Sí, tal y como lo lees.
Hoy se cumplen 13 días de la declaración del estado de alarma en España, y concretamente 15 días desde que decidí confinarme voluntariamente en casa y abandoné de manera indefinida mi querido gimnasio y mi querido Bienmesabe. 15 días en los que, espero que como mucho de vosotros, sólo he salido y de manera bastante puntual a bajar la basura y a comprar alimentos y bienes necesarios. Es lo que tiene no tener perro.
En todo este tiempo, y con más frecuencia a medida que avanzan los días, me alegra recibir mensajes de whatsapp, audios y preguntas lanzadas por videoconferencia donde familiares, amigos y compañeros de trabajo no paran de consultarme sobre cómo estoy y si llevo bien eso de estar solo en casa. Por un lado me sorprende la pregunta, aunque no les culpo. Quien más o menos me conoce aunque sólo sea un poco sabe que estar en casa no es precisamente mi fuerte. Llevo ya más de 3 años en Madrid y (tengo testigos que pueden dar fe) llevo literalmente saliendo todos los días del fin de semana (y más) desde entonces SALVO uno en el que una faringitis se cebó conmigo y me dejó un viernes o un sábado, ahora no lo recuerdo, reposando en casa contra mi voluntad (porque además sí recuerdo que tenía buenos planes). Soy una persona callejera que adora las terrazas y que cuando me preguntan cuál es mi hobby favorito no responde leer, hacer deporte o ver la tele, sino «tener planes». Da igual el que sea, pero tenerlos y disfrutarlos. Y si son en una terraza al sol con una cerveza y/o un cubata, MEJOR.
Es por ello que, a priori, que me obliguen a quedarme en un piso en el centro de Madrid sin poder hacer planes sociales de ningún tipo, y para más inri sin un jardín o una terraza donde dé el sol una mijita, parece que es la típica situación donde efectivamente Santiago de Castro y Vázquez-Lobo vería una muy buena opción tirarse por el balcón.
Pero no, todo lo contrario. Estoy disfrutando de todo esto. Y lo estoy haciendo porque el resto del año a veces me digo a mí mismo que vivo en una vorágine de no parar de hacer cosas y de llevar un ritmo infernal que hace que no pise mi casa en ningún momento (a veces ni para dormir, guiño guiño). Tenía un listado de películas acumuladas que ahora puedo permitir ponerme, al menos 2 o 3 en el fin de semana cuando dejo de trabajar. En un mundo que a este paso va a terminar dominando Netflix y HBO, la gente no ha parado de recomendarme miles de series que me quejaba que no tenía nunca tiempo de ver. Pues bien, capítulos a mí. No va a quedar ni una viva cuando acabe esta cuarentena. Leer: siempre me ha apasionado la lectura, y desde que trabajo 8 horas al día (JAJAJAJAJAJAJAJAJ 8 HORAS DISE) me quejo de no estar leyendo tanto como me gustaría y como lo hacía cuando era estudiante. Pues de nuevo, la cuarentena me permite administrarme mejor el tiempo y estoy leyendo como hacía tiempo que no lo hacía. En cuanto a mi salud, me encuentro estupendamente. Es más, incluso hago más deporte que cuando iba al gimnasio (al menos, en cuanto a tiempo se refiere). La libertad de horarios me permite organizarme para hacer una tanda al mediodía antes de comer y otra antes de cenar: dos rondas de ejercicio al día de una hora cada uno. Que tiemble Míster Universo. Y a todo esto ayuda que mi empresa, que no era muy pro teletrabajo, se haya visto obligada a implementarlo, y los que estábamos totalmente a favor de que hubiera al menos un día de teletrabajo a la semana nos están colmando con nada más que cinco, así por la cara: otro punto a favor de la cuarentena. Y qué decir del ahorro que mis bolsillos están viviendo con todo esto. El ático en propiedad en Chamberí está cerca…
Y aparte de por cuestiones estrictamente personales, en lo colectivo también veo muchos puntos positivos a esta situación. Greenpeace ya lo ha ido advirtiendo, pero el planeta entero está viviendo un descenso radical de las emisiones de dióxido de carbono estos días, cuestión que serviría para hacernos pensar un poquito…en mi caso, vivo en el cruce de 2 avenidas con bastante tráfico y es una maravilla salir al balcón estos días y disfrutar de la ausencia de coches. A veces me quedo absorto mirando a un lado y a otro, intentando retener las imágenes y sonidos de una escena casi apocalíptica que seguramente no volvamos a vivir jamás. Ese silencio sólo es interrumpido cuando a las 8 de la tarde de cada día, mis vecinos y yo salimos a nuestros balcones a aplaudir a las personas que siguen yendo a trabajar para salir adelante en esta situación. Los fines de semana sin trabajar se me podrían hacer repetitivos con tanta serie, película y lectura, pero organizar botellones por videollamada con varios amigos conectados no es tan mala idea, dentro de lo que cabe.
Por todo lo anterior, y más cosas que seguramente me dejo, estoy disfrutando de la cuarentena. Llamadme loco. Por eso y porque sé que cuando todo esto acabe, volveremos a nuestros trabajos poco a poco y el tráfico de las grandes ciudades volverá a ser el que era. La contaminación volverá a vivir otro pico histórico y adiós al sueño de reducir el impacto del cambio climático. Cuando acabe la cuarentena, dejaremos de salir a los balcones a aplaudir a las 8 de la tarde, nos olvidaremos de concienciarnos con los sanitarios, policías y reponedores, volveremos a colapsar las urgencias, y volveremos a votar a los partidos que reducen el gasto en sanidad pública y no suben el salario mínimo. Las empresas que tanto apuestan por estar a la vanguardia y se vanaglorian de ser punteras volverán a reclamar a sus empleados que estén en la oficina y seguirán pecando de esa cultura del presencialismo y calentar la silla que tanto caracteriza a la cultura española. Nos olvidaremos de la complicidad con el vecino de enfrente y el de al lado y volveremos a tener esa vida fría y tendente al distanciamiento con la gente del barrio. Nos olvidaremos del pequeño comercio y de los autónomos. Esos amigos con los que apenas hablabas antes de la cuarentena y que habían pasado a ser compañeros de confinamiento y de videollamadas en la distancia volverán poco a poco al lugar que les correspondía, que es felicitarles por su cumpleaños y un esporádico qué tal cómo te va la vida por whatsapp. Esa preocupación que de repente nos ha entrado a todos por nuestros mayores morirá con ellos, y a los abuelos se les seguirá manteniendo olvidados en residencias o con llamadas de higos a brevas. La conciencia de la colectividad, de formar parte de un todo, de apoyar con los simples gestos a un bien común, se perderán como lágrimas en la lluvia. Nuestros telediarios volverán a estar colmados del procés, del Brexit, de corrupción, de partidos políticos tirándose los trastos a la cabeza por cualquier gilipollez, de muertes por violencia machista o a bordo de pateras en el Mediterráneo, de contaminación, de guerras y hambrunas contra los que, vaya, parece que de repente cuesta más movilizarnos porque claro, dejar de salir a la calle, lavarnos las manos y aplaudir a las 8 de la tarde es relativamente fácil, pero actuar contra «enemigos» que nos pillan lejos, que es difícil que entren por la puerta de casa como este virus, o cuyos efectos ahora mismo no vemos, pues eso es más complicado. Esa bonita apreciación que todos tenemos de lo que nos falta ahora, de la simple idea del disfrutar de cosas tan simples como salir a la calle, ir al gimnasio, quedar con un amigo para tomar una cerveza, ver una película con tu pareja con la que no vives en el sofá, todo ello volverán a ser experiencias que vivimos sin más, sin apreciarlas lo suficiente básicamente porque volverán a estar ahí, en un día a día que volverá a pasar por nuestras narices y que seguiremos sin apreciar lo suficiente hasta que sea demasiado tarde para volver atrás.
Por todo ello, por mí, estoy disfrutando mientras puedo de la cuarentena y que dure lo que tenga que durar. Lo de arriba no es una opinión, no es una reflexión. Es un hecho. No ocurrirá en cada una de las personas del planeta de manera individual, pero sí en esa masa genérica que en su conjunto llamamos «sociedad» y que, irónicamente, formamos cada uno de nosotros como individuos. Y siento decirte que si me has leído y no estás de acuerdo, uno de los dos está equivocado y me temo que esta vez no soy yo. Así que si asumes antes que cuando todo esto acabe todo volverá a la normalidad, pero la normalidad que plasmo arriba, mejor. Porque va a pasar. Así que disfruta de la cuarentena mientras puedas como yo.