2 de la mañana y aún despierto, y para despejarme salgo al balcón que da a la fachada de un colegio de la zona que (espero) estará vacío hasta mañana a primera hora. Enciendo la pequeña luz que ilumina levemente la mesa y las 2 sillas de jardín. Dos amigos me ayudaron a montarlo todo hace apenas 2 meses y pico, aunque ahora me parezca un año de todo lo que ha pasado desde entonces. Como acabo de llegar, me siento, pongo a cargar un cigarrillo electrónico de estos que todos mis amigos dicen que huele fatal, y me pongo a mirar el móvil para ver antes de acostarme mi agenda de mañana y ya de paso cotillear quién me ha escrito. Sé que los expertos recomiendan no mirar pantallas justo antes de irte a dormir, pero con las cervezas que llevo en lo alto, sinceramente, muy mal se me tiene que dar conciliar el sueño rápido.
El retumbar de los bajos de los altavoces me sigue golpeando el pecho. El concierto ha sido bueno. Hacía mucho que no iba a un concierto de rap, y éste me ha gustado especialmente. El cantante principal era un rapero, o MC como les gusta llamarse a algunos, que escuchaba mucho de adolescente, en esa época mala, que creo que todos hemos pasado, de intentar auto-definirnos y marcarnos un estilo. Yo pasé por todo lo mejorcito: pantalones, camisetas anchas y cultura urbana, cresta de «me creo Dani el de El Canto del Loco», melenita de friki y tardes de juegos de rol, y más tardío, alguna que otra marca pija terminó cayendo: los canis del barrio tenían animadversión a todo lo que tuviera que ver con El Niño, Lacoste y Tommy Hilfiger, así que preferí ahorrarme las hostias gratuitas y dejar eso para la Universidad. Quién me diría que me terminé llevando no una hostia, sino un sillazo, en primero de carrera, en uno de los sitios más pijos del centro de Sevilla. Pero eso es otra historia. Quizá la cuente algún día.
Mientras voy pasando fotos y vídeos a los que no echo mucha cuenta, las letras que me sabía de Nach, al que sigo escuchando a día de hoy pero no tan asiduamente, vuelan en mi cabeza. Las memoricé en su momento, y ojalá recordara tantos años después igual de bien algunos artículos del Código Civil, porque os prometo que puedo recitar de memoria algunas de las canciones míticas del rapero alicantino. Pero antes de Nach ha habido una batalla de gallos de previa. Una forma bastante original de poner teloneros a un concierto de este estilo. 5 chicos y 3 chicas, raperos amateur, se han enfrentado por parejas en batallas de rimas cantadas, en cuartos, semifinales y final, delante de cientos de personas, sin más armas que un micrófono, una mente ágil y un DJ pinchándoles una base con la que acompañar sus insultos. Educados y sin palabrotas, eso sí, pero bien hilados igualmente hacen daño.
Mientras todo el público estábamos bebiendo cervezas, me maravilló la capacidad de estas personas de sacarse sobre la marcha retahílas de frases con sentido, al ritmo de los bajos, y encima hacer que rimen y provoquen unos sonoros «ooohhh» entre todos los asistentes. No era la primera vez que veía una en directo. Ésta me hizo rememorar cuando todo mi grupo del instituto fuimos a ver a uno de los nuestros participar en una batalla de gallos en el polígono de Hytasa. Lo dicho: pasé por todo.
Pero esta vez fue diferente. Posiblemente la edad y los años que he pasado escuchando todo tipo de música sin hacerle ascos a ningún género me hicieron apreciar con mayor atención la sutileza de algunas rimas, y la rapidez mental bajo la presión de tanta gente observando y escuchando. Ya habiendo salido de la sala del concierto, después de acabar, comento con otro chaval que conozco de Sevilla lo que nos ha gustado, sin saber decidirnos si más los teloneros o el rapero principal. La conversación deriva hacia su retorno a nuestra ciudad en poco tiempo. Teletrabajo perpetuo y no aguantar las distancias y el ritmo de aquí, así que me vuelvo para el sur. Me quiere sonar.
Él lleva mucho menos que yo en Madrid, y se ve que no es de los que termina estando enganchado a la capital. Yo pienso en todo lo que llevo ya aquí y una vez más respondo con lo que siempre le digo a la gente: me encanta Madrid, aquí ahora mismo tengo más amigos que en Sevilla, y no digo que me vaya a quedar para siempre, pero de momento no tengo intención de volver en el corto plazo. Discurso estándar, llevo sin cambiarlo años. En el balcón, mi mente vuelve al presente, y me doy cuenta que casi sin quererlo he dejado de mirar Instagram, he abierto una nota de texto y mis dedos están escribiendo apresuradamente una palabra tras otra.
Hoy es el día siguiente y he abierto esa nota. Definitivamente no triunfaré como rapero. Ni como escritor. Ni como…nada. Pero si me dejáis, os dejo un consejo por aquí: de vez en cuando en momentos zen, antes de iros a dormir, dejad plasmadas las ideas que os vienen a la mente en un papel, en un ordenador o en el móvil, y leedlas al día siguiente o con el tiempo. Y disfrutadlo.
***
Hoy me di cuenta que las fotos que no subí son las que más merecían ser vistas.
Que los besos que no di, fue aquellos en los que me escondía.
Que las personas que me rodeaban son las que me hacían bailar en la pista.
Y que los pavos reales de la calle me hacían ojitos mientras todo lo demás se extinguía.
Casi 7 años después escribo esto en una terraza del Berro.
Barrio prestao y ya van…no sé, pero tó va demasiao ligero.
A un lado el pirulí, al otro el Wizink Center, y que Dios me pille confesao si pido que el diablo me represente.
Darme cuenta que puede que esto no sea eterno, me hace tener ganas de estar en el maldito averno.
Y sin ánimo de parecer ser un poeta o un rapero, a mí me gusta improvisar, básicamente porque puedo.
Mañana cuando lea esto pensaré en todo lo escrito, y por supuesto llegará el «Santi, te critico».
Pero la rima abstracta y libre, qué maravilla, si puede que algún otro la pinte mientras yo juego la partida.
Gracias a todos por leerme y dedicar un pequeño rato de vuestra vida.
Mientras pueda hacerlo, sólo pido lograr de vez en cuando que a ninguno nos falte la sonrisa.
Ostia es el puerto de Roma (donde, por cierto, estuve seis meses excavando en 1968) y HOSTIA es lo que tú te mereces. Más lectura y menos rap.
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Muy bien, Santiago, ya vas cogiendo el ritmo. Intenta no perderlo porque después cuesta más trabajo.
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