seguidas de Marketing. Menos mal que el profesor llega un poco tarde dejando margende maniobra y da un descanso de una media hora para almorzar. Me acerco a un supermercado vecino donde veo que los estudiantes se piden bocadillos que te hacen en el momento. Mientras espero mi turno voy eligiendo cuál de los miles de salamis, embutidos, quesos y fiambres italianos me voy a echar en el mío, cuando, de repente, veo la luz: «salame spagnolo». Del tirón. Esa tarde cuando salgo de clase me paso por la plaza con esta gente para después ir a casa a aprovechar un poco el tiempo organizando apuntes (paso previo de todo aquel estudiante que tiene miedo a empezar a estudiar). Resulta que encima hoy me he enterado que la semana que viene me toca exponer una bonita sentencia en italiano delante de una clase llena de italianos y con un profesor italiano. ¿He dicho ya que tengo que hablar 15 minutos en italiano?
El martes voy con Luis Palencia a Finanza Aziendale. Cada vez somos menos en clase, y empezamos a pensar que nos merecemos un aprobado directo por aguantar el tostón junto con 4 italianos más. Encima, en mitad de la clase el profesor lanza un órdago diciendo que invitaría a un bocadillo a quien resolviera cierta ecuación del libro. Entre Luis y yo (mentira, fue sólo Luis) la resolvemos, y al final de la clase el carajote de mi amigo no quiere darle la hoja y me tengo que acercar yo a echarle cara. Evidentemente no le invita a nada y encima le dice que mañana tiene que traerlo pasado a limpio. Luis me mira con cara de mala leche: hoy es martes y le acabo de hacer tener que levantarse temprano un miércoles después de la fiesta de todos los martes. Cuando termino de comer en casa me llaman mis amigos, que van a ir a comprar al «Penny», un supermercado relativamente cerca de mi casa y que dicen que es muy barato. Bajamos con las maletas de mano para cargarlas hasta los topes y empezamos a andar. Una parte del camino es un tanto peligrosa porque es por carretera de coches sin arcén, pero llegamos vivos. Cogemos unos carros, metemos las maletas en ellos y asaltamos el supermercado. Allí la verdad es que hay detodo, no es especialmente grande pero cuando veo que medio kilo de spaguetis cuestan 25 céntimos y que los 66 centilitros de cerveza se van a los increíbles 49 céntimos se nos iluminan los ojos y las carteras. Yo acabo con una compra de 50 euros, la maleta llena hasta los topes y dos bolsas grandes cuyas vidas peligran. La gran pregunta es: ¿por qué hemos tenido que descubrir este supermercado a mitad demayo, ya terminando el Erasmus (joder, como duele escribir esto…) y no al principio de todo, cuando con una compra de estas me sobraba para dos meses? Llegamos a la conclusión de que simplemente nos lo merecemos y ya está.
Como lo que llevamos de peso no es normal, nos vamos a la parada del autobús. Miramos el horario y esperamos pacientemente, y cuando sólo faltan 2 minutos para que llegue el que nos deja al lado de casa Víctor toma una decisión de la que se arrepentirá el resto de su vida: «Santi, nuestra casa tiene que estar por allí detrás, seguro que llegamos antes andando que con el autobús». El menda es una persona amiga de sus amigos, y como me compadezco de que el pobre Víctor vaya solo, suspiro y decido acompañarlo, aparte de porque efectivamente creo que por allí detrás se puede llegar a casa. Luis Y Joe se despiden riéndose y se deben descojonar aún más cuando efectivamente apenas hemos andado dos minutos nuestro autobús pasa. Blasfemo todo lo blasfemable contra Víctor porque si mi maleta pasase un control de Ryanair me harían pagar tanto por el sobrepeso que podría comprar la maldita compañía entera. Pero no, Víctor tenía que investigar hoy, no podía ser otro día. Pero evidentemente en nuestros cálculos orientativos cuando ambos pensamos que se podría llegar en plan «atajo» entraba el que hubiera una cuesta. Lo que no sabíamos es que dicha cuesta no es una cuesta cualquiera, es LA CUESTA DE SIENA, y lo pongo en mayúsculas porque ni el Angliru, ni el Mont Ventoux, ni el Etna, ni todos los malditos puertos de montaña juntos delas 3 grandes vueltas del ciclismo igualarían a la pendiente y la longitud de lo que tuvimos que subir Víctor y yo. Madre mía. No es que resoplase, es que pensaba que me iba a dar un ataque. Víctor en cambio parece que se divierte mucho a pesar de que no sabe que estoy planeando a cada paso que doy su muerte lenta y dolorosa. En mitad del camino tenemos que parar porque no podemos más. Una señora sale de una casa y nos mira sonriendo «¿qué? ¿cansados?». Víctor me sujeta cuando intento lanzarle las bolsas que llevo en la mano con las pocas fuerzas que me quedan. Después de una insufrible subida llegamos a terreno más llano. Por fin aparecemos en casa, sanos y salvos, pero sudados hasta las uñas. Para relajarme me voy a tomar un café después de ducharme por el centro. De paso acompaño a Joe a que compre las entradas para la fiesta de este jueves, al parecer una fiesta muy conocida por aquí por la Toscana que se llama «Festa in Collina».
El miércoles Luis llega a clase de Finanza con la cara de otro pero con la ecuación pasada a limpio. Esto ya sí que sí, si no es un aprobado que venga Dios y lo vea. Terminada la clase yo voy a hablar con una profesora en la facultad de Derecho que me da la buenísima noticia deque como parte de la asignatura tengo a elegir el hacer un seminario (es decir, presentar un tema delante de toda la clase) o ir al examen con esa parte de la materia. Sí, vamos, todo se está produciendo tal y como yo pensaba, cuando todas las asignaturas me hayan añadido cosas imprevistas a mi calendario académico al final del curso, me despertaré de esta pesadilla y todo seguirá como antes, en mi Sevilla bonita y con todo muy bien organizado y aprobado. Como la hora no acompaña a que vaya a comer a casa, llamo al Abuelo que como es un incondicional de la mensa seguro que va. Lamentablemente se ve que ayer, que mis amigos salieron, se lió más de lo normal con un amigo suyo llamado Johnny Walker y sigue en cama. Por fortuna pasa por allí Jesús y le convenzo para ir temprano a comer. Se nos unen más tarde murciano y Noelia, y como todos tenemos pactado implícitamente, vamos después a tumbarnos un poquillo al sol de la plaza. Esa tarde aprovecho para seguir en mi camino por la senda del «bien» que es el calendario de exámenes y cosas por el estilo.
El jueves llega el día de la famosa «festa in Collina». Antes asisto a una conferencia en mi clase de la facultad de Derecho sobre los inmigrantes que llegan a Italia y su relación con los Derechos Humanos y cómo Berlusconi es el malo siempre de la película. Mientras dejo las cosas en casa me doy cuenta de que la fiesta puede ser realmente grande porque no he parado de ver coches con jóvenes dentro. Hacemos una pequeña previa de cervezas por la tarde y después vamos a coger los autobuses. Cuando llegamos allí nos damos cuenta de lo que realmente es la fiesta: una feria de pueblo, pero en plan masivo. Coged un pueblo típico toscano, con sus alrededores verdes muy bonitos, sus calles medievales pequeñitas, sus viejecitos de toda la vida, añadidle miles de carpas con comida y bebida, un escenario en la plaza central del pueblo para conciertos y miles y miles de personas con muchas ganas de cachondeo. Pues lo dicho, una feria de pueblo. Pero yo nunca tuve nada en contra de ellas, así que a divertirse. Llegamos en varias tandas porque algunos hemos cogido un autobús un poco antes por echarle cara al asunto. Una vez localizada la gente conocida al lado del escenario de la plaza, plantamos el chiringuito. Allí hay muchísima gente conocida y muchísima más no conocida. Saludamos a las inglesas, a los del grupo Erasmus, a los italianos que conocemos, empieza el concierto, la gente se vuelve loca, Javi y Kike se suben al escenario, le echamos fotos a un chaval que parece que está ya durmiendo la mona y no responde a nadie, damos vueltas por el pueblo muy bonito él, sigo saludando a gente, pierdo la noción del tiempo, qué hora es, quedan 2 horas, vale, sigamos la fiesta, sigue el concierto, pierdo a mi grupo, me doy una vuelta, me reencuentro, qué hace esta persona aquí, risas, fotos, vasos, gente, música, vámonos, espera, autobús, cuál, ése, cógelo, venga, todos, cánticos contra mí, se ceban mis amigos, paso de ellos, Siena, camino, casa, Facebook, Tuenti, dormir.
El viernes me pregunto «lo he soñado, ¿no?». No, era verdad, ayer había una macrofiesta y hemos salido vivos misteriosamente. Durante todo el día no tenemos clases porque se supone que es fiesta aquí de algo, no me preguntéis de qué. Así que es la excusa perfecta para dormir hasta tarde y pasar el resto de la tarde tranquilito en casa estudiando o al menos intentándolo. En uno de mis descansos por las redes sociales hablo con Luis Palencia y en éstas de repente me dice «me voy a ver a Morgan Freeman». Como lo deja en el aire y se desconecta yo me digo a mí mismo que se irá a ver alguna película suya, pero me parece raro porque suele dejar encendido el Tuenti. Por si acaso hay algo que me pica y que se llama curiosidad y le llamo al móvil. Tío, qué dices de Morgan Freeman, Sí, que me ha llamado Víctor que está en el bar Porrione, que me acerque a verlo, Pero cómo va a estar Morgan Freeman en Siena, No sé, yo hasta que no le vea no lo creo, Lo vea, Luis, lo vea, mira que siempre te tengo que estar corrigiendo, Vale vale, pero yo voy a verlo en directo y tú no, Venga ya, cuéntame dónde estás, Ya cerca, a ver que mire…¡coño, es él de verdad!, Quién, ¡Morgan Freeman, está cenando enfrente del Porrione!, Venga ya, no me vaciles, ¡Que sí que sí ostia! está con dos tías más, una de ellas una rubia que yo la daba…, LE DABA, LUIS, LE DABA, …Y un viejo, Joder, osea que de verdad está Morgan Freeman ahí, Sí tío, qué momento, Vale…háblame un poco más de esa rubia…
Efectivamente por fotos subidas luego (véase foto adjunta) y porque dudo que todos mis amigos urdieran una conspiración general para gastarme una broma tan absurda, Morgan Freeman se ha pasado por Siena, no sabemos para qué. Lo que sí sabemos es que igual es un poco soso porque se acercaron educadamente cuando salía a pedirle una foto y educadamente fue su contestación de «no, sorry». Hasta el pobre Santi que subió a cambiarse a su casa para ponerse camisa para hacerse la foto porque decía que era su actor favorito se quedó sin ella. Esa noche veo «Los intocables de Eliot Ness» que me pareció un lujazo en cuanto a película de mafia. Luis esa noche vió «Cadena Perpetua», con Morgan Freeman, colega íntimo nuestro ya de toda la vida.
El sábado me vuelve a despertar Víctor que está adquiriendo esta manía cuando estoy en la parte del sueño más bonita. Su alegato es que ayer había confirmado mi asistencia a la barbacoa y ya va siendo hora de que me levante. Cuando llego al punto de encuentro se confirma que Víctor es un cagaprisas y sólo me esperan Luis Palencia y dos chavales más que nunca he mencionado y a estas alturas poco importan sus nombres (qué cruel suena eso joé). Lo bueno es que me reciben con una adquisición que hemos hecho en mi grupo y que esperamos nos traiga largas horas de felicidad: una nevera portátil. Dejo los hielos y mi cerveza enfriándose y andamos camino del sitio donde vamos a hacer la barbacoa. El día no puede estar mejor: sol, calor y alguna nube que de vez en cuando se agradece. ¿El sitio? Un parque cerca de la Fortaleza y que si no te indican dónde está igual ni te paras a bajar por esas calles, con 4 chimeneas para carbón, varios grupos de mesas, arbolitos varios para hacer sombra y, lo mejor de todo, cacharritos. Cuando hablo de cacharritos no me refiero a los típicos columpios con los que se divierten los niños pequeños, no, HABLO DE UNA MALDITA TIROLINA. Y además otros inventos que en España nunca había visto y que no sé por qué el ayuntamiento de Siena permite que los niños jueguen en esas monstruosidades cuando ya me preocupa el que lo haga un adulto. La tirolina tarda poco en ser probada mientras los machos nos quitamos las camisetas y empezamos a beber cervezas esperando a que se caliente el carbón. Carne hay para reventar y desde luego con hambre no nos quedamos. Y con ganas de beber algunos tampoco, lo que es yo bastante porque calculé mal la cantidad y sólo me he traído 1 mísera cerveza. Y el día además se alarga más de lo que yo esperaba porque encima unos italianos de por allí han traído un balón y mi grupo de españoles se adueña de él hasta que el propietario se va. Esos italianos, entre otras cosas, comer no han comido porque no saben hacer una maldita barbacoa como nosotros y se están dedicando solamente a beber y sus vidas peligran porque han cogido un carro de la compra y se lo están pasando pipa tirándose a lo Yakass por la cuesta. El resto que no jugamos al fútbol pasamos la tarde pues lo típico, charlando, tomando el sol, montándonos en los «columpios» infernales y olvidando por un día que la buena vida se nos acaba ya por dos motivos: porque llegan los exámenes y porque nuestra estancia Erasmus va oliendo el final. Cuando la tarde va muriendo nos sentamos todos en una mesa y yo, por estar de espaldas, me pierdo uno de los momentos seguramente más míticos del día y sin duda del Erasmus en el que el Abuelo, empujado por varios cafres de mi grupo, se pegó un buen talegazo tirándose de la tirolina. Y nadie estaba grabando, luego se confirma que «Los vídeos de primera» son un mito. El descojone, ya sea de afortunados que lo hayan visto o no afortunados (un chico estaba hasta enfadado realmente por habérselo perdido), os podéis imaginar hasta qué punto llegó. Pero tranquilos, las consecuencias de la caída no fue más que un leve dolor de espalda y un «dadme ese vaso de vino pá quitarme el dolor». No, esa tarde desde luego el Abuelo como sedante el alcohol lo cogió pero bien. De la noche que siguió a la barbacoa quiero comentar poco: vimos en doble pantalla en casa de Kike los partidos del Depor y el Getafe…enhorabuena a aquellos del Getafe que estén leyendo este correo y mal les parta un rayo a los que sean del Valencia.
El domingo hay poco que comentar. Realizo spaguetis carbonara sin nata porque resulta que aquí en Italia la receta original se supone que es así, y por la noche veo «La red social». Un 6 en filmaffinity, me esperaba más.
Buenas noches y enhorabuena a los peperos, que ya si eso podían haber dejado alguna vacante, ostia puta…entre el Depor y esto…yo así no puedo estudiar…