El post del viernes

El post del viernes (XXXVII)

Muy pero que muy buenos días, violinistas!!!

Hoy voy a oír cómo tocan el violín. Concepto bastante diferente de «voy a tocar el violín». Aparte del hecho de que todos sabemos tocar el violín, al menos en el término literal de la expresión «tocar» algo (véase verbo que refleja la acción de «entrar en contacto las manos u otra parte del cuerpo con un objeto o una superficie» según Wordreference), la cuestión es que muy pocos afortunados saben tocarlo, en el sentido de la acepción quinta de Wordreference de «hacer sonar un instrumento».

Tras un párrafo que diréis «bueno Santi pero qué cojones te has fumao para empezar así hoy, que esto está dejando de tener ni pies ni cabeza», he de decir a mi favor que es cierto todo lo que he dicho. Sobre todo lo primero, porque yo lo que quería deciros es que hoy voy a ver a Ara Malikian en directo. Por segunda vez en menos de 6 meses voy a ver a este castellano-armenio-libanés. Y como lo de que iba a verlo estaba planeado desde hace un tiempo y estaba apuntado en mi maravillosa agenda de Google Calendar, llevaba desde el principio de la semana diciéndome «ya está, esta semana haré un post alrededor del origen de la expresión tocar el violín«. Pero tocar el violín no cuando se hace referencia al maravilloso acto de hacer sonar el delicado instrumento de cuerda cual Mozart chiquetito, o ni siquiera a la acción de palparlo con los dedos y admirarlo con un suave ‘ooohhh’ como si nos hubiéramos fumado un campo de maría. No, no hablo de ese «tocar».

Hablo de ese momento que todos hemos experimentado alguna vez en nuestra vida cuando nuestro amigo, por ponerle un nombre aleatorio, Pedro, nos invita a salir una noche después del trabajo con la promesa de que ‘hoy hay planazo loco, se va a liá er taco gordo’ y resulta que ese planazo terminas siendo tú apoyado en la barra de Groucho* con 4 o 5 cubatas de más y viendo (o a estas alturas, intuyendo más bien) como Pedro se tiene que quitar a las mujeres de encima, mientras tú lo que te quitas de encima son los abrigos que cuelga la gente, y al final el colega se empieza a dar el lote con la rubia americana con medidas de 110copaE-60-90. ESO es tocar el violín.

*(((Para los no sevillanos, discoteca cutre por excelencia en pleno centro de la ciudad donde el aforo legal son 20 gatos y allí hay 400 leones descamisados buscando presa con postureo máximo que no pueden ni moverse para levantar el brazo para beberse el cubata de garrafón a 7 euros y encima hace ‘una caló que flipas’ en argot local)))

También habréis experimentado seguramente ese momento de la infancia inocente del instituto (¿infancia en el instituto? ¿¿INOCENTE??) en el que una tarde de viernes cualquiera vuestro amigo de un nombre aleatorio, véase, Pedrito, os dice a unos cuantos colegas ‘illo chavales esta tarde he quedao con unas jipas fasi fasi que quieren rollo fijo, ámonos tos pal barrio de una de ellas y triunfamos como el As de vida en la brisca’. Y allá que váis 4 mataos y Pedrito a un barrio que no conocías que existiese, no ya en tu ciudad, en el Universo, con más mala pinta el barrio que un Gremlin metío en una lavadora, y os quedáis, tú y tus otros 3 compañeros con los que representas a los de la orquesta del Titanic al día siguiente en la función para los padres del instituto, y que os habíais llevado los instrumentos para ensayar después de lo que creíais iba a ser un ‘éxito rotundo y asegurado’, y al final os quedáis con la cara de «ha vuelto a pasar» mirando como Pedrito se morrea en una esquina con la famosa ‘jipa’ que ha puesto de excusa que sus amigas están estudiando. Un viernes. De instituto. Un viernes de instituto estudiando. Y no suficiente con eso de repente llegan los novios de las otras jipas que están ‘estudiando’ gritando que quién carajo sois vosotros y, a falta de un mejor plan, sacáis los instrumentos y mientras los tocáis decís «nada, unos que han contratado para que toquen el violín».

Las historias que he contado no es que me hayan pasado en realidad y esté vertiéndolas en la red para vengarme del karma. Repito. NO ES QUE ME HAYAN PASADO EN REALIDAD Y ESTÉ VERTIÉNDOLAS EN LA RED PARA VENGARME DEL KARMA. Es simplemente que como no encontraba el origen de la puñetera expresión «tocar el violin» en Google, decidí inventarme todo esto para darle un origen. Sí amigos, lo confieso, no me sé todas las expresiones que escribo de un viaje a lo mochilero desde Cuenca a la India donde en el camino me encontré a un brujo con bastón y barba sentado en una roca en lo alto de una colina en medio de una caverna que me contaba todas y cada una de ellas. Siento haberos arruinado el fin de semana.

Pero para salir de vuestro shock y depresión por haber descubierto tal dolorosa verdad, os animo a que si alguno sabe el verdadero origen de la expresión ‘tocar el violín’ o, en su defecto, está tan aburrido como yo y quiere inventársela, se anime a dejar un comentario aquí y así todos nos reímos un rato. Que es viernes carajo, y algunos de vosotros saldréis, terminaréis tocando el violín y luego querréis algo que os quite las penas. Y quien tenga la mejor historia pues qué demonios, le invito a una cerveza o tinto o refresco, que me vengo arriba.

¡Feliz fin de semana!

P.D: que sí, que ya sé que seguramente venga del típico violinista de restaurantes de alto copete que se les paga porque toquen el violín mientras la parejita se dice arrumacos a la luz de las velas, pero me niego a creer que venga nada más que de eso. Tiene que tener un origen más épico, leche.

P.D.2: he terminado de subir todos mis correos de Siena, así que ya podéis si queréis daros una vuelta por la sección de Siena para ver como lo di todo por allí.

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