AFIRMATIVO: la cena del viernes de la semana pasada, justo antes del viaje en coche por la Toscana, fue en el mejicano, y fue pagada por el Abuelo y Javi porque los cabrones habían ganado 400 € cada uno al poner que el Villareal le ganaba en casa al Bayern.
El lunes toca haber descansado varias horas de más por la noche. Mientras Víctor y Dani van a tomarse un café con esta gente, a mí me toca ir a reservar el hostal para mis padres, a lo que le sigue una más que interesante jornada de gimnasio. Por cierto, os preguntaréis, «Santi, después de tantísimas horas de gimnasio, estarás to petao, ¿no?». Pues no, se ve que otra de las maravillosas herencias de la genética paterna, aparte de la ya desastrosa miopía, amagos de alergia, pelo corporal e hipertensión ocular por sólo mencionar algunas, he cogido esa característica de que los gimnasios a ti no te hacen nada. Fantástico. Esa noche veo en la tele italiana la segunda de Piratas del Caribe. Grande Jack Sparrow. Me despido de Dani y Víctor, que se van por la mañana temprano, uno a Pisa para volverse a Sevilla y otro a Roma para recoger a la sua ragazza. La casa es mía, VAMOS.
El martes voy por la mañana a clase con Luis Palencia, aunque de camino hago un estudio de mercado sobre los precios de las peluquerías, que mi peluca ya empieza a tener vida propia. La clase por fortuna termina antes de lo esperado porque al parecer era simplemente para corregir una prueba que justamente se había hecho esa mañana más temprano…espera, ¿una prueba? «Luis, no me dijiste que hubiera ninguna prueba». «Normal, yo estaba en Ámsterdam poniéndome ciego a bocadillos». «Sí, pues yo estaba en Berlín poniéndome ciego a Burger Kings». «Ea, pos entonces qué me estás contando». Después de preguntar y que nos digan que era meramente una prueba de 3 ejercicios para quien quisiera hacerla y sin ningún valor, vamos a comer juntos a la mensa. Es la primera vez que lo hago, pero los malditos de Palencia me incitan, y me da por robar dos bollos de pan que si los congelas y luego los recalientas al microondas dan mucho juego en las comidas. Si viéseis el congelador de ellos básicamente consiste en pan de la mensa congelado. El día que hace de sol y calorcito nos invita a tomar el sol en la Plaza junto con un café, lo que automáticamente nos lleva al Porrione a pedirlo para llevar, no porque la camarera esté tremenda y nos encante desnudarla con la mirada mientras nos prepara el café, sino porque el que ponen allí está muy bueno. Tumbados al sol todos juntos planeamos la semana. Evidentemente ninguno habla de sus horas de clases ni de sus horas de estudio, sinode eventos más importantes como la fiesta de cumpleaños del jueves de Cristina o la fiesta de la primavera del sábado del Rectorado. Más tarde voy con Luis Palencia a sacar el libro de la asignatura que tenemos en común de la biblioteca, a lo cual dedicamos 8 horas porque nos toca el becario más inútil que existe. Esa misma noche voy a casa de los de Palencia a terminar de ver los partidos de baloncesto de la Euroliga y echamos un buen rato comentando los respectivos viajes. Como es martes toca evidentemente Al Cambio. Reconozco que lo echaba de menos.
El miércoles hago diversas tareas domésticas, entre ellas algunas que me ha dejado encargadas mi queridísimo compi de piso llamado Víctor Manuel. Cuando salgo a tender la ropa me doy cuenta de que definitivamente existe un microclima en mi casa que hace que haga más frío dentro que fuera. Me cago en Cuarto Milenio por haber sido quien inventó los sucesos paranormales. El clima invita a un montón degente a irse a la Piazza, entre ellos yo, para terminar luego cenando en la mensa donde me como un salmón seco no, lo siguiente. Por la noche en casa veo el Informe Robinson del Mundial de Fútbol, que todavía no lo había visto. Me lo habían puesto por las nubes, y con razón…
El jueves voy temprano a la facultad a una clase que se supone debe empezar a las 8. Llego a y veinte por aquello de que se supone que todos los profesores, cuando una clase empieza a esa hora, llegan siempre más tarde, aunque jugándomela porque es el primer día que asisto y quién sabe. La clase está abierta y sin nadie dentro. Dejo mis cosas y espero fuera…5 minutos…10…les pregunto a los que están en la clase de al lado que qué se da allí…»Statistica»…NOOOOO, ME PERSIGUEEE!!! Aparte de mí este cáliz, Dios…Sobre y media aparecen los primeros alumnos en la clase. Me confirman que sí, que no estoy loco y que allí se da «Diritto dell’Unione Europea». Sobre las 8:45 aparece el profesor, joven y con cara de bueno. Da un poco de clase y el resto se lo pasa escuchando un debate que se organiza en clase sobre la guerra de Libia, al que por miedo a cagarla yo también asisto como oyente, no vaya a ser que el chaval con gafas y perilla con airesde intelectual me de pal pelo. Terminada la clase me enfrento a mi destino: toca pelarme. Prácticamente todos mis amigos han optado por la opción gratuita de «Peluquería Víctor», ya que mi casa de vez en cuando se convierte improvisadamente en un salón de belleza para machos que vienen a que Víctor les pele con mi maquinilla. Podría cobrar un canon de utilización. Le preguntaré a la SGAE, que de eso saben mucho. Yo de todas formas opto por una peluquería que tiene buena pinta cerca de mi casa y que después del estudio de mercado veo que es la más barata, 13 euros, porque soy un sibarita. Cómo echo de menos a mi querido Raúl de Sevilla, que sólo me cobraba 8. En el local hay 3 señores mayores trabajando. Hay perchero y revistas, lo típico. El más mayor de todos termina y me sienta. Me pregunta si quiero shampoo y le digo que no (se creerá que no he visto que vale 3 euros más. Cómo echo de menos a Raúl que no me cobra nada por echarme shampoo). El hombre es muy delicado y a diferencia de lo que me imaginaba de un típico peluquero italiano no me habla de fútbol ni lleva bigote. El resultado es lo que esperaba: un pelado de toda la vida, corto, ma non troppo. Si a eso le sumáis un afeitado de barba posterior consigo rejuvenecer 6 años del tirón. Quedo en la Piazza con esta gente que vuelve a hacer un día de escándalo para ir a comer a la mensa. Los gritos de sorpresa se veían venir. Causo sensación. Además llevo una camiseta de «I love Berlín», lo cual parte la pana. Tengo a todo el mundo roto, me gusta, vuelvo a estar donde me gusta estar.
Después de comer en la mensa y tomar un poco el sol en el césped que tiene fuera, voy a una clase donde tengo contacto italiano, una chica del grupo Erasmus, para que me pase los apuntes. NOTA MENTAL: no ir a una maldita clase de esta asignatura de aquí en adelante. Esta mañana no he tenido casi ningún sueño en la clase de las 8 a pesar de haberme levantado a las 7. Pero se ve que el poder de la siesta es superior a todos los poderes del universo y me entra tal sueño que creo que soy el que provoca que la profesora, de 3 horas de clase, dé la mitad al verme la cara. El salir antes no deja de ser una excusa para pasarme por la Piazza a saludar a más gente que sigue pegando gritos y pidiéndome autógrafos y ese tipo de cosas. Voy a casa con varios de ellos porque esta noche se organiza en mi casa el cumpleaños de Cristina (sí, cedo mi casa para cumpleaños ajenos, ¿soy o no soy un grande?). Ella pone la comida, nosotros la bebida y yo concretamente mi casa y mi cuarto. Esta noche me toca volver a dormir en el pasillo. Cenamos hasta hartarnos, yo bebo sólo cerveza porque me toca controlar al personal que me los conozco y menos mal, porque hubo amagos de cargarse mi lámpara, robarle el coche a mi vecino y ponerse a gritar a las 2 de la mañana en plena calle. Al final de la fiesta se abrió la caja de Pandora cuando descubrimos que el Google traductor tiene voz y puedes poner frases y escuchar lo que escribes. Mierda.
El viernes me paso todo el día limpiando porque además Víctor me pidió que dejase todo como los chorros. A Cristina tengo que llamarla al móvil para que venga a ayudarme limpiar (uno es Santo pero no tonto), porque claro, ella de iniciativa propia no iba a venir. La novia deVíctor llega con él, que han pasado unos días en Roma, ya por la noche. Le dejo una nota de bienvenida y unas lonchas de jamón. Por la noche juega España y voy a casa de los de Palencia a ver el partido, aunque su Internet es tan bueno que la primera parte no podemos apenas verla. Hay que tomar una decisión, y rápido, que España va perdiendo y a la Roja hay que apoyarla siempre. Primero salgo a varios bares de al lado de su casa para preguntar si echaban el partido, al menos después del de Italia, pero nada. Malditos italianos. En el restaurante de abajo lo echan pero en diferido. A tomar por culo: cogerse las cervezas y el portátil. Nos plantamos en la puerta del Rectorado, ponemos el portátil apoyado en un banco, lo conectamos al wifi de la Universidad y nos sentamos en el suelo de la calle más transitada de Siena a ver 7 personajes el partido. Causamos sensación y se nos unen varios italianos a uno de los momentos más frikis en la historia de mi Erasmus. Ya sumadle que me han dicho que ni gritamos como locos los goles de España para que todas las personas que nos rodeaban fliparan con los spagnoli. Después de eso vamos a casa de Kike y Santi a fumar un poco de la cachimba de Julia, echar unas cartas y reírnos un rato cuando llegó el compañero de piso italiano de estos con un amigo que ha venido a verlo, borrachos como cubas y seguramente con algo más que alcohol en sangre y pulmones, y se pusieron a jugar a la brisca con nosotros. Qué descontrol.
El sábado hacemos una cena en casa aprovechando que es el último fin de semana que pasamos sin el italiano & novia en casa. Después voy a la mensa de Santa Agata con el sector Palencia, porque hay una fiesta de la Primavera con barra libre. Como buenos españoles llegamos los primeros porque allí desde luego no será por nosotros que no vayamos a amortizar la barra libre. El local, bastante chulo por cierto, se termina llenando de Erasmus de Pisa, Bolonia y Siena. Viendo que la gente se amontona en la barra y que las botellas de ron se van acabando, vamos graduando el número de cubatas que pedimos cuando vamos: primero empezamos por uno, luego por dos, luego por cuatro y a partir de ahí cerveza, porque nosotros acabamos el ron. A Luis Palencia le desaparece la chaqueta y empieza a probarse miles deotras para ver con cuál le devuelve la jugada al karma. Después Alberto y yo no podemos evitar tirarnos al suelo de la risa cuando vemos como rueda ladera de la mensa abajo por intentar ir a mear. En un momento de la vuelta pierdo al grupo y a la mañana siguiente me cuentan que volvieron a casa a las 8 de la mañana pero que ninguno recuerda qué hicieron por el camino.
El domingo Víctor e Isa me tratan como papá y mamá y me dan una taza de caldo que hicieron ayer. Por la noche veo «El caso Slevin». Me han dicho que no es buena.
P.S: YUJU wei