Relatos

La crisis

De entre todas las personas que existían, tenía que pasarle a él.

Llevaba unos segundos parado, con la mirada fija por un lado en las llamas de las 2 velas encendidas, y por otro perdida entre un mar de pensamientos que se le arremolinaban en su mente.

Se sentía desalentado, triste, angustiado…no alcanzaba siquiera a entender todo lo que se entremezclaba dentro de él en ese preciso instante. Había pasado por ese momento en otras ocasiones, pero ésta era especial y le dolía más aún.

El cambio de década era doloroso, y ese 0 al final del número le acongojaba. No podía evitar pensar en si había aprovechado lo suficiente su vida hasta ahora. En si había dedicado tiempo valioso a las cosas que le gustaban, o a las que la vida simplemente le había ido poniendo por delante y él se había conformado con ellas. Pero sobre todo, lo que le producía un nudo en el estómago era: ¿cuántas otras décadas le quedaban por cumplir? ¿Cuántos ceros restantes? ¿Seguiría siendo su vida así, o cambiaría mucho para bien (o peor, para mal)? ¿Podría decidir a partir de ahora qué hacer con ella, o estaba predestinado a contentarse con algo vulgar y simple que le permitiese vivir y no vivir «bien»? Y con el paso de los años, ¿cuánto tiempo pasaría hasta que le comenzase a aterrorizar la muerte? No en sí morirse, sino en «y luego, ¿qué?». La mera idea de las 2 principales opciones más extendidas eran a cada cual peor. Por un lado, la nada. Como el antes de nacer. De forma eterna, nunca más sentir nada, ver nada, oír nada, pensar nada. La ausencia de todo. Para siempre. Nunca más despertar. Por otro, lo que mucha gente desea, a él le generaba casi más desasosiego: la eternidad existencial. El nunca dejar de vivir. El nunca dejar de ser. Vivir toda la eternidad, para siempre, una y otra vez, sin posibilidad de acabar nunca, absolutamente jamás, el estar presente, de una u otra forma. No poder decidir abandonar la existencia y estar condenado para toda la eternidad en la obligatoriedad de pensar y sentir de alguna u otra forma. El tedio y aburrimiento sin fin. La repetición continua del tiempo infinito.

Probablemente todos esos pensamientos se formaron en su mente durante sólo unos segundos, pero los suficientes para que de repente alguien le tocara suavemente el hombro y le sacara de su ensimismamiento. Volvió de entre las sombras y distinguió a su alrededor las caras de sus amigos y familiares, que llevaban no sabía cuánto aguardando que soplara las 2 velas. Todos ellos parecían extrañados y le miraban con preocupación. Oyó a alguien susurrándole suavemente cerca del oído, y reconoció a quien le había tocado el hombro.

– Juanito, ¿estás bien cariño? – le dijo su madre.

– No mamá, no estoy bien. Nunca más volveré a tener menos de 10 años. Nunca más volveré a cumplir una edad que baje de los 2 números. Nunca más volveré a ser tan joven como lo era ayer, que sólo tenía 9 años, y ahora ya pasaré el resto de mi vida cumpliendo cifras dobles como vosotros. Y si con suerte llegara a cumplir 3 cifras algún día, para entonces estaré tan cascado que ni seré consciente de ello. No me gustan los cumpleaños y no pienso soplar estas 2 velas asquerosas que me atan a mi cruel destino de ver pasar un tiempo precioso que no podemos pausar, rebobinar o revivir. Estoy cabreado. Me voy.

Juanito se quitó el gorro de cumpleaños y se fue corriendo a su cuarto, pegando un portazo. Sus amigos del colegio, sus tías y primos y vecinos miraron a sus padres, algunos divertidos y otros muy extrañados. El padre del homenajeado se acercó a su madre, y Juanito, mientras estaba sentado en la cama con los brazos cruzados y el gesto serio, pudo acertar a oír de lejos un «y ahora cariño, ¿qué hacemos con los payasos y el mago?»

*Nota del autor: si consideráis que este relato es ficción, es que no conocéis bien al niño ya adulto que lo escribe*

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3 comentarios sobre “La crisis

  1. Ayyyyy desde pequeño dándole mal a tus padres…. Unos santos es lo que son, estoy segura, pero te voy a contar un secreto no hay nada comparable a vivir días y lo que dure duró. Besos desde el sur a mi chico favorito

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  2. Recuerdo como si fuera ayer, cuando cumplí 9 años y alguien me dijo: disfruta porque es el último cumpleaños de una cifra de tu vida. De eso ha llovido 41 años, 10 meses y 25 días.
    Un abrazo

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