Ejem…cinco a cero…
Bueno, no me caliento. El lunes me levanto y tiro para el Rectorado que he quedado con esta gente para pagar el viaje a Nápoles (sí, pequeños, voy a Nápoles la semana que viene con el grupo Erasmus…deseadme suerte). Cuando llegamos al sitio no hay nadie…qué raro. Nos dice una mujer que los lunes aunque se supone que deberían estar allí nunca llegan como mínimo hasta después de las 12 (y cierran a la 1, ojo). Nos vamos a tomar un café al Porrione, un bar al lado de la Plaza y cuando voy a hacerle la pregunta clave a la camarera se me adelanta y me contesta «sì, questa sera si vede qui il Barcelona-Real Madrid». Grande. Terminamos el café y nos vamos a ver si hay suerte con lo de Nápoles pero nada, no hay nadie, que raro que los del grupo Erasmus no estén. Mañana será. Como ya no llego a Matemáticas y paso de entrar 20 minutos tarde que ya me estoy colando con eso, me voy a comer temprano a la mensa. Mientras estoy comiendo con la chica de Vigo (le tengo un odio natural, se ve que mi padre me ponía mensajes subliminales cuando era chico) entran en la mensa la gente de la manifestación. Ah sí, se me ha olvidado, aquí la tienen bien liada con la reforma Universitaria y hay huelga, tienen tomado el Rectorado los alumnos, hay Asambleas todos los días, etc. El caso es que más que una manifestación parece un carnaval porque llegan con tambores, tocando música, megáfonos, algunos disfrazados, etc. Empiezo a comer ligero que veo que la cosa se puede liar, aunque al final hay pacifisco y a pesar de que nos piden que vayamos con ellos la gente pasa del tema y puedo terminar mi pasta a gusto. Me voy al gimnasio donde un tío petao no, lo siguiente, me pide que le ayude a levantar una barra con pesas mientras hace bíceps. Le miro, me miro, y pienso «pero…¿tú me has mirao bien?». Me hago como el que esconde músculo pero en verdad tiene mucho y como el que no sufre mientras le ayudo y salgo del paso. Por la tarde le devuelvo los altavoces al francés que nos los había dejado para la fiesta del sábado (todavía surgen cosas extrañas en mi casa por culpa de la fiesta) y voy a clase que por desgracia hay a pesar de la huelga (soy un maldito esquirol, voy a clase cuando hay huelga y no voy cuando hay, la cuestión es dar por saco). Salgo a las 7 y media y tengo el tiempo perfecto para comprobar que el Porrione está todavía casi vacío, me como un par de trozos de Pizza en la Piazza y me voy a hacer la previa de rigorde 3 cuartos de hora antes de partido con cerveza y con amigos. De lujo.
El partido no lo comentaré, creo que los madridistas que lean esto tuvieron suficiente el lunes. Os podéis imaginar que me quedé afónico, que no paro de pensar que Xavi se merece el balón de oro y que disfruté como un cosaco cuando vi que un chaval que antes del partido prometió que se bañaría en la fuente de la Plaza del Campo de Siena en calzoncillos si el Barça ganaba 5-0 cumplió su promesa y, para su tremenda fortuna, no había ningún carabinieri cerca ni ningún sienés loco por allí, que se las gastan de vez en cuando que da gusto.
El martes me levanto con la fresquita de mi cuarto para ir a clase. Llego, me siento y aparece un estudiante que anuncia que la profesora le ha llamado para asegurarle que no habrá clase para que los alumnos puedan ir a lo de la Asamblea por la reforma esta. La gente se empieza a ir y unos pocos se quedan comentando que no se fían no sé qué y esperarán un cuarto de hora o así para ver si llega la profesora. Me pongo a pensar qué hubiera pasado en España y con el simple hecho de que hubiera habido Asamblea es que directamente no hubiera ido ni el tate, pero aquí no, aquí la gente SE QUEDA esperando para confirmar empíricamente los hechos. Pues mira tú por donde al final llega la profesora y se queda extrañada de que haya tan poca gente. El caso es que empieza a dar clase (ya sabía yo que tenía que haberme ido) y cuando lleva 2 minutos vuelve a aparecer el colega para volver a hablar, pedir disculpas por la confusión, habla con la profesora, le explica la situación y se ve que el tío va para político porque al final consigue que no tengamos clase. Bieeeen, me he levantado temprano para nada. Remoloneo un rato por la facultad, voy a la mensa a comer donde dos italianos que se sientan conmigo me dicen que ojalá en Italia se jugase al fútbol como jugó ayer el Barça, me tomo un café con esta gente y vamos a pagar lo de Nápoles, y ya por fin firmamos nuestra sentencia de muerte: definitivamente vamos a Nápoles la semana que viene. Por la noche salimos, como siempre, bebemos en casa de Kike y Santi mientras echamos unas briscas (en serio, tenemos que PARAR) y luego nos vamos Al Cambio. Veo a las portuguesas y confirmo: el sábado hay Fiesta Ibérica en mi casa. No he aprendido de la otra vez, tengo que volver a liarla parda en mi casa.
El miércoles se va Víctor a Polonia a ver a su ragazza, le dejo una nota escrita en la que le deseo suerte para que no se le caiga la picha por el frío. Por la tarde en clase de Derecho Privado POR FIN una italiana de mi clase, cuando me pregunta por no sé qué y le respondo, al escuchar mi acento me dice «ahh, ¡eres español!». Sí, llevo aquí yendo a clase casi dos meses y hasta este martes no me había preguntado nadie de mi clase por mi acento y tal. Menos mal que los italianos se supone que eran simpáticos. Já. Luego no hago nada salvo ir al gimnasio. En los vestuarios un chaval, al salir de la ducha, me dice algo señalando a la toalla pero no me entero. Entre que me lo repite, cambia la frase y finalmente con gestos me indica que me estaba preguntando si había algún bicho en la toalla la situación se ha hecho un tanto incómoda, el chaval ahí con todo colgando y yo mirando fijamente la toalla buscándole un bicho. Pero al menos me sirve para conocer a una persona de mi gimnasio y además de Siena, que abundan poco, y no es ironía, aquí todo el mundo es de fuera. La pregunta obligada: «di che Contrada sei?» «Del Draco». No es de la mía. Nota mental: no hablarle más, que se vaya con los de su Contrada. Por la noche no salgo, ya habrá tiempo mañana.
El jueves hago una «prueba» de informática para evaluar como estamos de nivel y termino antes que todo el mundo (no es por dármelas de guay, es que ya he dado la asignatura en España, yo soy así, me gusta innovar). En las dos horas que me quedan hasta la siguiente clase aprovecho para: recoger mi acuerdo de estudios con cambios (sí, ahora), pagar la excursión a Capri del viaje a Nápoles, hablar con los del Erasmus sobre las tías que hay en Siena, recoger en la Universidad mi clave para usar los ordenadores, usar uno de ellos para buscar cuándo carajo me iba yo a Alemania, ir a comprar los billetes de autobús de ida y vuelta a Pisa para irme a Alemania, comprar en el Conad líquido lavaplatos que se ha acabado, encontrarme a una checa que me cuenta que no puede venir a la fiesta del sábado (menos mal, una menos, me estoy acojonando con la gente que se supone va a venir) y volver a la facultad 15 minutos antes de lo que debía. No veáis cuando me pongo cómo aprovecho el tiempo. Lástima que sea por rachas. Por la noche vamos a casa de Julia (más bien, a la mansión deJulia con sillas del siglo XVII) y mientras bebemos jugamos al juego de los lobos. Para quien no sepa cómo es (me consta que alguno de los que leéis este correo sí, malditos ludópatas) consiste en que hay una «madre» que va organizando la partida y el resto recibe una carta, que sólo puede ver él, y que le asigna un personaje. Hay cartas de «pueblo» y cartas de «lobo». La madre ordena que todos cierren los ojos y mientras nadie ve nada el lobo le señala a quien quiere matar. Cuando todo el mundo descubre quién ha muerto comienza una ronda deacusaciones para ver quién levanta la carta (yo siempre acuso a Durán, sea como sea). Así se prosigue con rondas de asesinatos hasta que ó bien se descubre quién es el lobo (o lobos, puede haber varios y entonces tendrán que coordinarse con gestos) o bien gana el lobo por matarlos a todos. Pues eso, cuando nos cansamos de ese juego pasamos al de psiquiatría (como nos aburrimos) pero no lo podemos terminar porque Julia nos echa de casa que quiere salir. Maldita perra. Terminamos en Al Cambio donde el presidente de la Asociación Erasmus, napolitano que será mi protector la semana próxima, me invita a una copa. Me gustaría a mí ver la fiscalización de cuentas de la Asociación y comprobar si todo está en orden pero bueno, mejor para mí, así tengo copas gratis.
El viernes por la tarde voy a comprar mi entrada para una cena de gala/navideña que organiza el grupo Erasmus en Vanilla, la discoteca a las afueras de la ciudad, y que básicamente me decido a ir porque sólo los que vayamos tenemos asegurado autobús de ida y de vuelta. Cuando estoy de camino a comprarla veo que la Piazza del Campo está preciosa. Se me ha olvidado comentar que ya es Navidad en Siena y que las calles iluminadas son la ostia, la Piazza más bonita no puede estar y que aquí también se asan castañas. Además la Piazza tiene colocadas mesas grandes con techos que las cubren, pero no tengo ni pajorela de para qué son. Esa noche me visto lo mejor que puedo y voy a coger el autobús de Vanilla. Resulta que no había caído en que ninguno de mi grupo va y cuando estoy esperando con el resto de la gente me entra un poco de tristeza porque me veo cenando solo, todo el mundo tiene amigos menos yo. Menos mal que aparecen unas belgas/inglesas que me acogen en su grupo hasta que me llaman unas amigas españolas diciendo que están de camino y cuando llegan mando a tomar por saco a las belgas/inglesas. Eso se llama usar a las personas y ser un cabrón, pero bueno. La cena la verdad es que es espectacular, sobre todo cuando me siento en un sitio que no sé por qué tiene dos platos de entrantes y me cebo. Una bebida de aperitivo que estaba muy mala pero fue bajada con vino a volontà, un primero con una lasaña riquísima y otras cosas que no sé que eran pero también cayeron, un segundo que era carne con salsa a la pimienta que madre mía como estaba y un postre que ya nos comimos de pié porque empezó a llegar la gente de la discoteca. Todo amenizado con música, congas, bailes y un juego que se llama «brindar cada 3 minutos» y que consiste en que cada vez que alguien en tu mesa dice «3 minuti!» tienes que brindar. Os podéis imaginar que eran de todomenos 3 minutos los que pasaban. El resto de la noche bien, en su línea, lo que viene siendo una discoteca.
Y el sábado llegó el día. Tal y como le levanto llamo a los españoles para ver qué vamos a hacer de comer cada uno. Dos vienen a mi casa a ayudarme a preparar el cuarto y demás. Luego caigo en que no he hecho la facturación online para el vuelo de Alemania y o la hago ahora o pago 40 € en la ventanilla de Ryanair, y prefiero gastarme el dinero del Estado en otras cosas. Salgo de casa rezando que un sábado por la tarde haya alguna copistería abierta. Las dos primeras no y ya me empiezo a poner nervioso porque o imprimo los billetes hoy o estoy muerto. De camino compruebo qué era lo de las mesas de la Piazza del Campo: resulta que todos los años Siena hace un mercadillo navideño que dura un fin de semana y se peta de gente, aunque esté lloviendo y haga un frío del carajo. Por fin, encuentro un zulo-copistería abierto y me acojono un poco porque el tío que me atiende tiene toda la cara de mafioso. Al final resulta que no era tan mafioso y hasta charlo un poco con él de España, Italia y mi viaje a Alemania. De camino a casa compro aperitivos en el Conad. Cuando llego empiezo a acelerarme porque me quedan menos de dos horas y tengo que ducharme y muchas cosas que arreglar. Coloco los platos, voy a casa de mis vecinos para preguntarles si al final vienen y si el francés buena gente me puede dejar sus altavoces. Me los deja y me pregunta si puede ir un amigo suyo que ha venido a visitarlo. No sabía nada el cabrón. Sí sí, sin problema. Recibo un mensaje de una de las portuguesas: ¿puede ir un amigo? Ehhh sí claro. En fin, llegan las 8 y todavía me queda la prueba de sonido, la lista de música y poner los aperitivos para tenerlos ya listos. No sé por qué me preocupo por el tiempo porque hay un récord de puntualidad y los primeros que llegan lo hacen a las 20:45. Y las portuguesas a las 21:25, cuando ya estaba el resto de la gente empezando a comer del hambre. La lista de música es un triunfazo: he puesto el himno de España, el de Portugal, sevillanas, fados, muñeiras, pop portugués…pero vamos a lo que vamos, cuánta gente había en mi casa, os preguntaréis. Sólo os diré que se me fue definitivamente de las manos y que si no he contado mal llegamos a estar: 14 españoles de mi grupo habitual + 9 españoles de otros grupos no tan habituales + 5 portugueses + 4 de mis vecinos + 4 amigos demis vecinos = 36 personas. ¡¡¡36 PERSONAS!!!! Y creo que no os podéis imaginar todavía cómo es mi casita. Del resto de la noche en fin, para qué hablar.
El domingo también para qué contároslo, levantarte acostado en la cama en el pasillo porque para la fiesta había tenido que sacarla de mi habitación y claro, como no está Víctor pues allí dormí yo. Comprobar que sigues vestido y con las lentillas, que hay mucho que limpiar y que aparecen tapones de corcho por todos lados de la casa. Limpiar, ver la saga entera de X-Men que la echaban por la tele (muy listos ellos, el orden fue primero la 1, luego la 3 y al final la 2) y acostarme tarde por enviar este maldito correo y hacer la maleta para Nápoles.
Ea, ahí os dejo. Llegarán noticias mías pero tarde, que esta semanita la tengo cargada. Deseadme suerte para Nápoles (el dicho aquí es «vedi Napoli, e dopo muori», creo que no necesita traducción) y para los aeropuertos de Pisa y Frankfurt-Hamn, que ya he leído por ahí que vaya tela…¡Un saludo!
En la foto, sólo algunos de los restos de la Fiesta Ibérica. Lo de abajo es mi armario.
P.S: ¿yuju wei?