Siena

Dándolo todo: parte de Siena III

Ciao a tutti!

POR FIN LO HE CONSEGUIDO: he comido en la mensa por 1,60 €. Había una leyenda urbana que decía que si 2,5 € nos parecía una sangría y 2 € algo de sibarita, teníamos una opción de tieso de comer en la mensa por 1,6 €…y es verídica. El lunes al mediodía, impulsado además por tener el gimnasio en la cabeza (por aquello de la pasta, quema de carbohidratos o no sé qué), me pedí una ensalada, pan, pasta, un plátano y, como siempre, bebida ilimitada. Y…CHAN CHANNNN, se hizo la luz y el amable trabajador que siempre me atiende con una sonrisa estilo los anuncios del McDonalds y me llama por mi nombre me dice: «1,60, per favore». Con lágrimas en los ojos le di el dinero exacto y me volví para sentarme. Todo el mundo de la mensa estaba flipándolo: me volví un ídolo de masas y me hicieron un pasillito mientras todos aplaudían y me hacían reverencias. Caían rosas de no sé donde, de repente me habían puesto una alfombra roja y en mi mesa había 3 suecas esperándome. Todo esto por supuesto pasaba a cámara lenta y con un hilillo musical en modo «you’re the fucker» defondo. Creo que ha sido el día más feliz de mi vida.
Después de venirme arriba, os cuento. Antes del momento mítico de la mensa Víctor y yo habíamos ido por la mañana a una oficina del centro para sacarnos el código fiscal, que al parecer si queremos ser legales aquí y, sobre todo, poder seguir yendo a la mensa por aquellode que no nos de una patada personalmente Berlusconi y nos diga «ciao ragazzi!», pues nos lo tenemos que sacar. Como nos dicen que no cuesta dinero, no hay mucha burocracia de por medio y basta con enseñar el DNI, allá que vamos a tratar de legalizarnos. Pero se nos quitan las ganas cuando llegamos a la escalera del edificio. Os puedo asegurar que allí había especies que nunca se han visto. Científicos de todoel mundo podrían sacar petróleo entre esas escaleras y el baño de mi casa, que prefiero no comentar por aquello de que quiero que me vengáis a visitar algunos. Se ve que la ley de ordenamiento urbano de Siena es tan fuerte que cuando dice que «no se puede tocar todoaquello que esté de murallas para adentro» se tiene que cumplir a rajatabla, incluyendo todo aquello que implique limpiar y quitar el polvo y la mierda acumulados desde el siglo XV. Después de subir lo que creo que han sido los dos pisos más eternos que se me han hecho en la vida (además aquí lo de los ascensores no se destila, se ve que Siena fue un experimento nazi y mandaron a chuparla a los viejos y paralíticos porque no pueden subir a ningún lao) llegamos a un pasillo e intuimos que allí es donde se saca el famoso código. Creo que fue la primera vez desde que comenzó mi aventura que no doy 18.000 vueltas para llegar a mi destino y por fin encontramos algo a la primera. Pero el karma es un poco cabrón y cuando llamamos a la puerta y le preguntamos a la señora que si allí es lo del código fiscal (en un italiano que tengo la teoría que en vez de mejorar, empeora) nos dice que sí pero que volvamos mañana porque se acaba de ir la luz o no se qué y no vamos a poder hacerlo. A tomar por culo mis 5 segundos de felicidad. Nos planteamos el tirarnos por la ventana para sortear de nuevo las escaleras pero pienso en el jamón que comeré cuando llegue a España (el que traía ya se me ha acabado…creo que con la última loncha morí un poco por dentro) y decidimos que mejor otro día.
Esa noche, si la exaltación por la mañana al comer no había sido suficiente, pongo la televisión mientras ceno en casa y está empezando una película mitiquísima: Indiana Jones y la última cruzada, que por supuesto veo y entiendo perfectamente de pé a pá no porque me venga la inspiración divina del italiano sino porque me la he tragao 20 veces y me la sé de memoria. Cuando pensaba que por fin iba a tener una noche tranquila en casa en la que estar un poco en el ordenador y poder acostarme temprano, llegan a casa una trupa de gente que se instala en la cocina a joderme el plan (nótese el pequeño tamaño de la casa y que mi pared da a la cocina). Resulta que es la cena dedespedida de Lena (la alemana que ha venido a visitar a Alesio, mi compi «lolailo» italiano, y que todas las noches duermen en la misma habitación no sin antes rezar unos cuantos rosarios) y como me ven muy apagado en mi habitación y tal pues me dicen que les acompañe y que me beba con ellos unas cervecitas. Eaaaa, y yo con los dientes ya lavaos y en pijama…pero me da igual, me apuntaría a un bombardeo y además de paso practico y aprendo insultos en italiano.
El caso es que a la mañana siguiente, después de haberme acostado a las 4, volver a subir las escaleras del edificio que os he comentado antes resulta más llevadero porque no ves una mierda y te da todo igual. Por fin nos atiende la señora. LA SEÑORA es pa verla. No tanto físicamente, que también podríamos hacer un simposio al respecto, sino el trato que tiene con el «cliente». Yo sabía que los funcionarios en España tenían fama pero aquí desde luego tienen que estar todavía peor porque su simpatía brilla por su ausencia. Aunque eso sí, al menos no me dice nada más llegar «no, eso no es aquí, tiene que ir primero al registro central a rellenar el formulario B12, sellarlo en el registro auxiliar, entregarlo en la secretaría provincial para luego sacarse la autorización de petición de lo que quieras pedir en la oficina general y ya si eso y no se te ha pasado el plazo de 24 horas desde que has llegado aquí pues te hacemos el código fiscal». Pero en fin, la escena desde luego es para grabarla.
Esa noche el grupo de Erasmus Siena organiza una fiesta (sí, en martes) como todas las semanas y como todas las semanas no nos la perdemos. No sin antes pasarme por mi Palestra a hacer abdominales, pecho, espalda, bíceps, tríceps, hombros y un sinfín de músculos que he descubierto que tenía y que pa estar guapo hay que ejercitarlos. No obstante me divierto en el gimnasio porque suelo ir con el murciano y me gustan las colas de mujeres que se forman a la entrada de la sala de aerobic…pero no por nadaaa, eeeehhh, malpensados, que es porque se ponen a hablar y así mientras ejercito, practico el italiano. De todas formas todavía no termino yo de captar si la Palestra me motiva o no. Por un lado ves a todos los tíos a tu alrededor tó petaos e hinchados de músculos y dices «claro, si ellos están así ahora es porque algún día fueron como yo, luego merece la pena estar en el gimnasio». Pero por otro lado ves a todos mucho más fuertes que tú, más altos, más guapos, más en forma, menos endebles, y que cuando estás rotando con uno para hacer la misma máquina, ves que él está levantando 50 kilos sin resoplar y cuando se baja y te pregunta que en qué peso te vuelve a poner la cosa tú le dices «ehhh en 15…» y lo deque el tío se esfuerce por no soltar una carcajada no te piace niente…
Pero bueno, yo salgo tó motivao del Gold Gym porque esa noche juega España y en la previa de la fiesta Erasmus hemos quedado para verlo. Me enfundo mi bandera de España (sí, me la he traído) y empezamos a andar para el centro. Víctor y yo hacemos ronda de llamadas. «Alberto, ¿dónde estáis?, En la mensa, todavía comiendo, Vale, estamos andando para el centro, ¿dónde vemos el partido?, En mi residencia se puede ver, tirad para allá, Vale». Cuelgo. «Kike, ¿dónde estáis?, Comprando alcohol, ¿y vosotros?, Tirando pal centro, nos ha dicho Alberto que vayamos a su residencia, Vale, compramos y vamos para allá, Ok, pero acordaros de pedir hielo por ahí, Vale tío, nos vemos». Cuelgo. «Luis, ¿dónde estás?, En la mensa, con Alberto, y hemos pensado que es mejor tirar para mi casa que todos en la resi deéste no cabemos, Vale, llamo a Kike para avisarlo, ¿Está avisado Santi el gallego?, Sí, está con Kike comprando alcohol, ahora los llamamos pa avisarlos del cambio, ¿Le has dicho que coja hielo?, Sí, no te preocupes, por cierto, ya que estáis cogernos unos vasitos de la mensa, Ok tío, ci vediamo». Cuelgo. «Kike, cambio de planes, vamos ahora a casa de Luis, que en la resi de Alberto como que no, Vale tío, pero me acaban de decir que por Internet va a ser complicado verlo, que unos españoles lo han intentado al principio de la primera parte y nanai, ¿Y qué hacemos entonces?, Podemos ir al bar irlandés ese de la Plaza Gramsci, Vale, lo intentamos allí y bebemos luego o algo, llamo ahora a Luis pa avisarlo, Ok». Cuelgo. «Luis, que ni tu casa ni ná, vamos al irlandés que no vamos a pillar el partido por Internet, me lo ha dicho Kike, ¿Al irlandés? pero está muy lejos, ¿no? espera que Alberto me está diciendo algo, te lo paso, Qué pasa, Alberto, Illo Santi, que hoy juega Italia y seguro que no echan el de España, así que lo intentamos en casa de Luis y punto, Vaaaale, pues vuelvo a llamar a Kike». Cuelgo. «Kike, que olvídate del irlandés, que echan Italia, vamos a casa de Luis y bebemos de paso allí, Vale, pero pedid también vosotros hielo, Que sí que sí».
Después de gastar la mitad de mi saldo Wind y de conseguir hielo en un bar, llegamos a casa de Luis el murciano no sin antes haber tenido otra ristra de llamadas para ver cómo carajo se llegaba a casa de Luis. Ubicados, nos damos cuenta de una realidad aplastante: lo de la señal era cierto y no cogemos el partido ni de coña. Sólo durante unos segundos para adivinar que España va ganando 0-1, gol de Villa. Perfe. Como vídeo no puede ser, ponemos Radio Marca. De repente me doy cuenta de la situación: un murciano, un madrileño, un cordobés, un gallego, un zamorano, un secuntino y un sevillano con una bandera de España como bufanda en un piso alquilado en Siena un martes por la noche escuchando la radio por Internet y bebiendo. El Erasmus debe de ser esto. El caso es que nos venimos arriba cuando escuchamos que marca Iniesta y ni os cuento el de Sigüenza que llevaba encima la camiseta del faro de la selección. Al poco marca Escocia y nos venimos abajo, pero volvemos a venirnos arriba cuando localizamos un servidor de Internet que da perfectamente el partido. Nos venimos abajo cuando vuelve a marcar Escocia. Su puta madre, nos han empatado. Nos venimos arriba cuando llegan los compañeros depiso de Luis: hay tías, la cosa se anima. Nos hundimos en la miseria cuando se va la señal. Ahora ni vídeo ni radio ni ná, y encima las tías pasan de nosotros y no quieren ver el partido. Al rato volvemos a conectar con una señal de vídeo que va a ratos pero entramos en éxtasis cuando en uno de los pocos momentos de lucidez marca Llorente y poco más y destrozamos la casa. Gana España. Apoteosis. Sale Sara Carbonero por el vídeo. Orgasmo.
El caso es que con mucho que celebrar nos encaminamos el bar por excelencia de los Erasmus. Mi bandera de España triunfa y desaparece a ratos porque la gente no para de cogerla. No hay españoles, no qué va. De repente, entro en el servicio y el Emmanuelle (mi amigo napolitano) me echa en la cara pintura de colores: había olvidado que la fiesta de hoy consistía en fiesta de colores fluorescentes. Al principio la cosa no se desbarajusta demasiado: algún que otro color por la cara y queda simpático, ya se lavará. Pero la cosa se empieza a desmadrar y mi cara es un poema al final de la noche. Qué más da, aparece un italiano que conoció Víctor los primeros días y que tiene un bigote muy característico y le empezamos a cantar «Dov’è Mustacchio, lo lo lo lo lo lo lo, dov’è Mustacchio…» etc. No le piace y se va. Perdimos a Mustacchio. Nos da el bajón y nos salimos. La gente se empieza a desperdigar y el de Sigüenza me dice que vaya a su resi que las niñas tienen un botellón montao en un cuarto. Antes de que termine la frase estoy en la residencia pero me encuentro un problema: no soy de allí y al parecer hay una regla de que a partir de la 1 de la mañana allí no entra ni el Papa. Son las 3. Me preguntan que de qué habitación soy. Me invento un número. Me dice que sólo hay hasta la 80. Le digo que es esa, que me equivocao. Me dice que sí, que vuelva mañana. El secuntino le intenta hacer entrar en razón pero la tía está en bata y con cara de pocos amigos. Nos salimos. La ventana de las niñas da a la calle. Se asoman. Nos ofrecen vodka con agua y sin hielo. Ehhhh mejor mañana, que he quedao con tu portera en que vuelvo. Me dicen que escale la pared que la ventana de Alberto (el de Sigüenza) da a la calle y está en el primer piso. Miro la ventana. La caída no sólo no es mortal sino que además hay justo debajo unas motos en las que apoyarse. El Jamaican Club dejó de hacer efecto hace un rato y como el suelo está mojao les digo que paso de hacerme el Spiderman y que ci vediamo domani. (Nota, que sé que algunos en este punto me querríais comentar algo: no merecían la pena ninguna de las tías. Conque una hubiera estado medio pasable el décimo piso se hubiera quedado corto). Llego a casa y Lena y Alesio me saludan tranquilamente. No me hacen ningún comentario al respecto y no se ríen, pero cuando me miro al espejo parezco un payaso pintado que acaba de caerle una tromba de agua. El caso es que me empiezo a quitar capasde ropa y me doy cuenta que hasta la bandera tengo que lavarla y me dan ganas de meterme yo mismo con todo dentro de la lavadora, pero es muy tarde y tardaría un rato en salir. Son las 4 y algo y tengo 2 opciones: me ducho y me quito la mierda o me ducho mañana por la mañana antes de salir. La segunda opción es aclamada por todos los músculos de mi cuerpo.
Me levanto el miércoles. Es tarde, tengo dos opciones: me ducho, como en casa y voy al curso, o no me ducho, voy a la mensa y luego al curso. La segunda opción es aclamada por la parte de mi cerebro que pone «imaginación en la cocina». Me miro al espejo y como me lavé la cara la noche anterior la cosa no está tan mal y me doy el visto bueno. Llego a la mensa. La gente me mira raro. El primer conocido que me ve me dice «qué, no nos duchamos aún, ¿no?». Porca miseria, me han pillao. Me da igual, estoy captando algo de la mensa que todavía no me había dado cuenta. Como esta semana el chollo de la mensa se ha vuelto más complicado por aquello de que algunas facultades ya han empezado, el rato que paso en la cola me da para hacer un estudio de mercado. Resulta que en la mensa hay televisores y altavoces. Cuando no echan partidos de fútbol por atrasado, echan un programa de música y ponen los altavoces a bastante volumen. Más que en un comedor parece que estemos en una discoteca y más que pedirme pasta me dan ganas de pedirme un cubata. Y ahí está la clave: en la mensa de hecho PONEN cubatas (ellos lo llaman «cocktails» y se creen que no sabemos que son cubatas, pero lo sabemos). Por cierto a buen precio pero claro, ahora entiendo por qué es tan barato el comer aquí, porque incitan a la gente a pedir cubatas y por ese lado le sacan rédito. Dios, no sé que estoy haciendo aquí y no en Inditex de vicepresidente ejecutivo.
Cuando más tarde hablo con el murciano en el gimnasio me cuenta que su día ha sido la leche. Resulta que cuando ayer llegó a su casa no le iba la llave porque habían cerrado por dentro o no sé qué historia. Después de media hora intentando abrir, como la idea de dormir fuera no le agradaba mucho intentó llamar. No le abrían. Al rato pasaron unas vecinas también españolas que lo acogieron en su casa y le abrieron el sofá cama. Por la mañana volvió a intentar entrar en su casa pero eran las 8 y más de lo mismo, así que tal y como había llegado la noche anterior se fue en autobús para Arezzo (una ciudad a media horilla de Siena en la que realmente estudia este personaje). Nótese aquí que por no gastarles agua a las chavalas, ya que lo habían acogido, se plantó en el autobús sin lavarse la cara ni nada (recordemos: fiesta dela pintura, caras manchadas…). El caso es que en su autobús se hizo un vacío en los 10 asientos de alrededor suya porque debía de dar miedo, y ya en Arezzo se lavó la cara en un bar. El caso es que llegó a Arezzo, fue a la Universidad, le dijeron que había huelga y que las clases no empezarían hasta más tarde y que volviera a Siena. De vicio. 11 € en bus para nada. Esa noche por lo menos le dimos la alegríade ir al «Il Contro» (un bar de aquí) a bebernos una cervecita y jugar unas cartas, y cuando más tarde nos pusimos a jugar al Trivial Pursuit en italiano fue demasiado en un mismo día para él y se fue. No gané. De hecho no ganamos ninguno. (Nota mental: no volver a jugar al Trivial en italiano).
Del jueves lo que merece la pena contar es la noche (qué extraño). Resulta que había un concurso de cerveza al que no nos habíamos apuntao porque preferíamos hacer por nuestra cuenta la ruta. Como estábamos un poco hartos de ir siempre a la mensa planteamos un plan alternativo en casa de Víctor y mía. Al principio de la tarde el plan fue el siguiente: «oyee, vamos a nuestra casa y Víctor y yo hacemos decomer y dividimos la compra entre todos que nos sale barato, hacemos unas tortillas de patatas y algo más, bebemos unas cervecitas, luego vamos a casa del murciano a beber y terminamos en la disco-pub». Al salir del curso de italiano el plan derivó en lo siguiente: «oyee, vamos a nuestra casa y pedimos unas pizzas que hemos oído de un sitio que las venden baratas y las llevan a casa, dividimos entre todos que nos sale un poco más caro pero aún está bien, bebemos unas cervecitas, luego vamos a casa del murciano a beber y terminamos en la disco-pub». Y finalmente el plan terminó siendo: «oyee, vamos a nuestra casa que pedimos unas pizzas y entre varios hacemos 4 tortillas depatatas, Santi ayuda a pelar las patatas y darle el toque de microondas para que se cuezcan, dividimos entre todos sólo lo de las pizzas, bebemos unas cervecitas, luego vamos a casa de Santi y Kike a beber y desfasar a los vecinos con la música a toda pastilla y después entramos 5 minutos en la disco-pub para darnos cuenta de que hace mucho calor dentro y salirnos media hora fuera a hablar con todo el mundo que te encuentras».
Y esa noche obtenemos un Record Guiness: 15 PERSONAS EN MI COCINA. 15 PERSONAS!!! Más mi compi de piso que estaba en su cuarto con 2 amigos hacíamos 18. 18 PERSONAS EN UNA CASA PENSADA PARA 3, ¿PERO ESTO QUÉ ES?????? El caso es que después de dejar mi cocina hecha un asco y haber comprobado que en Italia son muy sibaritas y las pizzas te las traen a casa en coche y no en moto, nos encaminamos en manada a casa de Kike y Santi. Os aviso que hay una combinación bomba que puede ser bastante peligrosa y que yo comprobé ese día: si sumas 15 personas en una casa que han bebido cerveza, comido tortilla de patatas después de meses sin probarla, bebido ron para luego sumarle mojitos, un ordenador y unos altavoces, es muy posible que te lo pases de puta madre, pero que acabes en el calabozo por armar tantísimo follón. Nosotros tuvimos suerte y se ve que los vecinos de esta gente son todos sordos porque allí no vino nadie a quejarse. En medio sé que hubo una llamada que me hicieron hacer a una española que no conocía y que me hice pasar por su ángel de la guarda, que cuando íbamos de camino a la disco-pub desde una ventana una italiana se puso a gritarnos y de repente una botella se partió a nuestro lado a lo que siguió una escampada general con gritos de «que nos matan que nos matan» para averiguar al día siguiente que era el murciano que había partido una botella de vino, que una de nuestras amigas acabó llorando porque nos metimos con su flequillo, pero no me preguntéis más. Se ve que cuando llevas tiempo sin comer tortilla de patatas ésta te genera lagunas mentales nocturnas.
El viernes fue tranquilo, que ya tocaba, y estuvimos todo el día recordando la noche anterior, o más bien, recordándonosla los unos a los otros. Vi el último capítulo de «El Internado» (malditos hijos de puta que están hechos los guionistas) y cambié las sábanas que he tenido las mismas puestas desde que llegué y estaban empezando a aparecer parásitos que me hablaban en mitad de la noche. Y el sábado llegó Perugia.
Nos levantamos temprano para hacernos unos bocatas, compramos un chorizo que picaba una jartá, nos metimos en los autobuses y nos encaminamos para Perugia. Nos dan de regalo en el autobús unos bombones, que comemos con avidez como si nunca hubiéramos comido. En otro autobús reparten puros a los chicos y las niñas se quedan con las ganas. En el nuestro cambian los puros por ponernos música italiana del año del catapún, pero nos piace y la cantamos de buena gana, sobre todo con el «para hacer bien el amor hay que venir al sur» (aunque en italiano dice otra cosa pero nos importaba más bien poco). Con el papel que me dan de información de Perugia y del Eurochocolate mato un bicho que me estaba mirando mal y venía a por mí. Se ve que me toca en el autobús del conductor más lelo porque se para en la autovía a no sé qué, pero lo mejor viene cuando estamos llegando a Perugia y los autobuses en los que vamos empiezan a pararse a hablar entre ellos, dan media vuelta, vuelven a pararse, dan la vuelta en otro lado, van por una calle, se equivocan, giran en otro lado, se meten en un camino de tierra…y después de una hora dando vueltas llegamos al sitio donde vamos a dormir, que es un hotel con vistas al lago Trasimeno (el 2º mayor de Italia). Lo primero que decimos: esta noche, cuando volvamos de fiesta, todos al lago. Aviso deantemano: no nos bañamos, hacía un frío del carajo.
El caso es que después de dejar las cosas en las habitaciones de 4 personas nos dejaron en Perugia, atravesamos la Calle del Infierno versión italiana y con sus canis correspondientes y subimos al centro de la ciudad. Resulta que Perugia tiene una especie de tranvía-metro que se llaman «minimetro» y que consiste en unos raíles sobre los que van unos cubículos que no llegan a ser de más de 6 metros de largo, sin conductores, y que funcionan solos. Muy chulo. Cuando salimos al centro, la velocidad de avance se reduce a 10 metros por minuto: se ve que lo del Eurochocolate es como la Madrugá en Sevilla pero con dulces en vez de procesiones. Eso sí, gratis sólo conseguimos que nos dieran pan untado con Nutella en un sitio que para llegar tuvimos que bajar una cuesta con un 28 % de desnivel para luego volver a subirla. Volvemos al punto de encuentro para ir al hotel. Me monto en un autobús. Da la puñetera casualidad de que es el último en salir porque unode los miembros del grupo Erasmus que organizaba aquello se había puesto tó ubriaco (dícese en italiano de la persona que tiene los efectos posteriores a una ingesta desmesurada de alcohol) y llega tarde. Ducha, cambio de ropa y bajamos a cenar. Aquí hago notar lo siguiente: cuando en un correo te avisa el grupo Erasmus que en la cena habrá «taaaanto vino» échate a temblar. La cantidad había la que quisieras, eso sí, aquello no había quien se lo tragase. Pero una noche es una noche y empezamos a brindar. Primero por ser la primera copa y por los 4 españoles que nos habíamos sentado juntos. Después porque se sentaron con nosotros 2 polacas, una checa y una húngara. A continuación por descubrir que las polacas y la checa están considerablemente buenas. Poco después brindamos porque éramos 4 tíos pa 3 tías buenas. Como aquel último brindis no tenía sentido, brindamos porque el murciano empezó a cantar que le daba igual quedarse con la fea. Brindamos por acabarnos la primera botella. Brindamos por acabarnos la segunda. Por el primer plato. Porque pedimos repetir pasta y nos hicimos amigos de la camarera. Brindamos porque la camarera también estaba buena. Porque nos trajeron el plato de pasta. Por el segundo. De repente no me sabe mal el vino. De repente creo que es el mejor vino que he tomado nunca. Se acaba la cena. Nos levantamos. Nos caemos. Segundo intento: entre todos conseguimos arrastrarnos a la habitación. Duda urgente: ¿y qué hacemos con el ron que hemos comprado si salimos para la discoteca ya? Respuesta presta: se bebe en el autobús.
Osssstia qué me está gustando a mi Perugia. De repente me acojono: mi nivel de italiano debe ser un C2 (el máximo nivel de nuestro curso) porque nunca en todos los días que llevaba aquí había hablado tan fluido el idioma. Joder vaya parla. Conjugo bien, enlazo frases, amplio mi vocabulario con palabras que no sabía ni en español. Luis, ¿qué vino hemos bebido? ¿Que la etiqueta ponía «vino da tavola economico»? Pues apúntalo que aumenta el conocimiento del italiano. Llegamos a la discoteca. Tiene buena pinta, por haber hay hasta porteros. Intentamos entrar el ron. Intento fallido. Da igual, la primera copa es gratis. La segunda no pero un día es un día. ¿6 euros por un ron blanco con Coca-Cola en un vaso pequeño de plástico transparente? Bah, total, paga el Estado español. Ah, ¿qué como era la discoteca más grande del centro de Italia? Muy grande, con mucha gente, con muchas gogós, cerraba a las 5 y algo (todo un récord para ser Italia) y ese tipo de cosas. Ponen «Stereo Love» y me vengo arriba. Ponen el «waka-waka» y nos da un soponcio a los españoles. En el autobús de vuelta me duermo. Al parecer se me sentó al lado una inglesa que no conocía y me dormí encima suya. Pobrica. Llegamos al hotel. Entramos en una habitación para 7 personas que tenía dos plantas, en la de abajo había una chimenea y cocina y en la de arriba una araña gigante. Empieza a amanecer. Chavales, el desayuno mañana es a las 11. Essssto buenas noches.
A la mañana siguiente desayuno con el tiempo justo y salimos para Asís. De camino nos enteramos que 5 portugueses se han quedao en el hotel. Epic fail. Asís es pequeño pero precioso, vemos la tumba de un tal San Francisco que era de allí y que al parecer es famoso o algo y poco más porque el pueblo no daba para más. Me monto en un autobús amarillo pequeño con poca estabilidad que fuera tiene escrita las palabras «School Bus». Siempre quise montarme en uno, sobre todo porque me acuerdo de Los Simpsons (diosss como los echo de menos) pero cuando entro se me quitan las ganas. Cada dos asientos cabemos una persona, y cuando empieza a moverse aquello parece que se va a partir de un momento a otro. Encima el conductor se cree Fernando Alonso y no veas como le pisaba. Y la carretera estaba mojada. Qué bien, jamás creí que moriría en un autobús escolar. El caso es que ya montados nos dicen que este autobús va a recoger a los portugueses del hotel que han estado allí toda la tarde. Al principio nos cae gorda la noticia pero al poco nos dicen que a los que estamos en el autobús por haber tenido esa mala suerte seremos invitados a una copa el martes en la disco-pub de Siena. Apuntan nuestros nombres. El karma es así.
Por la noche cuando estamos ya en Siena pensamos que va a ir a la mensa EL TATE, y nos quedamos a cenar en casa, pero Gordon (nuestro vecino alemán) nos dice que cenemos en la suya y Víctor y yo allá que tiramos. Conozco a una francesa que vive en la casa de al lado, que es la primera vez que la veo y que está bastante bien. Asín no se puede, esto está mal organizao.
Cuando he vuelto a casa para terminar de escribir este correo, Alesio estaba viendo Forrest Gumb en italiano con unos amigos. Joder, ¿no va a haber ningún día que me acueste antes de las 12?? Maldito peliculón…
Buenas noches. Esta semana mucho más, mucho mejor, más divertido, pero con clases ya o eso me temo…
P.S: os dejo un corto que he visto esta semana que me ha encantado:

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s