Siena · Viajes

Dándolo todo: parte de Siena XXX

Siento deciros que he vuelto vivo de Cerdeña, ergo os voy a amargar con otro correo más (y ya van 30…).

El martes me levanto y me digo «de verdad, lo del Erasmus no era un tópico, es más, la realidad es aún peor…al menos la mía, claro». Después de comer en casa toca el momento de ponernos de acuerdo vía Tuenti para ver a qué hora quedamos todos para coger el tren. Dichas 20.000 opciones, coincidimos por fin en una y antes de llegar al punto de encuentro le devuelvo el sombrero cordobés a mi amigo. Una vez en la estación de trenes toca esperar, siguen los problemas técnicos al parecer pero así nos da tiempo a hacer apuestas sobre qué sera de nosotros en Cerdeña. Yo antes de ayer había apostado por dos figuras: el Abuelo y murciano, y la noche de ayer (se me olvidó comentarlo en el anterior correo, mea culpa) me confirmó que no iba mal desencaminado. Resulta que mientras estábamos en Via Porrione conectados a diversas redes sociales sobre eso de las 10 y pico nos habla el Abuelo diciendo que Mourelos (mi tocayo) ya está acostado y que él no tiene ni p*ta gana de dormirse, así que le animamos a que se vaya con las latinas treintañeras que según nos ha comentado rulan por el hostal. La cosa, hasta las 4 y pico de la mañana, se quedó en principio ahí, sin saberse qué iba a hacer nuestro amigo por Pisa. En esas horas ya había pasado lo de las lesbianas en el chat y la noche/madrugada estaba muriendo, pero en estas se conecta de nuevo el Abuelo y entonces no pudimos parar de reírnos. Evidentemente no ha lugar a que cuente todo, sólo lanzaré datos que cada uno pondrá en relación de la manera más acorde a su mentalidad. Los elementos son: una portuguesa, Nocilla, un salón común del hostal y una bandera de Canadá. Y ahí quedó. Pues eso, que efectivamente acerté con el Abuelo y sólo me quedaba comprobar qué cartas jugaría el murciano.
Cuando llegamos a Pisa, después de haber corrido 15 personas con maletas incluidas en la estación de Empoli como locos gritando porque el transbordo salía en un minuto al bajarnos del otro tren, ya es de noche. El hostal que hemos cogido está literalmente enfrente del aeropuerto, idea práctica teniendo en cuenta que tenemos que coger el vuelo a las 6:30 de la mañana y que afortunadamente de noche no hay aviones por Pisa. Pero lo que sí hay es marcha, así que toca el momento de decisión: los más atrevidos nos lanzamos al centro de Pisa, que encima está en la otra punta de la ciudad andando, y los más moñas se quedan durmiendo en el hostal. Una vez en el centro empiezan a asediarnos los típicos negros que venden miles de cosas, algo que nos anima porque habíamos prometido llegar a Cerdeña con sombreros y gafas horteras. Se ve que Luis Palencia está entrenado en estas artes, porque en uno de los «puestos» el chico nos ofrece cada gorro por 12 euros y al final pagamos 3. Todos los que hemos salido nos compramos un gorro, unos con más y otros con menos estilo, pero todos vamos felicísimos por las calles de marcha de Pisa con ellos puestos. En la plaza oficial de salida de allí nos pedimos el cubata de rigor a 2,5 € y más tarde en un puesto clandestino de mala muerte nos la jugamos a pedirnos otro por una cantidad similar y sólo os diré que al colega le tuvimos que explicar cómo poner un cubata porque no sabía. Como a un sevillano se le meta algo en la cabeza vamos mal, y eso de que Luis haya conseguido regatear tan bien me enerva, así que le doy la saba a un moro para que me venda unas flores para las niñas que han salido. +1 para Santi. Al llegar al hostal, despertamos a Víctor de mala manera y comenzamos en la habitación una guerra de almohadas y sábanas que se salda con 3 heridos leves y un ventilador de techo renqueante al colgarle todas las sábanas que había por allí. Hacemos demasiados «sandwichs» (acto mediante el cual una persona ubicada encima de cualquier superficie, como cama, suelo, etc, es aplastada por un grupo de amigos cabrones) como para acordarnos, y Luis termina durmiendo con el colchón inclinado en el suelo.
Con muy pocas horas de sueño nos levantamos a las 5, tenemos el tiempo justo para ir al baño, desayunar las galletas y el café asqueroso que nos proporciona el hostal (vestirnos no porque dormimos con ropa) y llegar al aeropuerto menos de una hora antes de embarcar. Aún así puedo pasarme por la tienda de perfumes de rigor del aeropuerto para echarme unos aromas de Giorgio Armani, que a ver si me duran paratodo el viaje porque aunque se haya muerto Bin Laden sigo sin poder meter líquidos en mi maleta de mano. El avión sale puntual y por fortuna es tan temprano que se ve que los de Ryanair no tienen ganas de controlar el tamaño de las maletas. El viaje dura tan poco que creo que no consigo dormirme. Cuando llegamos a Alghero nos recibe un tiempo soleado y caluroso. Empezamos bien. No tardamos en encontrar el autobús que tenemos que coger para llegar a la ciudad, pero cuando nos montamos nos toca un conductor que está loco y que al final de los pagos le da a una señora inglesa los billetes de todos, asegurándonos que si se sube un revisor él se hace responsable. Ji Paco. Como el aeropuerto está 3 veces pasado el horizonte respecto a la ciudad podemos admirar el paisaje de la isla, que no es muy allá pero que tiene su qué. El conductor nos indica donde tenemos que bajarnos y cómo llegar a nuestra calle. Lo que no nos dijo es que el aeropuerto estaba más cerca andando de nuestro hostal que desde donde tenemos que ir ahora. Por lo menos vemos el paseo marítimo y la playa que…bueno, la playa que estamos viendo ahora no se puede llamar ni playa, pero confiamos en encontrar otra. Más adelante hay un grupo de chavalas dormidas en la arena, con sus mantas y todo. No se me ocurre otra cosa, para despejarme un poco y de paso animar el cotarro, que gritar «¡YONKIS DE LA PLAYA: A LEVANTARSE!». He sido tan cabrón que despierto a las pobres niñas y nos miran, aunque al menos se ríen. Preguntando preguntando y caminando caminando con un ruido de maletas suficiente para despertar a toda la isla, llegamos al hostal. Es tan temprano que el check-in no lo podemos hacer todavía, aparte porque la mujer ha dejado un cartel que pone «vuelvo en media hora», tan aleatoriamente interpretable que ni pone la hora a la que se fue. Nos da tiempo a ir a desayunar a un camping que está enfrente. Cuando volvemos los que hemos ido justo acaban de entrar en los apartamentos. La cosa por 12 euros la noche por persona tiene que tener truco, porque estamos en 3 apartamentos que dan a la piscina (sí, tenemos piscina y es la leche) con su respectivas terrazas que permiten comer fuera, salón-cocina muy amplio, baño privado y una o dos habitaciones según el número de personas. Como ahora no tenemos ganas deaveriguar dónde reside la estafa, vamos al supermercado a comprar. En comida el apartamento que me ha tocado (Víctor, mi tocayo, Luis Murcia, Luis Palencia, Alberto Palencia, Joe y yo) posiblemente sea el peor, pero cuando me dijeron quiénes estábamos no me extrañé un pelo: nosotros somos hombres de bebida, no de comida. Llegan los dos que se adelantaron un día, Santi y el Abuelo (cientos de bromas contra el Abuelo, evidentemente). Alberto Palencia se encuentra a un chaval de su ciudad, que no conoce, y que parece que va ya bastante puesto de todo sobre todo para ser las horas que son. Dejamos en casa la compra, los hielos haciéndose, las cervezas enfriándose, nos ponemos el bañador, y a la piscina de cabeza. El agua está un poco como que fría, pero qué le vamos a hacer, hace sol y calor y no podemos pedirle peras al olmo. El primer día comemos spaguetti con tomate y atún, que más o menos se dejan tragar. Sin darnos tiempo casi a hacer la digestión (menos mal que mi madre no está viéndome) nos vamos a la playa. Atravesamos una zona de pinos muy bonita y llegamos a una playa con arena blanca, agua cristalina y bastante gente para estar a 2 kilómetros del centro de la ciudad, ser miércoles y ser temporada aún baja. Mi saludo más o menos es el de esta mañana: «¡YONKIS DE LA PLAYA!». Un grupo de chicas nos mira y se ríe. ¿Son españolas? Mmmm…¿serán las de esta mañana? Una vez ubicados tocan dos cosas de rigor: probar el agua y dar un paseo. El agua está helada y el paseo se puede dar agradablemente porque la playa no tiene rocas y su relación longitud/número-de-personas es bastante aceptable. Luis Palencia y yo nos atrevemos a llegar un poco más lejos y acercarnos a hablar con el grupo de chicas que antes nos ha mirado. Efectivamente no sólo son españolas sino que como mi intuición pronosticó son a las que desperté esta mañana. Por suerte para mí son simpáticas, nos dan conversación y nos comentan que están de Erasmus en Parma y que han llegado para dos noches tempestuosas en Alghero sin alquilar ningún sitio donde dormir. De ahí que esta mañana estuvieran donde estaban. Pasado un rato de conversación quedamos en el típico «bueno, a ver si esta noche nos vemos por ahí de fiesta» y nos vamos. La tarde de playa termina con una pasada por la piscina para quitarnos la arena y la cena. Mientras estamos preparando la cena y bebiéndonos algunas cervezas ponemos la 1 internacional, que se ve por la tele de aquí, y nos enteramos del terremoto de Lorca. El murciano se lo toma como si nada, totalmente despreocupado a pesar de que tiene familia allí, y encima le da por decir que eso seguro es un invento de la 1 para tener alguna noticia que dar, que qué buenos efectos especiales.
Esa noche toca liarse, ya que el plan del viaje a Alghero es básicamente poco turístico y para 3 noches que vamos a estar por allí habrá que divertirse un poco, que cuando volvamos nos queda por delante una cruda realidad que muchos, como yo, tenemos miedo de afrontar. El lugar de reunión, no tenía ninguna duda de que sería así, es nuestro apartamento. Los hielos se han hecho, la gente llega y los cubatas empiezan a caer. La gente no para de decirle al Acho que al menos envíe un mensaje a su familia, pero nada, lo 8 muertos que van contados y los miles de desplazados no son suficientes. Con cada cubata que nos bebemos se nos van quitando las ganas de dar la reprimenda al murciano y la cosa empieza a desvariar un poco porque aunque no es muy tarde, el ruido que estamos haciendo y las canciones que estamos gritando no son normales. Y peor aún cuando los dos culés que estamos nos enteramos de que el Barça ya es CAMPEÓN DE LIGA (SÍ, LO ESCRIBO EN MAYÚSCULAS). Efectivamente suenan golpes de la casa de al lado y eso para mí marca el momento de salir a la ciudad. Pero la gente está muy a gusto (claro, ellos no han dejado la tarjeta como señal…aunque yo tampoco, pero siempre fui muy responsable……………) y decide quedarse. Si no recuerdo mal somos 4 los únicos que salimos al centro: Luis y Alberto Palencia, Feli y yo. Cuando llegamos al paseo marítimo hay un perro salvaje que nos sigue y se hace nuestro amigo. De tanto grito que pegamos unas chavalas españolas de la otra parte de la calle nos llaman. De casualidad son amigas del chaval de Palencia del súper de esta mañana (se ve que esto es chico y hay poca gente por ahora, no paramos de encontrarnos siempre a las mismas personas). Nos invitan a un botellón en su casa porque dicen que no hay nada de ambiente en el centro de la ciudad, y estamos a punto de aceptar pero al final declinamos la oferta. Llegamos a Alghero y tenemos una visión de la ciudad de noche. Muy bonita. Con su muralla, sus callecitas, su vista al mar, su parada de bus con un grupo de chicas españolas esperando a que pase su bus de la mañana…¡coño, las yonkis de la playa! Allí que están otra vez. Lo dicho, muy poca gente en esta ciudad. Nos llama esta gente, que al parecer al final sí que han salido de casa y nos están buscando. Cuando llegamos me doy cuenta de que ha habido un fallo en los tempus de alcoholismo: ellos están muy desfasados y yo no. Concretamente Javi y alguien más se están ensañando con una caja de cartón que han encontrado por ahí, Julia no para de subirse encima de la gente, Henar está claramente en Jana Llacme, Patri tiene su sonrisa típica en la que intenta disimular su estado pero no habla con nadie, Alaitz la mirada perdida, el Abuelo impresionantemente ciego…y así hasta completar el círculo. En fin, hoy son demasiadas personas, paso de hacer de papi. Llegamos a una plaza que una pareja de ingleses nos dicen que creen es el sitio donde la gente se pone, y allí hay menos 2 personas, aunque nos encontramos, CÓMO NO, con el grupo del chaval de Palencia que se van a un bar. Los acompañamos y el bar es…bueno, una heladería donde te puedes sentar fuera. ¿Y ésta es la fiesta aquí, tomarse helados? Bueno, si son de licores…El Abuelo está empezando a preocuparme porque ha llegado al punto donde no habla. Además, está muy serio con una rama de palmera que nadie sabe de dónde ha sacado golpeándonos a todos en el trasero, al ritmo de una música que sólo él tiene en la cabeza. Veo a la gente que no nos conoce muy preocupada, y mi preocupación realmente es que como se equivoque y le de a otro aquí se puede armar y ya tuvimos suficiente la semana pasada. Por fortuna, no pasa nada grave y yo me voy antes de saber cómo puede terminar la noche con unos pocos a casa. Mierda, he perdido la apuesta con Luis Palencia: llego antes a casa que él y le debo un cubata. Lo dicho, todo juego que implique dinero de por medio se me da a horrores. En mi cuarto se supone que dormimos 3, mi tocayo, el murciano y yo, y como el Acho se ha quedado por ahí nos colocamos incómodamente Santi y yo de manera horizontal para que cuando llegue el chaval se pueda dormir en algún lado. Pero ese momento nunca se da porque hubo redistribuciones a última hora de cuartos y al final nos pusimos así para nada. Cabritos…
El jueves por la mañana ha aparecido una nota en nuestro apartamento: nos han sacado tarjeta amarilla después de lo de anoche y no podemos liarla más. Naturá. Después del desayuno volvemos a tener jornada de piscina. Primeros quemados del viaje, y no estoy yo entre ellos, ¡VAMOS SANTI! Esta vez le toca cocinar a Joe la pasta y comemos en la terraza. Vuelven al ataque los spaguetti pero esta vez con salchichas y…bueno, digamos que aquello estaba incomible. Sin sal, la única esperanza que te quedaba era pillar spaguettis con salchichas y si no ya podías ir muriéndote de asco y acompañarlo con un poco de pan, que si no…aún así, sólo Víctor dejó comida en el plato. Somos bestias, de verdad os lo digo. El espectáculo en cancha prosigue, por si no nos habíamos reído lo suficiente, cuando hacen aparición en la piscina un grupo de 4 italianas a considerar la que más y la que menos y se llevan nuestros gritos más obscenos y varoniles: «¡RUBIA, COQUETA, ENSÉÑANOS LAS…!». Y etcétera. No hubo enseñamiento de ninguna clase, pero las chavalas se lo debían estar tomando con humor porque nos hicieron hasta fotos. Esa tarde más playa, aunque toca volverse más temprano que salimos por Sassari, una ciudad de por allí cerca que nos han dicho que para salir está bastante bien, ya que visto lo visto ayer por Alghero no hay muchas ganas de repetir. Salimos hacia la estación, hielos incluidos, y esperamos allí echándonos el primero mientras llegan los rezagados. Nos montamos y yo voy dejando un reguero de agua porque la temperatura no acompaña a que los hielos se mantengan. Luis ha hablado con un contacto que ha conseguido en Sassari para que nos indique a dónde hay que ir, así que nada más bajarnos me encargan a mí que pregunte (con cierto miedo, las pintas dela gente en el bar de enfrente de la estación no invitaban a mucho) y comenzamos a andar. Pasamos una plaza donde se escucha música y parece que hay bastante gente, pero a nosotros nos han mandado más para arriba y no estamos para innovar. Sin embargo, en la plaza indicada no hay ni cristo, así que decidimos bajar a la otra. Nos encontramos con dos señores, sevillanos, y que son profesores de la Universidad de Sevilla. Me preguntan que qué estudio, y después de hacerles un scanner que da negativo en «profesor de Derecho ó ADE» les contesto. Dicen que están por allí haciendo su Erasmus como profesores durante un par de semanas y que están amargados porque en la ciudad no hay fiesta, al menos para ellos. Les digo que no se preocupen, que la nuestra la vamos a encontrar debajo de las piedras.
Nos apalancamos en la plaza del concierto. Como no es que el grupo «Massimo Volume» nos entusiasme demasiado a pesar de que Víctor se vuelve en 2 minutos fan incondicional y nos informan de que en su época tenían tirón por Italia, nos ponemos detrás del todotranquilamente. En estas llega Eva, la incorporación de última hora al viaje que venía directamente de España y que ha llegado al aeropuerto a una hora que ha hecho que tengan que cogerse un taxi de unos cuantos millones de euros. Ya somos los 18 al completo. Luis Palencia y yo estamos en racha, así que decidimos acercarnos a ese par de italianas de muy buen ver y preguntarles qué se cuece por aquí esta noche. Resulta que una de ellas hizo su Erasmus en Zaragoza (Saragossa para los italianos) y nos comenta a qué discoteca podemos ir. Dada la explicación aquello parece que está en Alghero, y a lo largo de la conversación que siguió le volvimos a preguntar unas 400 veces cómo se llegaba. Menos mal que tenía paciencia. Eso sí, a mí me daba mucho coraje, porque le preguntaba y contestaba mirando solamente a Luis. Maldita italiana de los huevos, ahí te pudras. Pasadas un par de horas en esa plaza decidimos que va siendo hora de moverse y tomamos rumbo del camino interminable de izquierdas y derechas que nos ha descrito la amiga. Yo voy un poco empanado por delante, pero derepente me giro a mirar y veo que Javi está gritando «¡yo porque Luis se líe con esa doy todo mi dinero!» y acto seguido tira la cartera al suelo. Veo que Feli también lo hace, Abuelo también y claro, como no puedo ser menos y a mí los retos sobre todo si son monetarios me encantan, llego corriendo y grito «¡y yo!». Tiro la cartera con todas mis fuerzas al suelo sin contar con que quizá el bolsillo de las monedas estuviera abierto…y lo estaba. El efecto fue que todo mi dinero de metal empezó a rodar por el suelo. Aquellos amigos que no se tiraron a descojonarse al suelo me ayudaron a coger las monedas, pero aunque no llegamos a verlo bien mucho me temo que algunas cayeron por la alcantarilla que estaba justo al lado. Como se ve que tengo que tener antecedentes catalanes quiero hacer lo posible por recuperarlo, así que compruebo que la alcantarilla se puede quitar. Entre Luis Palencia y Javi me ayudan a retirar la reja. La amistad a veces te hace hacer cosas increíbles, y en éstas desde luego Javi lo demostró, porque el tío decía que de allí no se iba sin recuperar el dinero de su amigo y se sentó al borde de la alcantarilla. Parecía que se iba a tirar cuando metió el pie un poco para adentro para apoyarse sobre lo que todos pensábamos que era el suelo. Pensábamos, porque en realidad era «agua» mezclada con la suficiente cantidad de mierda como para parecer sólida. Tal fue la gota que colmó el vaso de descojone que el número de sandwiches que se hizo en ese momento en el suelo a la gente es incontable.
Seguimos el camino hasta llegar a la plaza donde se suponía que teníamos que haber bebido. Allí sigue sin haber un alma, salvo cómo no el grupo de rigor de españoles que están de Erasmus allí y con los que evidentemente nos ponemos a charlar. Como ellos también van a «Triciclo» pues los acompañamos. En la siguiente plaza empezamos a cantarle cosas al Abuelo y de repente aparece Alberto Palencia, que llevaba unas horas desaparecido y resulta que se había ido a dormir a un portal y le han despertado nuestras tonterías. Sin embargo, esas tonterías hacen que una patrulla de Carabinieri nos digan que nos vayamos a nuestra puñetera casa que estas no son horas de ir por ahí haciendo el golfo. Ponemos cara de angelitos y seguimos el paso sin rechistar. Efectivamente el camino se hace largo pero por lo menos nos entretenemos con cosas como coger prestados un par de ramos de flores de una floristería al aire libre sin nadie que vigilase y que nos sirvieron para reconquistar a las niñas del grupo. Hurtos a parte, llegamos por fin a la discoteca y como estamos en pleno siglo XXI los chicos tenemos que pagar y las chicas no. Y encima dentro le tengo que invitar a la copa a Luis, lo que hace que mi saldo negativo ascienda a un total de – 8000 millones de euros. ¡Yuju! Menos mal que la música dentro es buena, hay mucha gente y la cosa no parece que vaya a cerrar a las 3 como en Siena. De hecho, tenemos el tren comprado para las 6:15 de la mañana y allí nos dan las 5:30 y sigue habiendo gente y las luces ni se encienden. Nos hubiera encantado cerrar el sitio pero el deber de volver a casa nos llama. Víctor nos recibe fuera, con cara derecién levantado. La cosa va por turnos y esta vez ha sido él quien se ha ido a dormir a un portal de cerca y se ha puesto el despertador para no perder el tren. Menuda panda de mariconas. Con el tiempo justo llegamos a la estación para comprar los billetes y subirnos. Estamos todos sanos y salvos. Nadie se ha quedado dormido por el camino. Desde luego los que no tenemos ganas de dormir somos Luis Palencia y yo, que encontramos uno de los mayores hallazgos del viaje: el compartimento de conductor de nuestro vagón, que va enganchado a otro, está vacío y con la puerta abierta. Vigilando que nadie nos vea nos metemos y la adrenalina nos sube. «Bueno, y ahora, ¿qué hacemos?». Luis amenaza con ponerse a tocar botones, lo cual no me hace puta gracia porque aquello parece que va en serio, y más cuando de repente toca una palanca y suena la bocina del tren. Para ver si ha sido casualidad, la vuelve a tocar: AFIRMATIVO, los botones y palancas FUNCIONAN DE VERDAD. El nerviosismo se apodera de mí. Luis está más exaltado de la cuenta y amenaza con desenganchar el vagón del otro y conducir éste hasta Cagliari, la ciudad del sur. Hago lo posible por frenar su maléfico objetivo y lo convenzo diciéndole que admire el paisaje. La verdad es que sí, está amaneciendo y las vistas desde esta parte del tren, al no tener nada que nos tape, son espectaculares. Disfrutamos de un viaje como conductores increíble donde nuestros amigos menos mal que iban medio dormidos porque si no se hubieran acojonado bastante. Cuando paramos en Alghero no controlamos el tempus bien y el revisor nos pilla metidos y nos empieza a decir algo deque si estamos bromeando y que nos podíamos haber matado. Nos hacemos los suecos y tiramos para los apartamentos. Esta noche (bueno, son las 7 y pico, si se le puede decir noche…) sí que sí nos toca dormir a 3 en 2 camas juntas, pero veo la luz cuando mi tocayo, que ya se va mañana (bueno, hoy en realidad) me dice que le deje las llaves que se va a ver la ciudad con el Abuelo, que también se vuelve con él. Como no tienen otra opción de verla de día, les intento convencer por todos los medios para que lo hagan, incluso llamando por la terraza al otro apartamento al Abuelo cuando este declina. Pero nada, no hay suerte porque está muy cansado y me toca joderme y encima dormir en medio del murciano y mi tocayo. Cagoen.
El viernes con las pocas fuerzas que nos quedan aprovechamos nuestra última mañana de piscina. Nos hacemos amigos de unos niños pequeños, hermanos presuponemos, y que nos dicen que son de Polonia. Se ve que se divierten mucho viéndonos desde su piso. Lo que no nos divierte a nosotros es que podríamos ser acosado de instigación al suicidio porque están asomados a la ventana de un tercer piso y ya se sabe que en Polonia los instintos suicidas se dan mucho por aquello del frío. Después de almorzar el Abuelo y Santi se van, y el resto nos vamos a nuestra última tarde de playa. Como queremos ir a ver Alghero de día no podemos enredarnos mucho, así que después de comprar en el supermercado nos vamos andando al centro. Nos pilla una perspectiva muy bonita con su atardecer y tal, y aunque la ciudad no tiene mucho tiene su encanto. El menda se ha quedado sin metálico, así que después de pedirle un préstamo a Luis Palencia para que me financie un capricho de golosinas en una tienda que encontramos (y que perfectamente puede ser la tienda de golosinas más cara sobre la faz de la tierra) me voy a sacar dinero. El sobresalto es supremo cuando el cajero me dice «no tiene usted disponibilidad». Lo vuelvo a intentar en ése y en otro que me encuentro pero nada. La cosa está clara: no tengo un duro. Genial, a vivir de préstamos durante estos días. Volvemos a casa y después de cenar decidimos que vamos a ir todos juntos a beber en la playa y a contar chistes. La temperatura es buena pero por si acaso cogemos unas cuantas mantas y montamos un corrillo. La noche la pasamos charlando, mirando las estrellas y riéndonos un buen rato. No sabemos aún cómo, ni de dónde, ni por qué, pero Feli y alguien más que ahora no recuerdo aparecen de repente con dos sillas de ruedas. Seguramente haya una historia macabra detrás de ello, pero yo no quise ni escucharla. Pasan las horas y la gente se va a dormir, pero yo me niego a dormir solamente una hora y poco porque a las 5 tenemos que estar saliendo para coger el autobús, así que me quedo en la playa hablando con la parejita madrileña.
Recogido todo de los apartamentos nos encaminamos con la cara de otro hacia la parada de autobús. Mi nivel de endeudamiento en general va ascendiendo, menos mal que en el aeropuerto Luis se coge algún croissant que está buenísimo y me invita. Cuando toca el momento deembarcar Ryanair nos hace la cabra y nos pide que metamos las maletas en los hierros. Esta vez no hay ninguna irlandesa cabrona y dehecho la italiana de turno pasa bastante del tema porque yo ni siquiera meto la maleta y allí nadie me dice nada. Alaitz sin embargo tiene un momento de tensión porque su maleta no cabe ni con el récord Guinness de halterofilia empujando. Pero todo pasa satisfactoriamente echándole cara al asunto, COSA QUE YO EN SU DÍA NO PUDE DECIR. Cuando llegamos a Pisa algunas de las niñas van corriendo al hostal que nos habíamos quedado a la ida porque habían cogido «sin querer» un par de toallas que resulta que no se podían coger. No obstante, nos da tiempo a todos a coger el tren del aeropuerto, aunque en Pisa Centrale nos quedamos un buen rato que yo aprovecho para tirarme a dormir en el suelo, acto que repito más tarde en el transbordo de Empoli. ¿Qué pensaría la gente de mí? ¿Podría haber dejado el sombrero en el suelo para que la gente me echase dinero y así saldar mis deudas acumuladas? Ya en Siena comprobamos que pasa algo raro porque hay mucha gente por las calles y el centro está plagado de Ferraris, más nuevos o más antiguos, y todos paseándose por allí y la gente echándole fotos. A mí me encantaría quedarme a averiguar qué pasa, pero mi cansancio es considerable así que pongo rumbo a casa.
Esa noche, después de haber dormido unas cuantas de horas, podría haberme quedado en casa tranquilo, descansando, pero es sábado y varios de mi grupo quieren salir aunque sea un rato como broche final al viaje. No sé decir que no así que me animo. La plaza está llena y nosotros comprobamos que nos han plagiado la idea de la fiesta flamenca y otro grupo de españoles van vestidos de «andaluces». No sé cómo pero acabamos en casa de unas chicas españolas que están en pijama a punto de dormirse y nosotros hemos venido a darles un poco el coñazo. Más tarde, por fin, llego a casa para descansar del todo.
Y dormí.
SNC00713

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