¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿De dónde venimos?
¿A qué huelen las nubes?
¿Colega, dónde está mi coche?
¿Es Messi el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos?
Desde que empezamos a tener un intelecto lo suficientemente desarrollado, los seres humanos nos hacemos preguntas existenciales como las de arriba. No soy un experto antropólogo, pero seguramente ese rasgo sea uno de los principales que nos diferencia del resto del mundo animal. Esa capacidad que tenemos de, en un momento de inspiración, cuestionarnos aspectos de este universo o de la propia levedad del ser.
En las últimas semanas de 2022, recibí numerosos mensajes de mucha gente, todos haciéndome la misma pregunta:
¿Por qué tres perritos?
Esa misma pregunta que, cada vez formulada de forma externa o resonando en mi propia cabeza, me hacía temblar con un tremendo escalofrío.
Para los que igual no lo sabéis, en efecto: el 2 de noviembre de 2022 me planté en Chiclana de la Frontera con mi coche, monté en el asiento trasero a 3 cachorros de perro de 2 meses exactos, y conduje hasta Madrid. Todo había empezado semanas atrás, con la típica historia a lo 101 dálmatas: «oye cari, que no sé quién tiene a 8 cachorritos de perro que no puede quedarse y si no consigue darlos en adopción, el Señor Burns va a hacerse mocasines saltarines con ellos». Y todo siguió como cualquier persona medianamente avispada habría sido capaz de narrar de principio a fin: chico se resiste y se opone a la idea, chico expone minuciosos argumentos que cualquier jurado habría votado por unanimidad… y chico termina pasando por el aro como que dos y dos son cuatro con la promesa de que el perrito se llamase como su mascota favorita: Curro.
Todo siguió con esa excursión a Chiclana, sólo, y un viaje de vuelta de 6 horas que fue mejor de lo esperado hasta que todo empezó a oler fatal…a día de hoy mi coche sigue oliendo mal, ¿vale? Y lo que vino después…bueno, si habéis tenido alguna vez algún cachorro de perro que no puede salir a la calle, multiplicadlo por 3, reducir por 4 el tamaño del piso, aumentad el número de días de confinamiento del animal por 2, y tendréis una idea aproximada de lo que vivimos. Lo único que me quedaba era fardar en redes de cachorrillos, aunque en alguna ocasión estuve más por la labor de llamar al teléfono de la esperanza. Y claro, la peña flipaba.
Yo creo que la gente no se había preocupado tanto por mí ni en pleno confinamiento estricto. ¿Por qué Santi habría elegido VOLUNTARIAMENTE prescindir de horas de sueño, vida social, tiempo para sí mismo y salud mental a cambio de 3 perritos durante 52 días que parecieron la trilogía completa de Boyhood en versión extendida?
Obviamente la historia que he contado arriba no deja de ser UNA versión de los hechos. Pero seamos serios: a ver, de verdad, ¿por qué 3 perritos?
Confío en que mis lectores tengan cierto conocimiento cinematográfico y que la inmensa mayoría de los aproximadamente 4 que leáis esta entrada hayáis visto Slumdog Millionaire. Pues bien, la película comienza como se desarrolla el propio juego de «Quién quiere ser millonario»: con una pregunta y 4 posibles soluciones de las cuales solamente una es la verdadera. Me gustaría jugar con vosotros aunque sólo sea una ronda. No tengo dinero para pagarle a nadie nada puesto que se me ha ido todo en pienso, juguetes, empapadores y veterinario. Pero aunque sólo sea por divertirnos todos un rato:
La cuestión es que los 52 días pasaron, disfruté de unas maravillosas Navidades por Sevilla (sé que estamos en febrero, pero Felices Fiestas y Feliz Año por cierto, que con el ajetreo no me ha dado la vida ni para eso en el blog) y finalmente ya sólo tenemos Gloria y yo a un perrito…perrito que, cómo no, finalmente se llama Loki (facepalm).

Haber avisado que era un blog interactivo con el lector en el que se podía votar hombre!
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